El cura cuenta su caso al Diario de Cádiz: "Si he cometido errores, pido perdón, pero si tuviera que volver a hacerlo, lo haría" El caso de Antonio Casado, el ex párroco de Vejer, suspendido cautelarmente desde hace ya 18 meses por Zornoza
"El cura se vio envuelto en una trama de estafadores a cuenta de la adopción de un niño guineano que vino a España a punto de morir y al que salvó la vida, con el consentimiento del anterior obispo, Antonio Ceballos"
"No denuncié la extorsión mientras mi hijo fue menor porque temía que lo repatriaran a Guinea"
"No sé qué hacer. He buscado un trabajo alternativo al sacerdocio, pero con 57 años nadie me contrata. Tengo que apañármelas para vivir con la ayuda de la gente"
"En todo este tiempo, a pesar de haber pedido al actual obispo, Rafael Zornoza, por escrito, también a través de su abogado, reunirse con él, no lo ha conseguido. Sus peticiones no tienen respuesta”
"No sé qué hacer. He buscado un trabajo alternativo al sacerdocio, pero con 57 años nadie me contrata. Tengo que apañármelas para vivir con la ayuda de la gente"
"En todo este tiempo, a pesar de haber pedido al actual obispo, Rafael Zornoza, por escrito, también a través de su abogado, reunirse con él, no lo ha conseguido. Sus peticiones no tienen respuesta”
El obispo de Cádiz-Ceuta, Rafael Zornoza, tiene a uno de sus curas, Antonio Casado, suspendido cautelarmente desde hace ya 18 meses y viviendo de la caridad de amigos y vecinos. Para darle pátina de legalidad a su decisión, el prelado de Cádiz le montó un juicio canónico en Sevilla, sede de su amigo, monseñor Asenjo. Pero pasan los meses y el tribunal canónico de la capital andaluza no sentencia. ¿Cuál es la causa por la que el obispo tomó tan drástica decisión, que sigue manteniendo durante tanto tiempo y sin la más mínima entraña de misericordia hacia su cura?
Según un amplio reportaje, publicado el domingo en Diario de Cádiz por Pedro Ingelmo, el 'pecado' del cura Casado presenta, como casi todo en la vida, diversas ópticas. “Durante varios años, el sacerdote dispuso de unos 300.000 euros, euro arriba euro abajo, de los que se conoce como Fondo del Clero. Ese fondo se proveía, principalmente, de las rentas de las tierras que la parroquia tenía en el municipio y de las cuales, por decreto episcopal, había que entregar al 90% al obispado. Ahora son gestionadas directamente por el obispado y nada queda en la parroquia”.
Y el periodista añade: “Para los defensores de Casado, que son bastantes entre los sacerdotes de la diócesis y los feligreses de Vejer, se vio envuelto en una trama de estafadores a cuenta de la adopción de un niño guineano que vino a España a punto de morir y al que salvó la vida, con el consentimiento del anterior obispo, Antonio Ceballos. Los que le acusan, que son la cúpula del actual Obispado, no le creen. La Guardia Civil, tampoco. Creen que se apoderó de ese dinero y llevó una doble vida. Sin embargo, el obispado no ha denunciado los hechos ante la justicia civil y se ha limitado a abrirle un proceso canónico. La causa abierta en un juzgado de Barbate no viene de una denuncia del obispado, sino que nace de una denuncia presentada por el propio Casado ante la Guardia civil por extorsión”.
Y el periódico cuenta, asimismo, la situación personal del cura: “En la actualidad Casado cuida de su hijo adoptado en un apartamento, con una habitación, que le han prestado en Conil. Vive de los 850 euros que mensualmente le paga el obispado y de la caridad de sus compañeros. En todo este tiempo ha cambiado hasta cinco veces de casa, viviendo en los lugares que le dejan. Primero estuvo en la residencia sacerdotal de Cádiz, de donde fue invitado a marcharse por el ecónomo del obispado. Luego el obispo le envió al convento de monjas de la Cartuja de Jerez, de donde también fue invitado a marcharse a los dos meses, a pesar de que él dice que era feliz allí en ese recogimiento. Algunos sacerdotes de Cádiz le buscaron con urgencia una pensión en Puerto Real, de la que tuvo que irse por no poder afrontar el pago de la estancia. Y, por último, fue a una pequeña vivienda en medio del campo, en Roche, alquilada gracias a las limosnas de un grupo de compañeros y feligreses. En todo este tiempo, a pesar de haber pedido al actual obispo, Rafael Zornoza, por escrito, también a través de su abogado, reunirse con él, no lo ha conseguido. Sus peticiones no tienen respuesta”.
El caso del cura casado arranca en 1999, cuando el cura se va de misionero a Malabo, donde entre otras cosas, ejerce de capellán de un orfanato de monjas Misioneras de la Inmaculada. Y un día sucede lo inesperado, que el propio cura recuerda así, en su relato al diario de Cádiz: “Una de las monjas, Mari Cruz Sibacha, me llevó al hospital y me mostró un niño, apenas recién nacido, en un estado de salud lamentable. Me preguntó si podía llevarlo a España porque en Guinea no había medios ni medicinas para curarlo y en un breve tiempo moriría. Hablé con el cónsul, Hugo Regojo, que me facilitó los documentos para la evacuación a España del niño. Una vez en España, lo llevé al hospital de la Cruz Roja de Córdoba, la ciudad donde vivía mi madre, ya viuda, y mis tías. Pero el estado del niño era tan grave que decidieron trasladarlo al Hospital Carlos III de Madrid, especializado en enfermedades tropicales. Allí, mi familia y yo, pasamos muchos días con él hasta que lograron estabilizarlo. Pero la situación del chico era complicada. Había que repatriarlo a Guinea y yo estaba seguro de que si el chico volvía Guinea, aún muy débil, moriría. Yo tuve que volver a Guinea, y el niño se quedó con mi madre en Córdoba, que fue quien lo crió. Todo esto lo hablé con mis superiores en Guinea, y es cuando me sugirieron la posibilidad de la adopción. En ese tiempo llegó a Guinea una delegación de la Universidad de Alcalá de Henares. En esa delegación estaba una señora, profesora de Derecho, que nos explicó que ella era experta en los trámites para realizar adopciones y que ella misma ya había conseguido varias, así que se podía encargar del caso del niño".
Un informe del fraile salesiano, destinado en Bata, Juan Francisco Núñez García, que obra en poder de RD, describe así el caso del cura Casado:
Mi nombre es Juan Francisco Núñez García, Sacerdote Salesiano, con DNI: 3.086.047-E, con destino en Guinea Ecuatorial desde el año 1997.
Conozco al P. Antonio Casado Delgado, porque hemos sido compañeros de estudios y también coincidimos en Guinea Ecuatorial, pues fue cedido en donum fidei a la Archidiócesis de Malabo (Guinea Ecuatorial), siendo arzobispo Mons. Ildefonso Obama, quien le confió la capilla del Orfanato de Malabo, regido por las Hermanas Misioneras de María Inmaculada (MMI).
En ese tiempo llegó un niño al Orfanato, abandonado por sus padres y familia, con raquitismo tal, que las piernecitas no le sujetaban el cuerpo. Aprovechando el viaje del P. Antonio Casado a España, para visitar a su mamá, tanto la Dirección del Orfanato como el cónsul de España en Guinea Ecuatorial, estimaron conveniente y necesario la evacuación del niño al exterior, para una profunda revisión médica.
El estado del niño era tan lamentable, que los médicos especialistas creyeron oportuno que se quedase en España algún tiempo más, mientras el P. Antonio tenía que regresar de sus vacaciones. El niño se quedó a cargo de la mamá del P. Antonio.
Estando en Malabo, e impartiendo clases en la Escuela de Magisterio, llegó una Delegación de profesores de Alcalá de Henares, en base a los acuerdos académicos que la UAH (Universidad de Alcalá de Henares) tiene establecidos con la UNGE (Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial). En este grupo de profesores venidos de España se encontraba la Sra. Dña. Miguela Domingo Centeno, con la que hablando un día nos contó sobre la adopción que había realizado de una niña china. Al conocer el tema del niño evacuado a España por el P. Antonio Casado, ella propuso la posibilidad de la adopción del niño, por parte del P. Antonio, y que ella se ofrecía para realizar los trámites, ya que tenía experiencia en este campo.
En el corazón grande y sacerdotal del P. Antonio se despertó la posibilidad de darle un hogar a este niño y accedió a ello, con permiso y consentimiento favorable de su Obispo.
De vuelta a España, la Sra. Dña. Miguela Domingo inició dichos trámites, estando el P. Antonio en Guinea Ecuatorial, y en seguida comenzaron a surgir los problemas, casi todos ellos de índole económica, diciendo que, al no haber acuerdos directos de adopción entre Guinea y España, los trámites eran más costosos.
Fui testigo muchas noches en las que aprovechábamos para pasear, después de la cena el P. Antonio y yo, de llamadas de la Sra. Dña. Miguela Domingo, presentando la petición de una nueva partida de dinero, necesaria para nuevos papeles e informes. También pude ver correos electrónicos enviados al P. Antonio, a través del correo del P. Pepe Gangoso, Director de la Comunidad Salesiana, en los que seguía con la misma tónica, pidiendo más dinero.
Es así, que nunca se llegaba al final de los trámites y siempre era requerido más dinero, que el P. Antonio enviaba de su salario como Profesor, hasta vaciar toda su cuenta bancaria. Sin quedarle ya más dinero, y evitando tener que poner en riesgo el dinero de su viuda mamá, el P. Antonio decidió regresar a España, porque la conclusión nunca llegaba; cada vez estaba más cerca, pero siempre aparecía un nuevo pago para terminar, y nunca se terminaba.
El tema de conversación de cada noche ya era solamente el nuevo pago que el P. Antonio debía efectuar y el papel que con ello se conseguía, para la adopción, que nunca llegaba a su término. Al P. Antonio no le quedó otra opción más que regresar a España y aclarar lo que estaba pasando. Así lo hizo y lo que supe más tarde es que consiguió la adopción, para que el niño no quedase solo y desvalido.
Esto es lo que puedo aportar.
Y para que así conste y a efectos de quien proceda, firmo y sello en Bata, a veintitrés días del mes de enero del año dos mil diecinueve.
En definitiva, el cura Casado es objeto de un caso de chantaje de libro, por el que se le exigen toda una serie de pagos, destinados a pagar trámites burocráticos y, sobre todo, sobornos en Guinea, a través de la intermediaria, la profesora universitaria.
Y así se lo cuenta el cura al pariódico gaditano: “Yo me fiaba de esta persona y, al principio, no sospeché de los pagos, pero la insistencia de estos y los anónimos con amenazas de muerte que empecé a recibir me hicieron darme cuenta de a quiénes me enfrentaba. Ella se ofreció a ayudarme y yo no puedo decir si ella actuaba o no de mala fe. Yo no me he quedado con nada. La prueba de ello es que no tengo nada. Absolutamente con nada de dinero y esto lo digo muy claro para todo aquel que tenga dudas. Tuve que vender la casa de mi madre para hacer frente a los créditos que pedí para pagar el dinero que me pedía esta mujer por los supuestos trámites de la adopción. He pagado mucho más de 300.000 euros. Toda esta situación no la denuncié mientras el niño era menor de edad porque temía que se lo llevaran a Guinea, y es un lugar peligroso. En cuanto fue mayor de edad y ya estaba todo regularizado lo denuncié. Creo que salvé la vida de un niño, de mi hijo, y lo volvería a hacer. Ante una vida humana no hay precio, y yo de dinero no entiendo. Me hice sacerdote para ayudar a los demás. La daría por cualquier persona que se encontrara en la misma situación que ese menor, aunque me condenen injustamente”.
¿Cómo tenía Casado acceso a tanto dinero para pagar los chantajes? El cura le cuenta al diario de Cádiz que en la parroquía gestionaba las rentas que tiene en régimen de capellanía, especialmente de las cesiones realizdas por propietarios en los siglos XVI y XVII. La más sustanciosa de estas cesiones era la alquilada a una empresa fotovoltaica, a las afueras de Vejer, que dejaba a la parroquia (y, desde la llegada de Zornoza, al obispado) unos 9.000 euros al mes de renta.
Suspendido cautelarmente, 'repudiado' por su obispo, el cura Casado espera pacientemente que concluyan los dos procesos (el civil y el canónico) a los que se enfrenta.
Abandono total de un cura por parte de su pastor, monseñor Zornoza, asi como de sus colaboradores más cercanos. Ni los vicarios episcopales, ni el delegado del Clero llamaron, visitaron o se preocuparon por la precaria situación del Padre Antonio.
Sensibles al desprecio que sufre por las autoridades eclesiásticas, un grupo reducido de sacerdotes ha asumido voluntariamente el cuidado y manutención del Padre Casado, ayudándole a soportar la penuria en la que vive.
La desazón y el desconcierto cunden entre los feligreses de la diócesis, que se preguntan cómo es posible que en Cádiz, donde viven de cerca y a diario el drama de la inmigración, haya jerarcas convencidos de que proteger vidas es un delito, y que un Obispo pueda actuar contra un sacerdote bueno con tanta crueldad y sin dar explicaciones.
Triste y desanimado, el cura Casado ya no sabe qué hacer. Y así concluye su relato al diario de Cádiz: “He buscado un trabajo alternativo al sacerdocio, pero con 57 años nadie me contrata. Tengo que apañármelas para vivir con la ayuda de la gente. Ahora Juan, el niño adoptado, es mayor de edad, está fuerte, estudia un módulo de educación física y es muy deportista. En ese sentido, pienso que ha merecido la pena todo lo que he pasado desde que estaba con él en el hospital Carlos III. Me siento padre, y ¿qué no hace un padre por salvar la vida de su hijo? Yo no busqué esta situación. Si he cometido errores, pido perdón. He vivido situaciones de mucho miedo, pero en todo momento he actuado con buena intención y obedeciendo a mi conciencia cristiana y mi vocación sacerdotal. Doy gracias a los que han rezado por mí. Como dijo Antonio Ceballos, obispo emérito de Cádiz ante la juez que le interrogaba por el caso de los Eres: 'Pronto estaré ante el tribunal de Dios y os digo la verdad igual que allí la diré, y Dios la sabe'. En el altar del colegio San José de Roma, donde estudié, había una frase: 'Más brillante o más humilde nuestra vocación sacerdotal es cierta. Estamos llamados a dar la vida por los hermanos y no estamos llamados a salvarnos solos”.