Por el momento, se desconoce cuál será su nuevo destino pastoral Monseñor Berzosa regresa a España “ligero de equipaje” y con el corazón “lleno de personas y de recuerdos sublimes”
Regresa con el “corazón lleno de personas e historias entrañables e inolvidables, que permanecerán para siempre; y de recuerdos sublimes que me han hecho muy feliz”
El prelado español reconoce que siempre se ha sentido “muy realizado” en su ministerio y se ha dejado “sorprender por el Señor y por los hermanos”
“He recibido muchísimo más de lo que haya podido, humildemente, aportar; mucho más de lo que merezco y de lo que pudiera devolver”
“Pido a la Virgen de la Altagracia, de la que soy un apasionado devoto, y a san José, su castísimo esposo, que siga practicando todas las virtudes y cualidades que este pueblo me ha enseñado”
“He recibido muchísimo más de lo que haya podido, humildemente, aportar; mucho más de lo que merezco y de lo que pudiera devolver”
“Pido a la Virgen de la Altagracia, de la que soy un apasionado devoto, y a san José, su castísimo esposo, que siga practicando todas las virtudes y cualidades que este pueblo me ha enseñado”
Tras seis años de intensa labor pastoral en la archidiócesis de Santo Domingo como “obispo misionero”, Raúl Berzosa regresa a España el próximo día 21 de febrero y, antes de volver, se despide del arzobispo de Santo Domingo, monseñor Ozoria, que le acogió y le apoyó durante este tiempo. Por el momento, se desconoce cuál será su nuevo destino pastoral.
En la carta, a la que ha tenido acceso RD, Berzosa confiesa: “Vine ligero de equipaje, sin hacer mucho ruido, y me voy ligero de equipaje y sin querer hacer mucho ruido”. Eso sí, reconoce que con “unos kilos de más”, pero sobre todo con el “corazón lleno de personas e historias entrañables e inolvidables, que permanecerán para siempre; y de recuerdos sublimes que me han hecho muy feliz”.
Siempre fiel a su lema episcopal (amar, servir y aprender), el prelado español reconoce que siempre se ha sentido “muy realizado” en su ministerio y se ha dejado “sorprender por el Señor y por los hermanos”, aplicando dos máximas pastorales: “No es tiempo de perder el tiempo’ y Busquemos al más Bello (Jesucristo), lo más bello (la vida de santidad) y a los más bellos (los hermanos y hermanas de camino”.
Tras pedir perdón “por mis pecados y limitaciones, por mis torpezas visibles y por mis omisiones”, Berzosa se deshace en elogios “al pueblo dominicano, a sus personas e instituciones, que ha sido muy generoso conmigo”, del que asegura: “He recibido muchísimo más de lo que haya podido, humildemente, aportar; mucho más de lo que merezco y de lo que pudiera devolver”.
Por eso, además de pedir sus oraciones, Berzosa da las gracias: “Sencillamente, me nace del corazón una sola palabra muy auténtica: ¡GRACIAS!”. Y se encomienda a la patrona de Dominicana: “Pido a la Virgen de la Altagracia, de la que soy un apasionado devoto, y a san José, su castísimo esposo, que siga practicando todas las virtudes y cualidades que este pueblo me ha enseñado”.
La carta de monseñor Berzosa
SANTO DOMINGO, 31-01-2024
En esta vida todo tiene un comienzo y un final; es la Providencia la que rige el tiempo y los destinos. Para este servidor ha llegado el final de la rica y fecunda experiencia misionera en República Dominicana. De forma confidencial, y totalmente reservada, le comunico que marcho para España el día 21 de febrero.
Vine ligero de equipaje, sin hacer mucho ruido, y me voy ligero de equipaje sin querer hacer mucho ruido. Con algunos kilos más en mi carne, por lo bien tratado que he sido. Mi corazón está lleno de personas e historias entrañables e inolvidables, que permanecerán para siempre en él; y de recuerdos sublimes que me han hecho muy feliz.
En mi ministerio episcopal me he sentido muy realizado, fiel al lema “amar, servir y aprender”. Cada día, en fidelidad y constancia, he disfrutado la novedad y las novedades. En verdad, me he dejado sorprender por el Señor y por los hermanos. Muy especialmente, por mis hermanos obispos, comenzando por nuestro entrañable y querido Sr. Arzobispo, por los sacerdotes, por tantos consagrados y consagradas buenos y santos, y por los laicos en parroquias y en movimientos eclesiales, tan vivos como fecundos.
Se han hecho realidad las dos máximas que he venido repitiendo desde el inicio en estas tierras: “No es tiempo de perder el tiempo” ... “Busquemos al más Bello (Jesucristo), lo más bello (la vida de santidad), y a los más bellos (los hermanos y hermanas de camino)”.
Pido perdón a Dios, y a ustedes mis hermanos y hermanas, por todos mis pecados y limitaciones, por mis torpezas visibles y por mis omisiones. A quien he molestado sin saberlo ni desearlo, también ruego perdón.
En verdad, este pueblo dominicano, en sus personas e instituciones, ha sido muy generoso conmigo. No es tópico ni son palabras huecas: he recibido muchísimo más de lo que haya podido, humildemente, aportar; mucho más de lo que merezco y de lo que pudiera devolver.
Sólo me resta, como repite una y otra vez nuestro querido Papa Francisco, encomendarme a sus oraciones. Donde quiera que vaya, conducido por los designios divinos y por la generosidad del Santo Padre, siguen contando con un amigo de verdad y un pastor que siempre quiso ser entregado y fiel, honesto y generoso. Sencillamente, me nace del corazón una sola palabra muy auténtica: ¡GRACIAS!
Pido a la Virgen de la Altagracia, de la que soy un apasionado devoto, y a san José, su castísimo esposo, que siga practicando todas las virtudes y cualidades que este pueblo me ha enseñado.
Mi último recuerdo obligado para mi Señor Jesucristo, y para Mons. Ozoria, sus auxiliares y su querida familia, quienes me han rodeado de afecto sincero y de atenciones. Me consuela que este adiós es sólo temporal y geográfico, y la fe y la esperanza de que estaremos juntos de nuevo y, además, por toda la eternidad.
Pido al Altísimo bendiciones y a Nuestra Señora de la Altagracia, todas las gracias que necesitamos para seguir peregrinando. Suyo siempre, en Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote,
+ Cecilio Raúl Berzosa Martínez, obispo misionero
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