"¿Y por qué no se meten a cura?" Los diáconos solteros (célibes) existen
"Existe un gran desconocimiento del diaconado, tanto en ambientes no eclesiales, como entre los cristianos más comprometidos"
"Pero la llamada al diaconado es una vocación distinta y propia, por eso se debe desterrar la idea de que todo soltero tiene que ir a sacerdote y la los casados se les permite que sean diácono"
"Cabe matizar que una vez recibido el sacramento del Orden ya no se tiene paso al del matrimonio, por eso todos los diáconos permanentes solteros, al igual que todos los sacerdotes hacen celibato
"Son muchos los solteros que sienten la vocación a diácono permanente desde una profunda inmersión en el estado civil, pero a la vez en el orden sagrado y porque escuchan la llamada a una vocación a ser imagen de Cristo siervo"
"Cabe matizar que una vez recibido el sacramento del Orden ya no se tiene paso al del matrimonio, por eso todos los diáconos permanentes solteros, al igual que todos los sacerdotes hacen celibato
"Son muchos los solteros que sienten la vocación a diácono permanente desde una profunda inmersión en el estado civil, pero a la vez en el orden sagrado y porque escuchan la llamada a una vocación a ser imagen de Cristo siervo"
No hace falta señalar que existe un gran desconocimiento del diaconado, tanto en ambientes no eclesiales, como entre los cristianos más comprometidos. Pues todavía menos conocida es la figura de los diáconos permanentes que no están casados, ya que al hablar de diáconos permanentes se relaciona enseguida con los diáconos casados, y al plantearles la existencia de estos diáconos célibes suele salir la pregunta: ¿Y por qué no se meten a cura?
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Tampoco es inusual que aparezcan hombres solteros que aseguran tener inquietudes por una posible vocación como diácono permanente, pero que esperan que siendo diáconos encuentren esposa y casarse.
Cabría comenzar señalando que en nuestra la Iglesia Católica Latina es usual relacionar al presbítero con el soltero y al diácono con el casado, pero esta simplista relación existe fundamentalmente por el gran desconocimiento que muchas veces se tiene sobre los matices jurídicos en la diversidad jerárquica de la Iglesia.
Cierto es que existe alguna diócesis que sólo admiten como candidatos a diáconos a los casados, pero habría que indicar que si un aspirante soltero solicitase al ordinario iniciar la formación, este debe contestarle de forma razonada la negativa, ya que estas directrices no son las propuestas en los documentos aprobados por la Santa Sede.
Y es que prohibir el acceso al diaconado permanente a un soltero en una diócesis en la que esté restaurado este ministerio, solo se entendería con el fin de que los solteros encaminen su vocación al sacerdocio, y esto podría interpretarse como si, el que se abriese la puerta a los casados a formar parte de la jerarquía, no fuese otra que una forma de paliar la falta de vocaciones a presbíteros. Y aquí es donde cabría subrayar que es un error entender el diaconado como un remedio a la escases de sacerdotes, ya que la razón por la que los padres conciliares vieron oportuno restaurar el ministerio del diaconado en su forma permanente no fue por la escasez de sacerdotes, sino por un deseo de renovación, de volver a las raíces de la Iglesia en la que la figura del diácono con su instauración apostólica y la importancia en los primeros siglos que llevó a que San Ignacio de Ántioquía asegurase que: “Sin los diáconos no se puede hablar de Iglesia” (Carta a los cristianos de Tralles II). No olvidemos que una de las razones que alegaron los reformadores protestantes al separarse de la Iglesia fue el haber perdido la figura del diácono.
Con el Concilio Vaticano II se apostó por una vuelta a los orígenes y a la división real de los tres ministerios que forman la jerarquía, consiguiendo que el diaconado fuese una vocación propia y distinta.
En cuanto a la formación, los documentos distinguen claramente entre el aspirante a diácono soltero joven, y el soltero maduro: “Para adecuar la formación al perfil del candidato, se hace una distinción entre dos grupos de aspirantes, separando los jóvenes solteros por un lado, y los solteros maduros junto con los casados en otro. Para los primeros será conveniente la creación de un instituto particular en el que vivan en régimen de internado “permaneciendo al menos tres años en una residencia destinada a esa finalidad, a no ser que el Obispo diocesano por razones graves determine otra cosa” (Código de Derecho Canónico (1983) Canon 236); para los solteros maduros y los casados se organizará la formación de tal forma que sea compatible con sus deberes laborales ordinarios mediante clases nocturnas, fines de semana, vacaciones etc.”
La llamada al diaconado es una vocación distinta y propia, por eso se debe desterrar la idea de que todo soltero tiene que ir a sacerdote y la los casados se les permite que sean diáconos. Cabe matizar que una vez recibido el sacramento del Orden ya no se tiene paso al del matrimonio, por eso todos los diáconos permanentes solteros, al igual que todos los sacerdotes hacen celibato. Y los casados, una vez ordenados, aunque enviuden o fuese reconocida una nulidad matrimonial, no podrán casarse.
"Cabe matizar que una vez recibido el sacramento del Orden ya no se tiene paso al del matrimonio, por eso todos los diáconos permanentes solteros, al igual que todos los sacerdotes hacen celibato"
Son muchos los solteros que sienten la vocación a diácono permanente desde una profunda inmersión en el estado civil, muchas veces porque tienen un trabajo y no quieren dejarlo, porque viven con sus padres o hermanos y prefieren seguir en una vida inmersa en el mundo, pero a la vez en el orden sagrado y porque escuchan la llamada a una vocación a ser imagen de Cristo siervo.