Empeñarnos en superar tantas discriminaciones
Muchas realidades se podrían nombrar donde las discriminaciones están a flor de piel. A nivel político, por ejemplo, independiente de las políticas que puedan ser buenas o cuestionables, muchas veces la gente vota por el candidato que representa un tipo de superioridad, sea étnica, económica o cultural. Y esta misma actitud se repite en otros escenarios en los que los imaginarios, mentalidades, misoginias y discriminaciones que todavía vivimos en la sociedad, siguen presentes. Aunque algo se ha superado y va resultando más normal ver a mujeres o a negros o a indígenas aspirando a un cargo de representación o siendo protagonistas en diferentes estamentos, todavía sigue siendo difícil que estas discriminaciones -que se han consolidado con tanta fuerza a lo largo del tiempo- no condicionen esos procesos.
Martín Luther King, decía que tenía “el sueño de un mundo nuevo en el que la gente de color fuera juzgada por el contenido de su personalidad y no por el color de su piel” y tenía muchos otros sueños a favor de la fraternidad. Sería muy importante que todos también soñáramos con abolir todas esas discriminaciones, para que comience a ser un recuerdo "tan del pasado" que no escucháramos más que tal o cual persona es el “primer” negro, indígena o mujer que llega a una posición que ha sido por siglos, reservada a los varones blancos, ricos, etc. Pero para hacer realidad los sueños hay que trabajar por ellos, empujarlos, crear las condiciones para que se realicen.
Las llamadas “cuotas de participación” que se han establecido para garantizar que un porcentaje de personas que sufren algún tipo de discriminación, consigan algunas posibilidades, son criticadas por muchos diciendo que no se debe llegar a alcanzar un objetivo por una concesión en razón de algunas de las realidades anotadas, sino por sus propios méritos. Pero esto es muy ambiguo. Lógicamente, hay que contar con la preparación adecuada, pero si estructuralmente no se abren espacios y no se exige cumplirlos, será muy difícil que las realidades cambien. Las cuotas de participación nos alertan, nos interpelan y, de hecho, hacen efectivo, que un porcentaje que ha sido discriminado históricamente, pueda superar muchas dificultades y, tal vez, llegue a los espacios que de otra manera sería imposible alcanzar.
Los procesos sociales son muy lentos y la historia no se cambiará de la noche a la mañana. Pero los cristianos que decimos vivir el amor fraterno basados en que todos somos iguales ya que el “único” Maestro es Cristo, tendríamos que ser los promotores de esos cambios de manera más rápida y efectiva. Es urgente revisar todas nuestras actitudes y descubrir los rasgos de discriminación que podemos tener en ellas. Se ven muchas veces en nuestro actuar y se expresan en nuestros comentarios y uso del lenguaje.
Pero también hay que revisar nuestras estructuras eclesiales. Ahí sí que deberían existir las “cuotas de participación” no sólo por justicia sino por el amor fraterno que decimos vivir, testimoniar y anunciar. Es la única manera para que los estamentos de decisión de la iglesia cuenten con verdadera representación de la mayoría del pueblo católico que, como bien sabemos, cada vez es más pluricultural,pluriétnico y plurirrelilgioso y, lo que es mejor, cada vez más consciente de su dignidad y de su derecho y deber de participar en la construcción de la Iglesia como miembro pleno, como auténtico discípulo/a misionero/a. Son tiempos propicios para crecer en “evangelio” porque hay muchos desafíos pendientes que no deberían estar tan lejos de alcanzarse. Pero hemos de transformar las mentalidades y las estructuras para hacerlos posibles.