La crisis según Ortiz-Osés
Luis Garagalza
Universidad del País Vasco
Andrés Ortiz-Osés, filósofo y antropólogo, publica su último libro titulado “El duelo de existir” (Libros del Innombrable, Zaragoza 2013), tras su vuelta desde Deusto-Bilbao a Zaragoza, ya jubilado como catedrático emérito. De esta forma vuelve a sus orígenes aragoneses tras su periplo estudioso en Centroeuropa y su docencia en el País Vasco. Esta obra comienza mentando regreso “en carne mortal” desde el ámbito atlántico al ámbito mediterráneo, desde el mar Cantábrico al río Ebro, desde la introversión y la humedad ambiente a la extroversión y la sequedad climática.
Aquí se nos cuenta dolientemente cómo, tras casi 40 años de ministerio universitario en Deusto, el obispo (opusdeísta) de Bilbao y sus vicarios (nacionalistas) lo dejaron literalmente “colgado” en su jubilación tras el cierre de la residencia diocesana donde convivió decenios, pagando religiosamente un canon de extranjería, siendo finalmente “desahuciado” por no ser diocesano de modo poco humano y cristiano. Por suerte los jesuitas de su Universidad de Deusto lo acogen plenamente en el Colegio Mayor, trasladándose posteriormente al Seminario de san Carlos en Zaragoza, junto al recuerdo de Baltasar Gracián, la familia y los viejos amigos, donde se reinserta felizmente, prosiguiendo su actividad filosófica y teológica (por ejemplo en este Blog), así como concelebrando la llegada del Papa Francisco y su papado de misericordia y apertura frente a toda cerrazón y estrechez mental, toda intransigencia y fanatismo, toda violencia que lleva al terrorismo político y a la Inquisición clerical.
La tesitura geográfica y humana sirve de contexto vital al libro que comentamos, el cual sin embargo replantea la cuestión de nuestra crisis no sólo económica sino política y cultural, basada en la prepotencia de los prepotentes tanto del mundo como de la Iglesia, así como en la liquidación del ser y del valor por parte del tener y del poder. Los valores externos o exteriores se han cargado a los valores internos o interiores, de aquí que Ortiz-Osés critique no sólo a la modernidad sino a nuestra posmodernidad desalmada, en nombre de lo que denomina Intramodernidad o modernidad con alma y corazón.
Mientras que la (pos)modernidad se basa en una racionalidad abstractoide, nuestro filósofo reclama una racionalidad afectiva y cromática, interpersonal y encarnada (humanada). La humanización es el criterio tanto pagano como cristiano para evitar la deshumanización y la inhumanidad de la humanidad, abocada siempre de nuevo a un heroísmo fatuo y a un insaciable y ridículo deseo de dominio y atrapamiento, fatuidad y enfatuamiento. La crítica corrosiva a semejante corrupción propia de nuestra sociedad engreída, se realiza aquí filosófica y antropológicamente, en diálogo con el pensamiento actual, pero también a través del uso ingenioso o genial de aforismos, definidos por el propio autor como “máximas mínimas”.
La búsqueda del sentido y la crítica al sinsentido recorre esta obra original y creativa, criticando el deseo de una felicidad vacua o vacía en nombre de la interiorización del sentido. Como experto intérprete de nuestra cultura, Ortiz-Osés proyecta una visión transversal de las divisiones y contradicciones que configuran la vida humana, buscando un punto de relación capaz de relativizar los absolutismos y extremismos en una especie de “relacionismo” o ecumenismo de valores humanos o humanizados. Esta obra trata de abrir la encerrona de nuestra cultura con amor y humor, lúcida y lúdicamente. Porque más allá de la crisis, este es un libro de meditación existencial, en el que se replantea no sólo la llamada “muerte de Dios”, sino la muerte del hombre a manos del hombre, así pues el cainismo sea violento sea de guante blanco.
El libro se titula “El duelo de existir” porque se propugna trasformar el dolor pasivo de ser hombre en este mundo cruel y nihilista en un activo o dinámico “duelo de existir”. Se trata por lo tanto de convertir el dolor propio en duelo común o compartido, lo cual significa reconvertir la dolencia solipsista o individual en condolencia común o comunitaria, en busca de una solución social y política a través de una mediación cultural de carácter crítico. En donde la cultura funciona como culto secularizado a una razón afectiva, frente a la razón meramente efectista y abstraccionista.
Universidad del País Vasco
Andrés Ortiz-Osés, filósofo y antropólogo, publica su último libro titulado “El duelo de existir” (Libros del Innombrable, Zaragoza 2013), tras su vuelta desde Deusto-Bilbao a Zaragoza, ya jubilado como catedrático emérito. De esta forma vuelve a sus orígenes aragoneses tras su periplo estudioso en Centroeuropa y su docencia en el País Vasco. Esta obra comienza mentando regreso “en carne mortal” desde el ámbito atlántico al ámbito mediterráneo, desde el mar Cantábrico al río Ebro, desde la introversión y la humedad ambiente a la extroversión y la sequedad climática.
Aquí se nos cuenta dolientemente cómo, tras casi 40 años de ministerio universitario en Deusto, el obispo (opusdeísta) de Bilbao y sus vicarios (nacionalistas) lo dejaron literalmente “colgado” en su jubilación tras el cierre de la residencia diocesana donde convivió decenios, pagando religiosamente un canon de extranjería, siendo finalmente “desahuciado” por no ser diocesano de modo poco humano y cristiano. Por suerte los jesuitas de su Universidad de Deusto lo acogen plenamente en el Colegio Mayor, trasladándose posteriormente al Seminario de san Carlos en Zaragoza, junto al recuerdo de Baltasar Gracián, la familia y los viejos amigos, donde se reinserta felizmente, prosiguiendo su actividad filosófica y teológica (por ejemplo en este Blog), así como concelebrando la llegada del Papa Francisco y su papado de misericordia y apertura frente a toda cerrazón y estrechez mental, toda intransigencia y fanatismo, toda violencia que lleva al terrorismo político y a la Inquisición clerical.
La tesitura geográfica y humana sirve de contexto vital al libro que comentamos, el cual sin embargo replantea la cuestión de nuestra crisis no sólo económica sino política y cultural, basada en la prepotencia de los prepotentes tanto del mundo como de la Iglesia, así como en la liquidación del ser y del valor por parte del tener y del poder. Los valores externos o exteriores se han cargado a los valores internos o interiores, de aquí que Ortiz-Osés critique no sólo a la modernidad sino a nuestra posmodernidad desalmada, en nombre de lo que denomina Intramodernidad o modernidad con alma y corazón.
Mientras que la (pos)modernidad se basa en una racionalidad abstractoide, nuestro filósofo reclama una racionalidad afectiva y cromática, interpersonal y encarnada (humanada). La humanización es el criterio tanto pagano como cristiano para evitar la deshumanización y la inhumanidad de la humanidad, abocada siempre de nuevo a un heroísmo fatuo y a un insaciable y ridículo deseo de dominio y atrapamiento, fatuidad y enfatuamiento. La crítica corrosiva a semejante corrupción propia de nuestra sociedad engreída, se realiza aquí filosófica y antropológicamente, en diálogo con el pensamiento actual, pero también a través del uso ingenioso o genial de aforismos, definidos por el propio autor como “máximas mínimas”.
La búsqueda del sentido y la crítica al sinsentido recorre esta obra original y creativa, criticando el deseo de una felicidad vacua o vacía en nombre de la interiorización del sentido. Como experto intérprete de nuestra cultura, Ortiz-Osés proyecta una visión transversal de las divisiones y contradicciones que configuran la vida humana, buscando un punto de relación capaz de relativizar los absolutismos y extremismos en una especie de “relacionismo” o ecumenismo de valores humanos o humanizados. Esta obra trata de abrir la encerrona de nuestra cultura con amor y humor, lúcida y lúdicamente. Porque más allá de la crisis, este es un libro de meditación existencial, en el que se replantea no sólo la llamada “muerte de Dios”, sino la muerte del hombre a manos del hombre, así pues el cainismo sea violento sea de guante blanco.
El libro se titula “El duelo de existir” porque se propugna trasformar el dolor pasivo de ser hombre en este mundo cruel y nihilista en un activo o dinámico “duelo de existir”. Se trata por lo tanto de convertir el dolor propio en duelo común o compartido, lo cual significa reconvertir la dolencia solipsista o individual en condolencia común o comunitaria, en busca de una solución social y política a través de una mediación cultural de carácter crítico. En donde la cultura funciona como culto secularizado a una razón afectiva, frente a la razón meramente efectista y abstraccionista.