FRATELLI TUTTI o la encíclica del horror mundano.
| Pablo HERAS ALONSO
El papa argentino y a la vez franciscano sigue dando muestras de su pensamiento, acorde con la personalidad jovial, campechana y dicharachera que le caracteriza... siempre que no se le contradiga.
Ha lanzado al mundo un nuevo documento utilizando para su inscripción en el Denzinger palabras de su venerado San Francisco, al que quiere parecerse al menos en las palabras, porque viviendo donde vive jamás podrá emularle. Ni, en el fondo, lo quiera. Es más fácil repartir sonrisas y lanzar diatribas contra este infecto mundo que conseguir algo efectivo para que cambie.
He leído con detenimiento las 123 páginas que tiene este documento de “corta y pega”; he repasado una y otra vez párrafos de contenido no muy claro o de consecuencias imprevisibles; he subrayado y anotado... y, al final, no sé lo que pretende conseguir nuestro ínclito Francisco con este documento. Creo tener un conocimiento cabal de esta encíclica pero mucho sospecho que pocos a quienes más podría concernir se acerquen a su mensaje. ¿O sí? Parece ser que Donald Trump y Xi Jinping lo tienen como documento de cabecera. Y, si le insisten, también nuestros conspicuos Pedro y Pablo.
Ha habido un capítulo, el séptimo (Caminos de reencuentro) que me ha afectado personalmente, porque su lectura ha coincidido con los tres artículos de los últimos días sobre el emérito Fidel Herráez Vegas. Parecíame, como dicen los antiguos, que su juicio podría concordar con mi situación. Y una y otra vez asomaba en mi horizonte lo que se dice, que “del dicho al hecho hay gran trecho” y que “una cosa es predicar y otra dar trigo” y que “palabras sin hechos no son de provecho” o aquel más expresivo “linda mata de romero y era un cardo borriquero”.
Pero, en fin, dejemos esto para otra intervención. No puedo ahora sino bosquejar impresiones, porque “habría mucha tela que cortar” en casi todos los párrafos.
La primera impresión que uno saca de las muchas notas con que acompaña el pliego es que, como hemos dicho antes, es una Encíclica de “corta y pega”. Todo son citas y más citas, que luego apostilla con alguna que otra elucidación. Cierto que muchas de ellas son copia de escritos o discursos propios, pero eso no quita para que el discurso dé la sensación de estar escrito en un rollo.
Consecuencia de ello es lo deslavazado que resulta el discurso. Sí, cierto que todo está dividido en capítulos y cada capítulo en apartados, que a su vez se dividen en párrafos numerados. Pues bien, tales párrafos suelen estar inconexos entre sí, afirmando cosas bien distintas que nada tienen que ver con los enunciados.
Otro de los pensamientos que nos viene a la cabeza es si esta Encíclica revela tendencia o ideología de la propia Iglesia. Lo dudamos, por más que muchas de las afirmaciones las corrobore con citas del Nuevo o Antiguo Testamento. No parece, por ejemplo, que, cuando habla de economía, sea ése el pensamiento de quienes forman el Colegio Apostólico (englobemos cardenales y obispos en el mismo).
Uno de los capítulos que más pueden impresionar, justo al comienzo, es el que habla de “Las sombras de un mundo cerrado”. ¡Mamma mía! Su lectura causa angustia. Nunca el mundo fue tan malo como aquí se refiere. Mejor sería volver al pasado y refugiarse en Leibniz para quien este mundo era el mejor de los mundos (a la fuerza, no tenemos otro).
Causa angustia, pero ¿reflejan sus palabras la sociedad en la que la inmensa mayoría se mueve, trabaja, prospera y se relaciona? En modo alguno. Imposible que esa sonrisa papal con que nos muestran al bendito Francisco pueda parir la sarta de invectivas, de maldades, de peligros, de perversiones, abusos, infamias y sevicias que aquí se refieren. Verdaderamente la lectura de los números 9 al 54 produce una angustia insuperable.
Tampoco el pesimismo que destilan tales palabras puede casar con esa supuesta bondad argentina que a Francisco se le supone. ¿O la maldad argentina necesariamente ha de expresarse así?
Lo que muestra este capítulo primero es algo bien claro: Francisco escribe según lo que ve en televisión. Más aún, parece que Francisco la única televisión que ve es Telecinco, que es la reencarnación de aquel célebre periódico llamado “El Caso”. Y lo grave es que las deducciones posteriores se basan en ese primer juicio sobre el mundo. Es cierto que las noticias que más deslumbran o resaltan en los noticieros son las macabras, las fúnebres, las desagradables, las que chocan con los hábitos normales o con las leyes que nos rigen. Pero la sociedad no es así.
Tales “maldades” están presentes en nuestra sociedad, pero... ¡Francisco, ese mundo que Ud. refleja no es el real! Se podría haber elaborado otra Encíclica diciendo justamente lo contrario, con lo cual este mundo sería el mejor de los mundos y que éste es el camino por donde debe transitar la humanidad.
Ah, ya... para eso está la Iglesia, para esparcir por el mundo, primero, el mensaje de salvación y luego la gracia que nos ayuda a ello.