Más Santos Padres contra la Iglesia.
| Pablo Heras Alonso.
Hemos entresacado vida y costumbres de papas llamados “Juan”, pero la conducta y la manera de regir la Iglesia de los papas de los siglos X y siguientes no fue muy diferente. Fue una época en que podría haber desaparecido la Iglesia, podridos sus grandes dignatarios, papas, cardenales y obispos, y a ejemplo suyo los directamente ligados al pueblo, párrocos y demás por escándalos, asesinatos, simonía, avaricia, concupiscencia y demás hechos nefandos.
Eso sí, seguía teniendo la asistencia del Espíritu Santo y la seguridad de las promesas evangélicas sobre las puerta del infierno… si es que el infierno no tenía sede y patronos en el mismo Vaticano.
Se ha constatado o deducido que todos aquellos que estuvieron muy poco tiempo gobernando, terminaron asesinados o encarcelados. Uno de los casos más chuscos fue, quizá, el del papa Lucio II (1144-1145), que murió de una pedrada cuando asaltaba el Capitolio, enfrentado a las autoridades civiles de Roma.
Juan XIV, 983-984. Al igual que su predecesor, fue aupado al poder por el Emperador Otón II. Sus adversarios consiguieron su destitución y el nuevo papa, Bonifacio VII, lo encerró en Santángelo donde lo dejó morir de hambre o quizá estrangulado.
Juan XV, 985-996. Era hijo de un presbítero. Con el apoyo de Otón III fue elegido papa, aunque el dictador de Roma, Crescencio II Nomentano lo desterró. Las tropas de Otón III lo reintegraron a Roma. Los romanos lo acusaron de corrompido, venal y nepotista.
Juan XVI, 997. Opuesto a Otón III, éste lo tildó de papa ilegítimo, antipapa. Fue capturado por sus tropas que le arrancaron la nariz, los ojos y la lengua.
Juan XVII, 1003.Antes de ser sacerdote estuvo casado y tuvo tres hijos, que luego fueron obispos. Sólo duró su papado seis meses, sometido al arbitrio del gobernador Crescencio.
Juan XVIII, 1004-1009. El tirano de Roma, Crescencio III lo elevó a papa y lo destituyó después. Como hecho positivo, consiguió la unión con Bizancio.
Juan XIX, 1024-1032. Durante el papado de su hermano Bonifacio VIII ejerció de “cónsul, duque y senador de todos los romanos”. A su muerte y a pesar de ser laico, su otro hermano Alberico le nombró papa de Roma, recibiendo en un día todas las órdenes sagradas y la de obispo. Una sublevación popular lo expulsó de Roma, aunque el emperador Conrado II respaldó su vuelta. Rompió la relación con Bizancio. Un historiador eclesiástico resume escuetamente su papado: “Deshonró a la Iglesia”.
En la cronología de los papas no existe Juan XX.
Juan XXI, 1276-1277. Nacido en Lisboa fue un célebre científico de su tiempo, conocido como “Petrus hispanus”, destacando en medicina y matemáticas. Hombre piadoso y muy trabajador, murió al derrumbarse unas obras que se estaban realizando en su palacio de Viterbo.
Juan XXII, 1316-1334. Papa después de dos años vacante la sede de Roma. Como su predecesor, residió en Avignon. Fue un célebre jurista. Se le recuerda por su amor desaforado al dinero, por elevar de manera desmedida el número de impuestos y por sus disposiciones recaudatorias, con lo que llegó a ser inmensamente rico. Determinó que a la muerte de cualquier obispo o canónigo, sus bienes pasaran a la Santa Sede: bulas Ex debito, Si gravanter advertitis y Execrabiles. En la bula Cum inter nonnullos afirma heréticamente que, aunque Cristo vivió pobre, no negó el derecho de propiedad, enfrentándose al movimiento de los franciscanos espirituales, sus enemigos declarados. Hechos notables de su papado: a un obispo acusado de que “había matado con brujerías a su sobrino”, mandó que le despellejaran manos y cabeza; a un franciscano que predicaba la pobreza, lo hizo bajar del púlpito y lo encerró en la cárcel; al antipapa Nicolás V, nombrado por Luis de Baviera, consiguió apresarlo, con una soga al cuello lo trajo ante él con falsas promesas de respetar su vida, le perdonó, sí, pero lo encerró en prisión hasta que murió; afirmó que los justos no gozarían de la visión de Dios hasta el juicio final, afirmación que llevó a los “espirituales” a acusarlo de herejía. Su teocracia fue combatida por humanistas como Juan de Jandún, Marsilio de Padua y Guillermo de Occam. El pueblo de Roma, apoyado por el emperador y descontento por residir en Avignon, depuso al papa, aunque sin consecuencia práctica alguna.
Juan XXIII, 1410-1415. Fue declarado antipapa y depuesto en el Concilio de Constanza (1414), que él mismo había convocado. Dicen de él las Actas:
“Desde su juventud, cuando aún se llamaba Baltasar Cossa, fue desvergonzado, impúdico, mentiroso, de mala índole, rebelde hacia sus padres. Pagó por el cardenalato grandes sumas de dinero. Fue un tirano para extorsionar y exigir rentas. Despobló las tierras de la Iglesia y empobreció a sus súbditos… Despreciaba los divinos oficios como si fuese un pagano. Y si alguna vez celebraba misa, lo hacía a toda prisa, como en las misas de cazadores…Cometió incesto con la esposa de su hermano, sacrilegio con monjas, estupro con vírgenes y adulterio con mujeres casadas”.
Tuvo que huir de Constanza disfrazado de palafrenero, aunque fue capturado, pasando cuatro años en prisión. Logró salir previo pago de una considerable fortuna. Extraña que ante estas acusaciones alguien pueda llegar a papa; pero extraña más todavía que su sucesor, Martín V, permitiera que continuara dentro del círculo papal como cardenal. Juan apeló a la misericordia de Martín, se postró ante él, besó su pie… y consiguió lo que deseaba.
Juan XXIII, 1958-1963. Es suficientemente conocido, sobre todo por su innata bondad y espíritu conciliador. Fue elegido como papa de transición después del carismático Pío XII, pero ha pasado a la historia como uno de los más influyentes en la Iglesia, al convocar el concilio Vaticano II. Promovió la unión de los cristianos, la reforma del Derecho Canónico y la administración del Vaticano, aunque poco consiguió en estos tres asuntos.