Veamos otros aspectos indefendibles.

Si bien la actividad de la Iglesia es digna de elogio, reiterándolo dicho en días pasados,  hemos de admitir otras consideraciones, para poner las cosas en su sitio, para equilibrar la balanza y para cohonestar actitudes que en este espacio digital se dan.

Se confunde religión con status, Iglesia con iglesias, comunidad de creyentes con organización de los mismos…  La “masa fiel” es algo muy distinto a la “casta fiel”. La comunidad de creyentes ha derivado en Multinacional que extrapola tareas que no parecen caber en sus estatutos fundacionales.

Esa actividad asistencial y cultural que alabamos NO es tarea consustancial al cristianismo, ni a cualquier religión, ni es su esencia y su fundamento. Léase el Evangelio de otra manera.

La deriva de todas las religiones “bien” organizadas es la de copar campos asistenciales a los que el Estado no llegaba. Que a la vez era “su negocio”. Cuando éste se ha ocupado de ello, se han ido retirando.  Está bien que así haya sido, pero el colectivo creyente no se justifica con tales actividades: no nacieron para eso.

No sólo es vituperable la acumulación de una inmensa riqueza por parte de la Iglesia, que se daba hasta puntos impensables y que el pueblo vislumbra pero no conoce. Era peor y menos soportable por el pueblo  el control de las conciencias y erigirse en policía social, moral y cultural. Intolerable. Una deriva de tal actividad fue la “tópica” Inquisición.

Tal como dice H. Kamen, lo de menos fueron los atormentados por la Inquisición, que en comparación con las guerras de religión europea fueron una minucia (aunque tampoco es defendible): era peor el miedo que   generaba y el sentirse el pueblo constreñido y atenazado.

No podía  opinar de nada que rozara la creencia oficial; estaban sometidas las publicaciones al arbitrio intelectual de unos pocos; era general el temor a la denuncia por hablar de algo que muchos reprochaban  al estamento clerical o de verdades de las que dudaban.  Es algo que se vislumbra en cualquier libro, novela u obra de teatro de la época.

La religación histórica, el poner en el mismo carro los asuntos temporales con lo que el cristiano debía creer y practicar, llegó a tal punto que reyes, príncipes y nobles eran condenados con excomunión por veleidades del obispo o papa de turno. Era la coacción ejercida a beneficio de inventario. Coacción que tenía efectos letales en la relación pueblo-autoridad.

Y si del pasado retornamos al presente, llevando en las alforjas el depósito doctrinal del pasado que se quiere hacer productivo en el presente, el asunto chirría de tal manera que la religión, las religiones, con razón retroceden a pasos agigantados:.

Existen aspectos de mayor peso histórico y doctrinal para luchar contra las creencias que las religiones esgrimen: el solucionario de las religiones, de la “nuestra” y de todas contiene recetas que sirvieron en el pasado sin virtualidad para el presente, incluso el presente “pasado”.

Llos mitos que ellos sostienen como verdad ya no tienen base en nuestro mundo: la agricultura y la caza son hoy sectores productivos minoritarios; la dependencia de los elementos climáticos es hoy soslayable; sus remedios psicológicos se mueven  en el “efecto placebo”; engañan las conciencias y las mentes de niños y personas sin cultura con enseñanzas intragables.

En la esencia de la Iglesia está la predicación, pero ésta se limita a tratar de enseñar verdades que ya no se las cree nadie; mistifican o funden religión con moral, afirmando sin ambages que si falta la una cae la otra.  

No vamos a hablar del ritual que llevan a cabo “ad intra”. Esos ritos son impresentables en nuestra civilización. La mayor parte son incomprensible para el vulgo y hasta muchos de ellos resultan ridículos.

Algo dice el hecho factual de que las masas de los pueblos civilizados y más avanzados estén huyendo de las prácticas religiosas. 

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