Yolanda y Bergoglio o Vicepresidenta y Jefe de Estado.

Dicen que Yolanda Díaz ha sido recibida por el Papa Francisco.

Perdóneseme la ausencia, pero mi estancia en el Penedés me ha trastornado las ganas de “trabajar”, sumido como estoy en la comprobación de cómo banderitas con estrellita, lazos amarillos y lengua invaden el paisaje todo. Bien es verdad que a la hora de comprar el pan y la chicha, me entendieron perfectamente en mi castellano crematístico.

Dicen que Yolanda Díaz ha sido recibida por el Papa Francisco. Después de darle vueltas al asunto, ver fotos y refotos, deduzco que fueron dos personas particulares, vestidas cada una de ellas con vestimentas  “ad hoc”, es decir, teatrales, y en un escenario también teatral, las que charlaron de algo que ninguna de las dos siente ni padece.

Visto bajo otro punto de vista, sin caer en extravagancias escénicas, también pudiera ser  que se entrevistaran una Vicepresidenta de Gobierno y un Jefe de Estado para solucionar problemas comunes, la una para que el Papa convenciera a los fieles católicos españoles de las bondades de la Reforma Laboral y, a su vez, Yolanda asegurando al Papa  que ningún comunista entraría jamás, tetas al aire, en capilla católica alguna.

Se supone que el papa es creyente; se sabe que Yolanda Díaz no lo es. ¿Tienen algo importante en común, como políticos que son?  Pero sí tienen en común ser ambos personas humanas, trabajar por conseguir el mayor bien para la humanidad… ¿Es eso cierto? Puede, pero también eso es algo común a cualquier individuo miembro de la especie humana. La visita de la una hacia el otro, es de suponer,  debería haberse centrado en dar solución a algo que a ambos les afecte.

Ya que fue Yolanda la que visitó al Papa, lo lógico es pensar que Francisco le preguntara: “Yolanda, amor, ¿a qué has venido? ¿Qué quieres de mí? ¿En qué puedo ayudarte? ¿Qué problema me traes al que yo pueda dar solución?” Seguro estoy de que no fueron así las cosas. Lo que sucedió es que ambos manifestaron con sonrisas su mutuo amor.

Pues sí, creo que había un elemento emocional, empático y simpático que sonrisas tan desmesuradas pusieron de manifiesto: el papa, harto de convivir con tantos vejestorios que todavía se visten por la cabeza sin ser mujeres, se sintió  “muy a gusto” y ofreció asiento, sin mesa de por medio,  a una dama elegante, guapa, sonriente, bien vestida… a la que, además, veía algo así como rendida a sus pies. Oh, qué maravilloso momento para ambos. ¡Qué emocionante! (Yolanda dixit). Faltó poco para que se besaran y lo habrían hecho si no hubiera habido “moros en la costa”. Aunque la verdadera mora fuese la señora Díaz.

Pero el tiempo de los dirigentes políticos es muy precioso ¿y qué había de común entre los dos? Nada. ¿Qué beneficios resultaron para la nación española y para el imperio católico? Ninguno ¿Qué queda de tan alta confraternización? Nada. Sí, una foto que Yolanda pondrá en la mesa de su despacho.

Para no alargar algo que no merece más comentario, queden aquí consideraciones que en otros espacios han sido motivo de editoriales: las sonrisas mutuas, los 45 minutos de audiencia, los recuerdos de recibimientos emocionados por parte de Francisco o Bergoglio (Cristina Kirchner, Evo Morales y algún otro de la “cáscara amarga”); el evidente y repetido deseo del papa de hacerse querer (o perdonar de su predecesor JP2) contentando al enemigo; quizá por parte de Yolanda el velado propósito de hacer amable, y elegante, al comunismo; el modo de hacer publicidad de su persona para ascender, adquirir protagonismo o subir un peldaño en su escalafón político; los gestos de ambos, la forma de darse la mano, la expresión “muy emocionante”, el sentarse esquinados; el informe que Yolanda habrá presentado a su “verdadero” jefe…  Temas, uno por uno, estrujados por “los medios”.

Y los asuntos de que habrán hablado, que es mucho suponer: la reforma laboral de Yolanda que tanto bien traerá a la clase trabajadora, dado que muchos, al dejar de trabajar, dispondrán de más ocio y tiempo libre; y respecto a las inquietudes del Papa, el momento de esplendor que vive la Iglesia católica en España. ¿Seguro que han hablado de esto?

Bueno, para terminar, traslado aquí la “vivencia” de tal acontecimiento “histórico”: he preguntado su parecer a dos personas con las que he estado charlando de otros asuntos menos triviales y, respecto a tal visita, la una me ha dicho: “Me la suda” y la otra: “Me importa tres c…”. Pues eso.

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