Y ahora Ucrania.

Es triste, pero dependemos de aquellos que nos gobiernan. Y los que nos gobiernan son reos de su propio pasado, de sus ínfulas, de sus neurosis, de sus sueños, de sus dolencias físicas y mentales... ¿Hemos pensado en el porqué de un tal Putin? Nos encontramos ante la estupefacción de lo que vemos o la estupidez de lo que no pensamos. 

Parece que el sopor crítico no lo está despertando una guerra que incluso no creemos que sea siquiera guerra. ¿O todavía seguimos en ese sopor que nos procura nuestro estado del bienestar? Nos lo advierten mentes algo más críticas que las nuestras, que reflexionan sobre las raíces de los acontecimientos: hay un modo de entender la vida y la historia que quiere tragarse al nuestro sin que nosotros nos demos cuenta o no queramos darnos cuenta.

Hay un país que hoy mismo está sufriendo algo que para nosotros es lejano, la destrucción de su bienestar, el desarraigo de tener que dejar la propia tierra y el hecho terrible de ver cómo vidas jóvenes terminan su periplo vital sin haber realizado sus sueños juveniles. En otras palabras, hay un país en el que están muriendo jóvenes que lo defienden, miles de personas que huyen de sus casas, bombas que destruyen los medios que les ayudan a vivir.

¿Qué pensamos de Ucrania? ¿O solamente lamentamos cosas que aparecen en TV como si fueran episodios de series televisivas? ¿Nos preguntamos el porqué? ¿Hacemos crítica de quién ha provocado este drama? ¿Inquirimos las causas? ¿Podemos culpar a alguien?

Creo que no, que vemos lo que sucede con impasibilidad, la impasibilidad del que sólo ve lo que ve y ve todo desde lejos, del que cree que eso no puede suceder aquí, del que siente empatía por los que sufren porque están a miles de kilómetros de nosotros.  O la impasibilidad del que piensa en algo inevitable, como si de un terremoto o un incendio forestal se tratara: ¡son cosas que suceden! ¡No podemos hacer nada ante eso! O bien ¿qué podemos hacer nosotros si no podemos hacer nada?

Y lo peor de todo, que incluso hay mentes descerebradas que comprenden las razones del que todo eso provoca, porque la víctima se lo merecía por ser anteriormente el que había provocado al ahora provocador.  Sí, hay quien quiere hacerse perdonar por el matón de turno. ¿O no dijeron algo parecido los que ayer se manifestaron en la Puerta del Sol, aunque fueran pocos?

Debemos despertar de nuestro letargo biempensante y de bienestar asegurado.  Europa parece que sigue en el sueño o aturdimiento que la II Guerra Mundial provocó, algo parecido a lo ocurrido en los “felices años 20” mientras ante nuestros propios ojos el monstruo nacido años antes, Octubre de 1917, ahora ha despertado de su propio letargo invernal.

Despertado quizá no sea exacto, porque, a decir verdad, nunca había dormido, se había dedicado a hacer “turismo necrofágico” por regiones también alejadas de nosotros: Corea, Vietnam, Cuba, Camboya, Venezuela… incluso perdedor en la España del 39 generando el efecto contrario. A fin de cuentas, el monstruo esparció por todo el orbe sus cachorros y  arrapiezos nacidos en la caverna donde se había escondido. Ese monstruo ayer se llamó Lenin o Stalin, hoy se llama Putin.  Les gustan los bisílabos y la desinencia “in”.

Pero no, no es aceptable personificar el mal, aunque el mal lo provoque quien ha conseguido el máximo poder. ¿Y pensamos cómo y por qué ha llegado a conseguirlo? Si lo pensamos, podemos ser capaces de decir que el mal está en aquellos que construyeron tales escalafones dentro de un edificio de pensamiento, creencias y fabulaciones –el sistema—perverso y criminal contra el que hay que alzarse y luchar.

¿Y nosotros, los panzudos españoles? ¿Vivimos en el mejor de los mundos?  Claramente digo que no, que los lebreles que nacieron en las cavernas rusas también los tenemos aquí en España.  Y su veneno ha emponzoñado demasiadas mentes acríticas que ni tienen sentido de la historia, ni tienen empatía con los que sufren, ni se dan cuenta de las funestas consecuencias que acarrearía su proceder… si les dejamos.  

Será fuerte decirlo, pero el grito que tantos “Stop War”, “Stop it, Putin” y similares tópicos exhibe, debe ser un rotuno NO AL COMUNISMO que tales monstruos pare, del verbo parir.  El comunismo no es ningún “idealismo” o “utopía”, es ya un “sistema” devorador y genocida a desterrar de nuestro pretendido ideal, primero de bienestar  y, antes, de pensamiento.

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