El balido de la oveja descarriada: ¿a qué oveja se refiere?

Se me pasó. Fue el domingo 12 de septiembre cuando debería haber aparecido esta reflexión.Pero como "nunca es tarde", vaya lo otro por lo uno, el recuerdo con la oportunidad.



Hay un relato en los Evangelios, el de La oveja descarriada, que, aparte de la perplejidad que ha provocado, ha llevado a los rectores de la fe a contradicciones sin cuento y de hecho ha sumido al cristianismo en una esquizofrenia vivencial que, contradiciendo el espíritu de la parábola, la Iglesia ha resuelto a favor del “tinglado”.

Son noventa y nueve las ovejas buenas y “cumplidoras”; una, en cambio, ha seguido caminos torcidos, léase, pervertidos. Las noventa y nueve dan de comer al “estamento”. Por ello se merecen un trato exquisito. ¿Y esa “una”?

¡Horror! En palabras del propio fundador es la que más “alegría” procura en el cielo si es recuperada.

¡Ya son ganas de fastidiar las de Cristo! Un contrasentido que conduce a la lógica crisis.

La Iglesia organizada se mueve en una dinámica contraria a la búsqueda y a la alegría de la recuperación: su esfuerzo se centra en guiar a los fieles hacia la perfección, hacia la santidad... sin volver la vista atrás, impropia de quien empuña el arado de la santificación.

Porque, profundizando o quizá delimitando el término, ¿quiénes constituyen el colectivo "descarriado"? Veamos posibles casos:

--¿Los que fueron llamados por el Señor a la vocación religiosa y abandonaron? No, éstos son los de "la vista atrás" y no pueden considerarse "descarriados".

--¿Los que tuvieron fe y la fueron dejando apagar? Tampoco: éstos cuadran más bien con la sal que se volvió sosa y no sirve para nada.

--¿Los que por reflexión han llegado a ver la vacuidad de los credos? No, éstos son los volterianos y masones irrecuperables. Éstos cuadran más bien con "no penséis que he venido a traer la paz a la tierra..." Deben ser combatidos y extirpados.

--¿Los burócratas del credo que se procuraron una barragana en el pueblo de al lado para, como el rey David, tener "calor de hogar" en las noches invernales? Quizá, pero a éstos mejor esconderlos ya que constituyen piedra de escándalo y tampoco es cuestión de atarles una piedra de molino al cuello y arrojarlos a la mar.

--¿Los pederastas irredentos? No, que a éstos mejor será redimirlos con unos cuantos dólares americanos.

--¿Los que han cometido algún pecadillo, perdonable sin más, con acercarse a la pila de agua bendita? No, éstos no cuadran.


¿Alguien puede definir al descarriado? ¿O, como en tantas cosas, el Señor Jesús se equivocó no valorando el momento histórico que siempre hay que tener en cuenta, la Iglesia temporal, el andar con prudencia de serpiente frente a los enemigos que acechan?

También habría que dilucidar por qué habla de "oveja" --femenino-- y no de "corderos descarriados" --masculinos ellos--, que los tiros pueden ir por ahí. De hecho la Iglesia siempre ha tratado de recuperar "amorosamente" a cuantas brujas y endemoniadas ha encontrado por el camino.

Pero, en fin, descarriados hay. Y la Iglesia sabe dónde están. Pero es el caso que antes tales "descarríos", en el fondo y en la forma dicen de tal oveja:

--¡Allá ella que se ha marchado!
--¡Culpa suya es!
--¡Ella lo ha querido!...
--¡Ay de quien se atreva a salir a buscarla! Ese tal ha de saber que deja en vergüenza a los demás pastores que no son menos por dedicarse a las noventa y nueve.


El que salga a por la descarriada, deberá abandonar el camino trillado, el camino que marca la institución para salvar las almas; quizá tenga que convivir con elementos nada fiables; deberá inmiscuirse en mundos fuera de toda norma; se expone a peligros sin cuento, puede perder su propia fe...

¿Qué hacer? La solución de siempre:

--Nosotros nos quedamos aquí --más apartados cuanto más encumbrados-- y mandamos a buscar la oveja perdida a algún inconformista o extravagante de los que abundan entre los nuestros; luego le hacemos un homenaje y hasta podemos elevarlo a los altares... Si ambos se pierden, ¡como ya estaban perdidos de antemano, no pasa nada!.
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