A la búsqueda del espacio común.

Es un tema recurrente en blogs, artículos de prensa y en charlas de café. Sin embargo, frente a lo que muchos exaltados demandan, es general el respeto ciudadano hacia el mundo creyente, a sus manifestaciones y hacia sus "posesiones". 

Terminábamos el día pasado hablando de "consecuencias", unas, las que derivarían de consentir credulidades agresivas, como pueden ser las islamistas crecientes cuando en determinados lugares son mayoría.

Pero hay otras, relacionadas con poso cultural católico. Se presupone que el sesgo de la credulidad ferviente de ese 20% residual católico, que ya es bastante menos si de cumplimiento dominical hablamos, no entorpezca ni atore el normal uso de su inteligencia. Y comprendan lo que aquí se dice. 

El respeto debe ser mutuo cuando de analizar asuntos comunes se trata, sean éstos coincidentes o divergentes pero que afectan a todos.

Tal respeto no es sólo "de pura tolerancia" mutua de creencias, porque ésta se da por supuesta. Se trata de hechos, actuaciones, tiempos, espacios, realidades, prácticas sociales... Porque, sí, la religión católica está incrustada en nuestra sociedad más de lo que muchos pueden percibir si son capaces de caer en la cuenta, que no siempre.  Pensemos en el arte.

Han de sacarse otras consecuencias cuando de "disfrutar" de lo que es común se trata, es decir, cuando tengan que convivir el 20% de crédulos fervorosos con el otro 20% de convictos de raciocinio en el mismo espacio. No son palabras mías, aunque en cierto sentido las comparto. Son más radicales de lo que yo diría. Las copié de no sé dónde:  

Los creyentes dicen que se deben conservar y preservar espacios ya sacralizados y nadie les niega que mantengan sus espacios propios: catedrales, iglesias, ermitas, cenobios, monasterios, palacios episcopales, sedes de congresos y retiros, centros educativos, emisoras, editoriales, tiendas... Pero ¿la cima de un monte, un cruce de caminos, una plaza del pueblo... son espacios sagrados? No. Por lo tanto, fuera de ahí cruces y Sagrados Corazones. ¿Puede existir un término medio, un punto de encuentro, un ceder de ambos?

Las consecuencias de tal respeto inciden en hechos de la vida corriente que se siguen manteniendo, pero no por ello se pueden obviar. Pongo dos ejemplos:

1. Escuela pública. Yo defiendo, sí, su enseñanza, pero sólo de cultura religiosa. No es de recibo la ignorancia que muestran la mayoría de los turistas cuando visitan catedrales, conventos o museos. Eso sí, si quieren la otra a la que tienen derecho, la que enseña sus "verdades", la pueden tener en las catequesis parroquiales, en los colegios privados o en horas extra. Comparemos, para saber de qué va la cosa, lo que aparece en textos escolares: “Dios creó el cielo, la tierra y al hombre”, frente a “la Iglesia católica dice que Dios creó el cielo, la tierra y al hombre”.

2. Catedrales, iglesias, ermitas, iglesias rurales, conventos. Constituyen el mayor patrimonio arquitectónico y artístico de España. Por desgracia vemos cómo muchos de ellos sufren un deterioro que no se puede admitir. No podemos olvidar el desastre de las diversas desamortizaciones. Son propiedad de la Iglesia, pero ésta no puede hacerse cargo de su reparación, a veces ni siquiera de su mantenimiento o custodia. Debe intervenir el Estado. Y si piden que el Estado se haga cargo de su reconstrucción o de su mantenimiento –necesario y obligado, como decimos-- tales edificios deben pasar a titularidad compartida y, en parte, a disposición del Estado: salas de reunión, conferencias, exposiciones, conciertos... y, sólo en parte o en determinados momentos, al “culto divino”.

No quiero alargar estas reflexiones, pero se me ocurren otros muchos asuntos relacionados con ese “espacio común” compartido: la colonización del paisaje; estatuas o cruces en los montes o en lugares señeros de la ciudad; procesiones (y no de Semana Santa); determinadas fiestas religiosas entre semana; condiciones fiscales de la Iglesia (nuevo Concordato); la intromisión en asuntos políticos desde la tribuna dominical; la colonización de calles (un ejemplo, Pza. de Cristo Rey), etc.

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