Investigar sobre Jesús y Jesucristo.

En todo estudio concienzudo de cualquier asunto que se trate, ciencia o religión, siempre se llega a unos principios elementales o más bien a un compendio final que sintetiza todo lo que uno ha rebuscado, analizado y descubierto.

Exactamente es lo que sucede cuando de hablar de Jesús o de Jesucristo se trata. Quizá estos dos nombres pudieran sintetizar lo que queremos decir: Jesús como individuo que existió en un tiempo y un lugar; Jesucristo como elaboración de un personaje a través de un largo decurso de siglos.

Dos alternativas, pues, cuando de hablar de Jesús se trata, premisas o hipótesis de trabajo para dilucidar y sacar algo en claro sobre el asunto:

  1. Existió como individuo histórico, como persona real, como alguien como nosotros, que nació y vivió
  • en el seno de una comunidad judía
  • en un tiempo en que estaban oprimidos por los romanos
  1. Personaje inventado a partir de numerosos precedentes literarios:
  • La comunidad primitiva cristiana y judía elaboró su mesías, un nuevo Moisés o Elías, a partir de referencias del A.T.
  • Los escritos fundantes de Pablo de Tarso que elaboró su modelo influido tanto por su condición de judío culto como encuadrado dentro del ámbito helenístico.

A estas dos escuetas alternativas, se pueden añadir otras dos  haciendo una simbiosis de las anteriores.

De la realidad al mito. Existió realmente pero fue transformado en personaje irreal, en mito. Esta tercera opción pretende aunar las dos alternativas primeras y es la postura que hoy mantienen cuantos escriben sobre Jesús sin posicionarse como creyentes sino como investigadores. Admiten, por deducción de las fuentes creyentes, es decir, del Nuevo Testamento, que no se puede escribir tanto de un personaje que ha sido eje e inspiración de la Historia sin que tenga un sustrato real.

 2. Del mito a la realidad. Un camino a la inversa es el de aquellos que no les interesa o prescinden de las disquisiciones sobre realidad o no de Jesús y que el personaje que vivió en Galilea importa poco o nada. Para ellos es otra cosa, el Salvador, el Enviado en el que se cree, el Verbo. En definitiva, Jesús es Dios. Pero luego viene la elaboración: a partir del personaje creído y adorado, le atribuyen y adornan con rasgos y cualidades humanas, citando lugares, hechos razonables o personajes citados en fuentes ajenas. He ahí el personaje histórico.

A la primera cuestión los más radicales responden que puede que Jesús existiera, pero como no sabemos nada de tal personaje no merece la pena perder el tiempo en conjeturas o en investigaciones de fuentes que están cegadas y secas. 

Otros, sin manejar documentos por inexistentes pero afirmando la más que probable existencia de Jesús, elaboran un supuesto individuo extrayéndolo de lo que ya se conoce, la sociedad de ese tiempo, el modo de vida, el culto en el templo y la sinagoga, los “profetas” o predicadores ambulantes, la sumisión al poder romano, el clima insurreccional existente, etc.

La segunda posición afirma que Jesús o Jesucristo es una invención simple y pura de mentes calenturientas o de imaginaciones trastornadas. Posiblemente sea éste el caso de Pablo de Tarso. Tiene una visión y escribe por “inspiraciones” de Dios. En este caso el investigador se siente autorizado a indagar de dónde proceden las fuentes inventivas.

Partiendo de una de las disyuntivas, la de que no existió realmente, ¿qué se puede deducir de los escritos que a él se refieren? Éste es el meollo de la cuestión porque si nada realmente se sabe del personaje Jesús, no se puede admitir nada de lo que de él se afirma.

Todo serán invenciones, cuentos morales, alegorías de lo divino, añadidos y centones de cuantos escribieron Evangelios y Cartas o compilaciones de escritos apologéticos o ejemplarizantes.

Es un personaje más al que se le hace eje central de una narración, una fabulación o novela, como Ulises, Agamenón, Héctor o Aquiles lo son de la Ilíada o la Odisea, o los ratones y las ranas en la Batracomiomaquia.

Por otra parte, suponiendo que existiera, y la mayoría de cuantos seriamente se han dedicado a tales investigaciones así lo dicen ya que de esos escritos se puede deducir que existió “algo”, ¿pueden los creyentes negarle a cualquier investigador que trate de buscar o deducir cómo era ese personaje real a partir de leves indicios que aparecen en unos escritos, bien que históricamente no fiables, que hablan de él?

No vamos a considerar siquiera la postura de quienes contestan con un rotundo no, que nadie puede hablar de Jesús si no se admite o al menos se presupone su naturaleza divina, hijo de Dios, Redentor y Salvador. Nada que discutir y amén.

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