¿Se ofende Dios?

¿Se enoja Dios? Para responder con cierta lógica divina, sería preciso dejar antropomorfismos aparte, pues parece que se habla de Dios según criterios y juicios humanos… aunque si no nos servimos de ellos, ¿cómo saber si es cierto eso de “no estés eternamente enojado” que se canta estos días?
Mucho es imaginar eso de "ofender a Dios" y que éste se enoje. “No ofende quien quiere…”
Puestos a elucubrar ofensas, podría parecer que una de las mayores sería decir que Dios no existe. Y no lo es porque es una evidencia –y como tal no hace falta demostrarla-- que Dios existe. Qué Dios sea ése es otro cantar, porque de Dios no sabemos nada, que es otra evidencia. Cosa distinta es admitir la existencia de esas dos clases de “dios” al uso, el dios humanizado de los cristianos y el dios ideo-generado de los filósofos.
Otra forma de negar su existencia sería negando su “presencia”, como aquellos que en un grupo conversador parece que no están, nadie les tiene en cuenta, "no existen".
Dado que Dios existe, de la forma que sea, y dado que la Iglesia dice que Dios está enojado, sobre todo en Cuaresma que es tiempo de cabreo general, habrá que saber a ciencia cierta qué le ofende y por qué. Más que nada para evitar ofenderlo.
¿Se ofende fácilmente o es muy difícil, acaso imposible, que se ofenda alguna vez? Respuesta categórica: no creo que le ofenda que alguien honestamente no crea en su existencia.
Puestos a decir bobadas, cualquiera es digno de esgrimirlas, incluso los más acérrimos de Dios.
Pues bien, éstos dicen las mayores sandeces sobre Dios. Y sandeces más graves. Cuando desbarran sobre Dios en Cuaresma nos lo presentan como alguien celoso, irascible, mezquino, egocéntrico, incomprensivo de nuestras limitaciones y otras leyes, intolerante, cruel, injusto, primador de características aleatorias como la credulidad acrítica o el razonamiento crítico, propenso a la violencia, malévolo, castigador de la autonomía o la curiosidad, etc... Biblia dixit. Ecclesia dixit.
¡Éstas sí que son ofensas! Pero, aun así, tampoco creo que Dios se lo tenga en cuenta: posiblemente Dios sí tenga en cuanta la intolerancia y gusto narcisista que encuentran algunos fervorosos en insultar a los demás, esa arrogancia e inmoralidad que se place en la injusticia de trato, la discriminación y el hacer de mosca repetitiva.
Aquí, en este blog, hay muchos que ofenden a Dios de ese modo, pero les afecta la carencia de sentido de la ironía. No la captan. Si lo hicieran aprenderían lo importante.
Dios, que es una entidad personal preexistente al universo, inteligente y creadora podría existir. La posibilidad de algo no se puede negar. Es filosofía pura. Pero dado que Dios no se enoja por decir que no existe, sí se enoja por que alguien me llame “necio” al manifestarlo.
Yo así lo afirmo: no creo que exista eso que llaman “Dios”. Soy "necio" porque no puedo creerme cualquier cosa, con independencia de que me resulte "increíble". Es un problema básico: la información me da datos que interrelaciono y juzgo con mi capacidad de comprender, analizar y obtener explicaciones o verdades subjetivas más o menos debatibles, racionales o compartidas.
Decía un cura de esos de somatén, allá por nuestra niñez pueblerina: ¿Tú crees que ese "tío" que vino aquí y anduvo entre nosotros y fue crucificado como un maleante es Dios? ¡Amigo! ¡Eso tiene miga, eso no se lo cree cualquiera! El que lo crea, sólo por eso ya está salvado. Curioso, ¿no? Pues o el cura decía tonterías o Dios era injusto. ¡Mira que salvar sólo a los que sostienen con su fe esas groserías aplicadas a Dios!
Creer sin argumento alguno –y el del cura es todo menos argumento— sí que es de necios. Nos encontramos con demasiada frecuencia con creyentes cuyo único argumento es el “porque sí”. Aquí tratamos de razonar, demostrar, deducir o inferir. Otros hay a los que les basta llevar el catecismo –o los santos padres o la Regla de su orden-- en una mano y en la otra una sarta de respuestas e insultos prefijados para ser repetidos insistentemente contra un enemigo imaginario al que ni leen –le espetan lo que sea, imaginando lo que va a decir-- y que, en realidad sólo "peca" de la unamuniana "funesta manía de pensar".
Hay peligro en razonar. Concedido. Razonar es también expresar y renovar un aire que los del catecismo en la mano quisieran yerto, presidiendo un espacio aburrido, uniforme, sectario, persecutorio, hostil, inhumano, de irrespirable gusto tenebroso al dictado bíblico del más retórico, intransigente y caduco tirano.