El que piensa se pregunta…

Son las que, dicen, son las eternas preguntas del hombre.

  • origen del mundo y del universo;
  • origen de la vida;
  • origen y naturaleza del hombre
  • qué somos
  • adónde vamos;
  • cuál es nuestro destino en la tierra;
  • la siempre agobiante cuestión de "tiene que haber algo más" que este sucederse de los días y las tareas banales de cada jornada...

No son cuestiones que estén presentes en todo momento ni son pan de cada día, pero no son baladíes, sobrevuelan el pensamiento cuando éste piensa en algo distinto a ese pan de cada día o qué daré de comer a mis hijos.

Esa misma actividad "inteligente" hace que los hombres nos creamos algo, seres distintos en esencia al resto de los vivientes, por el hecho de plantear cuestiones trascendentes, supuestamente trascendentales porque el propio hombre ha dicho que lo son, porque trascienden el devenir físico de la naturaleza. Hasta ahora, cuestiones sin respuesta.

Añádase el postulado filosófico o teológico del alma, sede y origen de la conciencia, y una vida más allá de ésta que atenúa el temor insuperable de la muerte, a la par que procura el premio o el castigo que este mundo injusto no proporciona.

El vulgo creyente o crédulo se ha contentado durante siglos con las respuestas que le han dado, por este orden ‘papanático’, los gurús, los adivinos, los hechiceros tribales, incluso los astrólogos, hoy los más civilizados sacerdotes, auto erigidos en mensajeros del "Respondente Máximo" o al menos depositarios teológicos del "saber" milenario.

¿Respuestas? Ya la Filosofía se ha devanado los sesos tratando de responderlas, en un sentido o en otro. Y la Medicina en su campo específico de actuación; y la Antropología, la Sociología, La Psicología... todas buscando la mayor precisión científica siguiendo métodos de lo más adecuado.

Parece que no las hay o no llenan la mente inquieta. Pues hete aquí hay quien ha encontrado la respuesta, el “deus ex machina”, la respuesta perfecta que da solución a todo: Dios.

Dios, elude investigaciones, soluciona complejos problemas filosóficos, sosiega "mentes de primera instancia", remite a juicios inapelables (siempre favorables a nuestros intereses)...

Nada hay más aceptable que la seguridad psicológica de querer ver cumplida la esperanza, no sólo la esperanza última de la que la credulidad da cumplida cuenta, sino la esperanza de encontrar mañana la respuesta que cada uno precisa.

Ante todo ello, a tal solución, se yergue un soberano “pero”: como la respuesta que varios milenios de creencia han aportado no ha conducido a nada, como el mundo sigue como sigue y el hombre tan perverso como en el Calcolítico, el hombre del Antropoceno pasará otros tantos milenios confiando únicamente en sí mismo.

Este proceso ya ha comenzado, pero yo tengo la esperanza o presunción de que alguna mutación u obstrucción cerebral dará para siempre de lado tales interrogantes, por innecesarios para la vida. Confío en que se capte la ironía.

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