¡Cómo lo trataron! Teilhard de Chardin.
Excepto teólogos especializados, científicos ligados a la religión o diletantes interesados, pocos fieles cristianos católicos son hoy los que sepan decir algo de quien en su momento, 2ª mitad del siglo XX, revolucionó el pensamiento de los círculos eclesiales y en cierto modo influyó, según opinión de un tal J. Ratzinger, en algunos textos del Concilio Vaticano II. Sin embargo todavía el problema de conjugar conocimientos científicos y dogmas sigue presente, con lo que sus elucubraciones teológicas pueden tener vigencia.
Escribió muchísimas obras, quizá las más importantes "El fenómeno humano" y "El Medio Divino". La que más claramente muestra su pensamiento --es opinión personal-- es una relativamente breve, poco más de doscientas páginas, titulada "Comment je crois" (Cómo creo yo). Sin embargo, de tal modo sufrió las consecuencias de la cerrazón oficialista que la mayor parte de sus obras no estrictamente científicas fueron prohibidas en vida y sólo tras su muerte aparecieron editadas.
Durante años sufrió la "represión" de la ortodoxia, tanto por parte de sus superiores jerárquicos como de la Iglesia oficial. Le negaron cátedras de enseñanza y el permiso para que aceptara las invitaciones a dar conferencias de prestigio; y le quitaron la oportunidad de tener credenciales profesionales o de recibir la nominación oficial por parte de la autoridad eclesiástica, cuando era el momento de nombrar algún representante de la Iglesia para que participara como conocedor de la problemática en grandes conferencias científicas
Respecto a sus obras, no es que rehusara publicarlas, más bien y deseando permanecer en el seno de su "amada Iglesia", se sometió por obediencia a las decisiones que de las autoridades eclesiásticas provenían.
"Te lo repito: todo esto no produce en mí ninguna amargura, porque estoy demasiado seguro del resultado final. No me he sentido jamás tan profundamente ligado a la Iglesia; ni tan firme de que esta Iglesia, reflexionando con mayor profundidad sobre su Cristo, será "la" religión del mañana..."
Por su preparación intelectual podría haber sido, y lo fue, un científico eminente. Su valía intelectual era reconocida por doquier. Perteneció a numerosas academias e institutos científicos. Sin quererlo se vio involucrado en el famoso fiasco del "hombre de Piltdown", pero en su "destierro" voluntario en China fue quien participó en el hallazgo del llamado "Sinanthropus", hoy "homo erectus pekinensis". Sin embargo, por sus ideas que pretendían cohonestar creencias religiosas y ciencia (evolucionismo y antropología en general) fue rechazado por el Vaticano y olvidado por los científicos.
Natural de la región de Auvernia, Pierre Teilhard de Chardin nació en 1881 y murió en Nueva York en 1955. En su trayectoria vital influyeron decisivamente sus padres, él naturalista y ella profundamente religiosa. Siguió los estudios religiosos con los jesuitas y se ordenó de sacerdote en 1911. En 1912 lo encontramos trabajando en el Museo de Hª Natural de París. En 1913 estudia la Cueva del Castillo de Puente Viesgo. En 1914 es enrolado en el ejército como sacerdote y camillero (condecorado): quedó marcado por una idea fija en su pensamiento: de qué sería capaz la humanidad si se uniera para una gran misión (...los verdaderos éxitos humanos son aquellos en que triunfen los misterios de la Materia y de la Vida...)
Entre 1922 y 1926 cursa estudios en la Sorbona y se licencia en Geología, Botánica y Zoología, doctorándose con una tesis sobre mamíferos del Eoceno francés. Dada su preparación científica, su vida posterior fue un sucederse de cargos oficiales, publicaciones científicas y participación en expediciones científicas por China, Etiopía, EE.UU., India, Java, Birmania, Sudáfrica... que no es el caso relatar. Su secretaria Jeanne Mortier fue la encargada de publicar --13 volúmenes, 500 títulos, de los cuales 300 son científicos-- póstumamente su obra. Fue precisamente un jesuita, el P. Jouve, su amigo, el que le sugirió a Teilhard que la nombrara su albacea; de otro modo jamás los jesuitas publicarían sus obras. Gracias a ello, la obra de Teilhard fue más conocida tras su muerte que en vida.
Por su condición de jesuita y miembro de la Iglesia convencido de su fe y a la vez teniendo que admitir la realidad de la evolución, su pensamiento fue una búsqueda teológica y filosófica que superara la concepción materialista del darwinismo y del positivismo. Para Teilhard la evolución sigue una línea de ascendente complejidad que implica no sólo la materia (su obra "El corazón de la materia") sino también el espíritu. En realidad la materia tiende a evolucionar hacia lo espiritual, como es el pensamiento. En este proceso, toda la Humanidad converge para alcanzar lo que Teilhard llama "el punto Omega", que no es otro que Cristo.
Según sus palabras el Punto Omega se definiría como
“una colectividad armonizada de conciencias, que equivale a una especie de superconciencia. La Tierra cubriéndose no sólo de granos de pensamiento, contándose por miríadas, sino envolviéndose de una sola envoltura pensante hasta no formar precisamente más que un solo y amplio grano de pensamiento, a escala sideral. La pluralidad de las reflexiones individuales agrupándose y reforzándose en el acto de una sola reflexión unánime”.
Murió el Domingo de Pascua. El Jueves Santo escribía en su diario:
"Lo que yo creo - Síntesis:
1) San Pablo... los 3 versículos (1Cor 15,26,27,28): Dios todo en todo (¡confirmación teológica!... Revelación ultra-satisfecha);
2) Cosmos = Cosmogénesis - Biogénesis - Noogénesis - Cristogénesis;
3) El Universo está centrado (Evolutivamente, Hacia Arriba y Hacia Adelante); Cristo es el centro de ello"
Aparte de otras "condenas", los valedores de la ortodoxia dogmática emiten una enésima advertencia sobre sus obras, obras que se estaban publicando y llenaban los estantes de los seminarios:
Prescindiendo de un juicio sobre aquellos puntos que conciernen a las ciencias positivas, es suficientemente claro que las obras arriba mencionadas abundan en tales ambigüedades e incluso errores serios, que ofenden a la doctrina católica (Junio de 1962).
Incluso en 1981 se sigue diciendo: "...la rehabilitación de Teilhard de Chardin es imposible, considerando la enorme gravedad de sus errores.
Aun así, sus obras se siguieron leyendo. Incluso prominentes jerarcas valoraron positivamente sus esfuerzos teológicos y sus aportaciones novedosas para un entendimiento mejor del mundo, de la materia, de la espiritualidad. Por ejemplo, Pablo VI, A. Casaroli, Juan Pablo II, Christoph Schönborn, J. Ratzinger (la constitución Gaudium et Spes debe mucho a Teilhard) y otros muchos.
¿Nuestra opinión? Ni entramos ni salimos en las ideas de Teilhard. Creemos, eso sí, que algo tenía y tiene que decir quien se encontraba cómodo con lo que sabía por las ciencias que conocía y practicaba pero no tan cómodo con las ideas que tenía que creer. Lo que realmente causa entre estupor e hilaridad es la extrema saña con la que se refieren a él aquellos defensores de la ortodoxia más rastrera y tópica, sospechando que ni entienden ni quieren entender absolutamente nada del pensamiento de T. de Chardin: la Iglesia puso en entredicho sus ideas, no hay más que decir.