...todo vestido de blanco.

De nuevo nos vienen a decir "quién eres", pero no "qué eres".

Ya es Navidad. Nos lo imponen por la profusión de luminarias en las calles y la ristra de anuncios en TV, sobre todo el más importante, el evento del día 22 donde todos, por breves momentos, nos sentiremos miembros de la casta bancaria. Sin dar de lado lo que el Corte Inglés nos diga.

La Navidad, onomástica de Natividad, nos vuelve a evocar, con su cansino y machacón estribillo, que “el Verbo se hizo carne”. Eso sí, al público asistente le tienen que explicar qué es eso de “El Verbo”, sin tener que entrar en los entresijos de “El Logos” griego, que sería demasiado y quizá motivo de confusión

Aparte de la Navidad tenemos también “las navidades”, que no sabría cómo destriparlas. Quizá la Navidad sea lo serio y las navidades lo bucólico, lo acaramelado, lo bullanguero. Es decir, Stille Nacht frente a “Pero mira cómo beben los peces en el río”, cuando a mí me da que los peces no beben.

Para esclarecer la cantarina pregunta del “dime, niño, de quién eres” que todos los años vuelve a casa por Navidad, estos días atrás hemos asistido al prólogo o escolástico debate sibilino-medieval sobre la inmaculación de María y su virginidad biológica “antes, en y después”, con el añadido de la concepción impoluta de Jesús. Sin incidir en procacidad alguna.

Todo esto me incita arriesgadamente a la reflexión sobre la mirífica y portentosa,  mítica y mística doctrina de “Jesús de Nazaret, Cristo, Mesías, hijo deDios”. De nuevo, por desahogarnos repitiendo lo que ya todos saben.

Esto de los hijos de Dios tampoco es nada nuevo. Desde los inicios de la humanidad bíblica  se habla de los “hijos de Dios” y las “hijas de los hombres” de cuya unión natural nacieron los gigantes y héroes famosos. Y tampoco es nada de hoy constatar que no sabemos vivir sin endiosamientos ni rodearnos de divos.

Y conforme a esta concepción de los mortales, vemos cómo todas las religionesdivinizan de alguna manera a sus fundadores o iniciadores. Y es innegable que prácticamente todas las civilizaciones endiosaron también a sus reyes o emperadores a quienes rendían culto.

¿Hijo de dios o hijo de hombre? No hay mucho que discurrir. “Hijo” hace relación a “naturaleza genética”. No nos quedemos ni en simbolismos ni en metáforas, porque nos jugamos nuestra propia realidad. ¿Cómo será la genética” de dios? ¿Podremos conseguir su ADN? Porque mucho nos da que lo de “naturaleza divina” es una artificiosa, astuta y sutil invención made in theologia. ¡Qué hallazgo más sugestivo y fascinante! ¡Qué “evidencia” más seductora y divina para asimilar el misterio! ¡Divina, sí; pero incomprensible!

Que Jesús era “verdadero hombre” es incontestable si admitimos su existencia histórica. Pero ¿“verdadero dios”? Esto ya hace rechinar más a la mente humana. Y no podemos negar que numerosos grandes teólogos, antiguos y modernos, desde los mismísimos orígenes del cristianismo hasta hoy, han sido “depurados” por insistir más en el aspecto humano de Jesús que en su “esencia divina”. Luego “cuando el río suena...”

Creo que nadie tiene inconveniente en aceptar la historicidad de Jesús, después de lo que Piñero nos ha dicho. Entre otras razones, ¿por qué no la voy a admitir, si reconozco la existencia real de otros personajes con menos documentación histórica? Pero hay peros… que se encuentran en la base misma de nuestra forma de conocer.

La fe no es una creencia ciega. Sera algo divino, pero no puede ser algo inhumano. Si la fe no es razonable, se convierte en algo irracional. Por lo tanto, debemos partir del conocimiento razonable de unJesús humano, no de un dios, porque entonces estaría todo hecho: no hace falta pensar.

Por una parte, la vida y muerte de Jesús se convertirían en la interpretación de un guión teatral escrito por el clan divino. Un remedo de tragedia griega: el hombre que lucha contra su destino. Pero por otra, como ya se conoce el desenlace, pues qué bien. Total, voy a resucitar, porqueestá escrito”...

Cuántas veces se ha dicho y argumentado que “los evangelios no son una biografía de Jesús. Pues precisamente por eso, ¿cuánto de “verdad” hay en ellos? Si ya en las modernas biografías de famosos se falsea la realidad, ¿qué podemos concluir de “relatos antiguos”  que ni siquiera son biografías? Lo que los evangelios narran y lo que predica la Iglesia ¿se corresponde con la “verdad histórica” de un tal Jesús?

Pues lo dicho, “dime niño de quién eres”, pero sobre todo “qué eres”.

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