Hablamos de duelo. En algunos lares, abundantemente. Y nos hemos quedado, casi como dogmas, con expresiones hechas, tales como “el trabajo del duelo”, “las tareas del duelo”. Y nos viene muy bien, para construir propuestas de comprensión, modelos interpretativos, caminos de acompañamiento compasivo y counselling especializado.
Sin embargo, “en tiempos de muerte seca”, como dirá Allous, tiempos acompañamiento final, sin cuerpos, sin muertos, sin ritos, sin tanatorios, sin tumbas… somos más conscientes de que con la muerte de un ser querido muere algo de nosotros. La propuesta de Jean Allouch en “la erótica del duelo en tiempos de muerte seca” tiene como hipótesis central la subjetivización del duelo en lugar del trabajo del duelo, es decir, la significación, particularmente con el poder de la narrativa, de lo perdido y de uno mismo, no solo el desplazamiento del objeto amado a otro. El duelo subjetivado, significado, deja como saldo menos pathos, menos sufrimiento en el doliente. Para subjetivar un duelo es necesaria la articulación de lo público, de lo privado y de lo íntimo, particularmente mediante la narrativa, con el límite de las palabras que se muestran también como peregrinas.
Lacan también se ocupa, en su lectura de Hamlet, de la cuestión del duelo no solo como la pérdida de alguien, sino considerando lo que de él se pierde. Pathos, angustias, suicidios, adicciones, violencias, en el duelo patológico, son maneras de conservar al muerto.
En el estudio del duelo, bien vale la pena mantenerse vivos. También por todo lo que llega con el mundo digital y sus posibles.