Ese modo íntimo se vibrar ante los estímulos externos o ante nuestros propios pensamientos, llamados sentimientos, se han convertido en referentes casi canonizados en discursos sobre relación de ayuda y otras formas de ayuda psicológica. Parecería que fueran los últimos referentes. Como si lo tener en cuenta lo emocional y seguir su dictado, fuera sinónimo de bien, de humanización y, para algunos de lo correcto éticamente.
Sin embargo, creo que es hora de decir muy alto que las terapias -del tipo que sean- no deben perderse en la arena de los sentimientos que vienen y van con las olas, sino en la roca de los valores que dan solidez a una vida lograda, y que, en todo caso, hay que honrar, por encima de los sentimientos del momento, o incluso persistentes.
Emociones y valores se dan cita en las relaciones de ayuda. Un poco más de formación filosófica vendría muy bien para unos y otros terapeutas. El counselling lo intenta, aunque tímidamente, porque no son pocos quienes pueden quedarse en esa superficial gratificación que da la ayuda a la exploración del mundo emocional. Cuesta más, sin duda, embarrarse en lo valórico, atreverse a entrar entre las rocas, aunque haya oleadas que, a la arena, parece que la acarician.