¡Qué hermoso conjugar el verbo cuidar! ¡Cuánta responsabilidad! Cuidar es un arte. Y quienes trabajamos en el mundo de los mayores, estamos llamados a humanizar el cuidado siendo “artesanos” del mismo: concebir el servicio como una obra de arte. Está más claro ahora, en tiempo de coronavirus.
Humanizar es obra de artesanos, como los profesionales de la salud y del cuidado a los mayores. “Cuidar como lo haría una tierna madre a su único hijo enfermo”, o “con el corazón en las manos” (San Camilo).
Pero, para cuidar bien, hay una ética en la profesionalidad, obviamente… y un conjunto de virtudes que podrían ayudarnos a superar esa ética tan difundida que ensalza (o ensalzaba) la autonomía, para dar paso a la ética de la justicia y de la beneficencia: ayudar al más frágil lo mejor que podamos.
¡Qué pena que también en el mundo de la bioética, se percibía –quizás hasta ayer antes del coronavirus- la ética del cuidar como de segundo rango en relación a esa otra bioética que se ocupa de los problemas de alta intensidad y baja frecuencia y que dan titulares a los periódicos! Hablábamos de eutanasia y ahora hablamos de cuidado a los más frágiles.