ABUSADORES Y ENCUBRIDORES
Aún superadas, gracias al papa Francisco, casi siempre en solitario, algunas cimas abyectas de la “cumbre” romana, con ocasión del desvelamiento y condena de la pederastia “religiosa” adscrita a ámbitos y circunstancias eclesiásticas, el hecho es que las verdaderas víctimas siguen elevando el tono de su frustraciones por entender que las reivindicaciones por las que clamaban, por fin, no han sido interpretadas a la luz de la justicia y del santo evangelio. A todos, dentro y fuera de la Iglesia, con inclusión del mismo papa y de sus “vicarios” y representantes, la reflexión sucesiva sobre un problema de tanta relevancia no les resultará inútil, sino provechosa.
. Con toda razón, las víctimas le exigen a la “Santa Sede” (¿?) la inmediata expulsión de la Iglesia, no solo a los abusadores, sino a sus encubridores. Unos y otros la tienen sobradamente merecida, tal vez en mayor proporción quienes toleraron, encubrieron, soslayaron y, de alguna manera, justificaron, o explicaron, tamañas atrocidades, con explícitas o implícitas alusiones al “santo nombre de Dios”.
. Con prescripción legal o sin ella, hay actos y comportamientos cuyas consecuencias nefandas jamás podrán extinguirse ante la sociedad civil y menos ante la eclesiástica, demostrada su existencia con argumentos y pruebas fehacientes y hasta judiciales. Tal situación reclamaría que, por ejemplo, los nombres de los señores obispos en cuya demarcación y tiempo al frente de sus respectivas diócesis, se censaron tales casos, cuyo único tratamiento por su parte, fue el cambio del lugar o de la actividad “pastoral” del abusador, sean conocidos, con aportación por parte de la Nunciatura de los porqués a ellos se les elevó, o se les premió, hasta con los capisayos más rutilantes. (Si estas prestaciones oficiales no se proporcionaran a tiempo, estarían de más las quejas cuando algún periodista decidiera ponerlas en orden y convertirlas en libro).
. Resulta tan claro y elemental que los “abusadores” –“forzar o mantener una relación sexual indebida”-, no se curan ni ante Dios ni ante los hombres tan solo con el traslado , sino con el recurso a otros medios, entre otros y muy principalmente, el de la selección de los nombres “episcopables”. No hay duda alguna de que entre estos siguen prevaleciendo los del amiguismo, el pietismo, el conservadurismo retrógrado, la docilidad a ultranza por vocación, naturaleza o por obediencia a eslóganes y pautas de comportamientos de determinados movimientos catalogados como eminentemente “religiosos” y santos.
. Así las cosas, no es admisible que a estas alturas de la cumbre “pestilencial”,- que no penitencial-, romana, para no pocas víctimas, con tan dramáticos y desgarradores datos y testimonios de niños, niñas, religiosas y monjas, a un cardenal de España se le ocurra diluir y frivolizar el problema, reseñando que tan solo a un tres por ciento de curas les es aplicable el sambenito de pederasta, o que un obispo vasco apueste a favor de que en la justicia canónica a tales fallos se les presta mayor y más rápida atención que en la jurisdicción civil… ¡Señor obispo, tal aseveración es una soberana mentira, sobre todo después de haberlo así confesado en papa Francisco, sugiriéndoles a muchos recorrer el camino civil antes que el eclesiástico…¡
. En esto, al igual que en otros ámbitos y cuestiones de tipo social, con mención especial para cuanto es y significa la discriminación de la mujer, el Estado- y aún los mismos partidos políticos-, actúan con criterios más evangélicos que la misma Iglesia, con sus organismos e instituciones.
. ¿Qué la Iglesia volverá pronto a ser creíble, tal y como presagia y certifica el papa Francisco?. Con “demonios revestidos de rojo” y con secuaces igualmente revestidos de ornamentos sagrados, por muchos actos penitenciales que el ritual les obligue a cumplimentar echados sobre las losas de las catedrales, pidiendo perdón y cantando rosarios de “misereres” y otros salmos bíblicos, las víctimas no quedarán satisfechas. El propósito firme de enmienda, el reconocimiento y la reparación –irreparable en tantos casos- será lo que en cierta proporción les estimule y ayude a seguir todavía perteneciendo a la Iglesia y a una sociedad que se intitula cristiana y humana.
. Es de todo punto inimaginable que, en resumidas cuentas, y a la hora de reaccionar la Iglesia oficial, los pecadores- pecadores de verdad, hayan sido y sean las víctimas que denunciaron sus casos, y no quienes se sirvieron de su autoridad y de su halo y aureola “religiosa”, para cometer tropelías tan denigrantes.
. No pocas víctimas de tan horrendos abusos se han sentido frustradas en parte, ante el comportamiento del papa, referente sobretodo a la falta de concreción de las medidas que han de tomarse cuanto antes y en profundidad, especialmente cuando apenas si se ha comenzado a levantar el velo que oculta, encubre y falsea realidades impensables hasta hace muy poco tiempo. No obstante, y por la gracia de Dios y la santa libertad de expresión, los noticieros –no precisamente los eclesiásticos y los de su ámbito-, sino los otros, se encargarán día a día de proporcionar datos y detalles. El penúltimo es el de los 400 casos recientes registrados en la Iglesia polaca. El último, el del cardenal que será juzgado precisamente por su cualificación de pederasta…¿Pero cómo es posible que fuera elegido como portador del capelo cardenalicio una persona con tal historial a cuestas?. ¿No habría que pensar en la “descanonización” del papa que lo eligió?
. Pasar cuanto antes de la cultura desnaturalizada del encubrimiento, a la de la transparencia, es artículo de fe de primera necesidad, a la vez que condición inexcusable de los fieles cristianos, con reverencial y misericordiosa alusión para tantos miembros de la jerarquía. “Las lágrimas de cocodrilo no curarán jamás heridas tan graves”.