Complejo de Dios
Así de atrevidamente teológico son ya muchos los que califican y definen en psicología uno de los complejos que irrumpen en la actualidad patológica con mayor celeridad y preocupación. El “conjunto de ideas, emociones y tendencias generalmente reprimidas y asociadas a experiencias del sujeto que perturban su comportamiento” elevado como descripción y dictamen a pautas y conductas que se dicen propios de Dios, se abre camino con énfasis y fortuna en la clasificación y diagnosis de determinadas formas de ser y actuar. Y, por supuesto, huelga decir que el “Dios” que identifica el complejo es el “Dios omnipotente”, “capaz de todo”, “el que todo lo puede”, “Señor del universo”, “Dios de los ejércitos” y con tantas otras connotaciones, con las que curiosamente una sola vez es así presentado en el Nuevo Testamento y concretamente en el Sagrado Libro del Apocalipsis. Huelga así mismo advertir que el sujeto normal que padece este complejo es el hombre y más regularmente en relación con la mujer, preferentemente con la suya propia.
Los mismos expertos en psicología y todos los – las – componentes del sexo femenino, aspirarían a lograr grados de felicidad inmarcesible si el Dios que identifica y da nombre a su complejo, fuera el “Dios bondadoso y clemente” y el “Buen Dios” que es y ejerce como “Amor”, en conformidad rigurosa con la sagrada teología y con el santo evangelio .
. No es ociosa nuestra insistencia en la necesidad y urgencia de la revisión del santoral para poner orden en el mismo y para que la catequesis que entraña la exposición de la “vida y milagros” de sus componentes sea constructiva, ortodoxa y legal. Con imprecisiones, tonterías y exageraciones no es posible edificar la Iglesia, menos la de Cristo y mucho menos en unos tiempos definidos por la cultura y sus argumentos. La actitud crítica, por elemental que sea, y que es inherente a toda cultura, no puede aceptar tantas idioteces del “Flos Sanctorum”, que además se nos ofrecen encarnadas y como otras tantas lecciones y ejemplo de vida.
. Los casos son múltiples-mayoritarios-y extraña de modo descalificador y hasta escandaloso, que apenas si intente todavía dar pasos para revisar la síntesis de “vidas ejemplares” que, sin privarse de las exposiciones de detalles y con carecer adoctrinador casi dogmático, se proclamen, procesionen y festejen. Es posible que algunos crean, con exageradas confesiones a la ingenuidad, que en tiempos pretéritos, en cuyo marco vivieron no pocos santos, el rigor crítico no era exigido, habiéndolo sido no obstante, en otros capítulos de la historia civil. Es posible también que otros sigan creyéndose más felices y cristianos viviendo, y haciendo vivir, a sus santos extra-muros del mundo terrenal y hasta ajenos y libres de las ataduras inherentes a la condición de los seres humanos, por lo que milagros y milagrería fueron su contorno y espacio desde su mismo nacimiento, o desde el momento de su conversión. Contradictoriamente, así planteado el tema, la presentación de malas vidas de los santos tan sólo y acaso servirían para ser “admiradas”, pero jamás para ser imitadas.
. Sin poner el exceso el acento en un caso cualquiera, sino únicamente para advertir que en los mismos tiempos actuales se repite la historia, a no pocos cristianos les resultan extrañas, por ejemplo, las prisas con las que hoy se concluye procesos concretos de beatificación y canonización, tardando otros similares muchos más años y aún siglos. A falta de explicaciones, oficiales o no, pero creíbles, las que se aportan aún dentro del mismo pueblo de Dios son poco o nada convincentes, y hasta desedificantes para ese mismo pueblo, aunque pueda no serlo para sus jerarcas. No rechazo en esta ocasión la tentación de referir la sorpresa que a determinados cristianaos les supone el hecho de la apresurada beatificación de Juan Pablo II, posiblemente sin haber dispuesto sus promotores de tiempo para estudiar la verdad del aserto de este Pontífice opinando que “incluso dentro del matrimonio podría darse el caso de que le varón mire impúdicamente a su mujer”. Su extremada preocupación por los efectos, razón de ser y justificación del encuentro y ejercicio sexuales, identificándolos en exclusiva con la “generacio” y jamás con la “delectacio”, por muy clara y activa que sea la doctrina contraria en tantos ámbitos de la teología y por supuesto de la misma Iglesia.
Los caminos a recorrer por la Iglesia son muchos y apasionantes. Nuevos y distintos. Pero su Fundador se llamó, fue y es su Camino. Es cuestión de decidirse a recorrerlo con fidelidad, emoción, coherencia y querencia.
Los mismos expertos en psicología y todos los – las – componentes del sexo femenino, aspirarían a lograr grados de felicidad inmarcesible si el Dios que identifica y da nombre a su complejo, fuera el “Dios bondadoso y clemente” y el “Buen Dios” que es y ejerce como “Amor”, en conformidad rigurosa con la sagrada teología y con el santo evangelio .
. No es ociosa nuestra insistencia en la necesidad y urgencia de la revisión del santoral para poner orden en el mismo y para que la catequesis que entraña la exposición de la “vida y milagros” de sus componentes sea constructiva, ortodoxa y legal. Con imprecisiones, tonterías y exageraciones no es posible edificar la Iglesia, menos la de Cristo y mucho menos en unos tiempos definidos por la cultura y sus argumentos. La actitud crítica, por elemental que sea, y que es inherente a toda cultura, no puede aceptar tantas idioteces del “Flos Sanctorum”, que además se nos ofrecen encarnadas y como otras tantas lecciones y ejemplo de vida.
. Los casos son múltiples-mayoritarios-y extraña de modo descalificador y hasta escandaloso, que apenas si intente todavía dar pasos para revisar la síntesis de “vidas ejemplares” que, sin privarse de las exposiciones de detalles y con carecer adoctrinador casi dogmático, se proclamen, procesionen y festejen. Es posible que algunos crean, con exageradas confesiones a la ingenuidad, que en tiempos pretéritos, en cuyo marco vivieron no pocos santos, el rigor crítico no era exigido, habiéndolo sido no obstante, en otros capítulos de la historia civil. Es posible también que otros sigan creyéndose más felices y cristianos viviendo, y haciendo vivir, a sus santos extra-muros del mundo terrenal y hasta ajenos y libres de las ataduras inherentes a la condición de los seres humanos, por lo que milagros y milagrería fueron su contorno y espacio desde su mismo nacimiento, o desde el momento de su conversión. Contradictoriamente, así planteado el tema, la presentación de malas vidas de los santos tan sólo y acaso servirían para ser “admiradas”, pero jamás para ser imitadas.
. Sin poner el exceso el acento en un caso cualquiera, sino únicamente para advertir que en los mismos tiempos actuales se repite la historia, a no pocos cristianos les resultan extrañas, por ejemplo, las prisas con las que hoy se concluye procesos concretos de beatificación y canonización, tardando otros similares muchos más años y aún siglos. A falta de explicaciones, oficiales o no, pero creíbles, las que se aportan aún dentro del mismo pueblo de Dios son poco o nada convincentes, y hasta desedificantes para ese mismo pueblo, aunque pueda no serlo para sus jerarcas. No rechazo en esta ocasión la tentación de referir la sorpresa que a determinados cristianaos les supone el hecho de la apresurada beatificación de Juan Pablo II, posiblemente sin haber dispuesto sus promotores de tiempo para estudiar la verdad del aserto de este Pontífice opinando que “incluso dentro del matrimonio podría darse el caso de que le varón mire impúdicamente a su mujer”. Su extremada preocupación por los efectos, razón de ser y justificación del encuentro y ejercicio sexuales, identificándolos en exclusiva con la “generacio” y jamás con la “delectacio”, por muy clara y activa que sea la doctrina contraria en tantos ámbitos de la teología y por supuesto de la misma Iglesia.
Los caminos a recorrer por la Iglesia son muchos y apasionantes. Nuevos y distintos. Pero su Fundador se llamó, fue y es su Camino. Es cuestión de decidirse a recorrerlo con fidelidad, emoción, coherencia y querencia.