Concilio Para Mujeres
“Concilio”, es decir, “junta o congreso de los obispos y otros eclesiásticos de la Iglesia católica para deliberar o decidir sobre las materias de dogmas o de disciplina”.”Para”,”de” o “sobre” temas relacionados con la mujer y la Iglesia.
. El problema es de apasionante y tremenda actualidad, y por su convocación son ya muchos hombres, y muchas más mujeres, quienes claman, y de alguna manera se hacen presentes y son protagonistas, en este comentario. Los criterios y ulterior situación y trato que todavía experimenta la mujer en los estamentos eclesiásticos y las escasas, o nulas, posibilidades de promoción que padece, en gran parte explican que la Iglesia oficialmente no haya podido adherirse con su firma al documento a favor de los derechos humanos, aunque a partir del Papa Juan XXIII, y en términos generales, lo apoye y defienda.
. En relación con la mujer, la Iglesia católica mantiene criterios, leyes, normas, cánones y comportamientos impropios de lo exigido en los tiempos actuales por la mayoría de países, instituciones y entidades, siendo una de las reivindicaciones que justifican guerras, revueltas y “cruzadas”, sin ahorrase derramamientos de sangre. En uno de los temas concretos y significativos como es el de la aspiración de la mujer al sacerdocio católico, la esperanza quedó definitivamente zanjada con palabras tan solemnes y pontificales como estas: “ La Iglesia sostiene que no es admisible ordenar mujeres para el sacerdocio por razones verdaderamente fundamentales, como el ejemplo de Cristo que escogió a sus apóstoles solo entre varones, y que dio a su Iglesia su constitución esencial y su antropología teológica, seguida siempre por la tradición de la Iglesia misma que así lo estableció…Declaro que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”
. En tiempos fervorosamente judíos del Antiguo Testamento,”ayuda adecuada del varón”, y “fuente de tentación y pecado”, resultaban ser religiosa y civilmente actividades y razón de ser de la mujer, quien durante la menstruación y parto habría de ser considerada y tratada como “impura”, con incapacidad de establecer trato o contacto alguno con lo “religioso”. El judío piadoso habría de recitar diariamente esta oración: “Bendito seas, mi Dios, porque no me has creado pagano, ni me has hecho mujer, ni tampoco ignorante”. “La mujer, adoctrinaba la Torá, es inferior al varón en todo”.
. Del marchito y desedificante florilegio recopilado entre los venerables escritos de los Santos Padres y teólogos católicos, son representativas frases como las firmadas por doctores tan eminentes como San Agustín, Tertuliano, Orígenes o Santo Tomás de Aquino: “ El varón, en cuanto tal, es superior a la mujer”; “Toda mujer debería sentir vergüenza con solo pensar que es mujer”; “ El verdadero varón que ignora el pecado, herencia de la fragilidad femenina “; “Todas las mujeres que agradan a Dios adquieren el rango de hombres”; “Si se investiga por qué Dios ha creado a la mujer, no se encuentra más que una razón profunda: la procreación de los hijos”; “Mulier: tota in útero” ; “La mujer es la puerta del diablo”;”Solamente el varón es la imagen de Dios”; “La mujer será siempre mujer, es decir, estulta, aunque a veces se ponga la máscara de persona”.
. Canònica y litúrgicamente para la mujer no han cambiado hoy los tiempos en la Iglesia, ni en leyes y ni en comportamientos oficiales jerárquicos, con graves incidencias en la sociedad en la que el pueblo- pueblo se llega a pensar que es posible que de los malos tratos que con dramática frecuencia conducen a la mujer a la muerte, tengan alguna explicación los descalificadores juicios que de ella se hicieron, y se siguen haciendo.
. El testimonio de Cristo Jesús respecto a la mujer, aun en el contexto judío de la época, fue cierta y espectacularmente `positivo y ejemplar. La aseveración no del todo demostrada de que solo eligió apóstoles a varones, y es esto lo que elimina eviternamente a la mujer del sacerdocio, es tan feble como la de que su elección de apóstoles casados habría de consentir y recomendar tal estado, y no el celibatario, para los ministros sagrados.
. Están tan fuera de tiempo, de lugar y de teología la disciplina y el comportamiento eclesiástico respecto a la mujer, que se precisa la convocatoria nada menos que de un concilio ecuménico dedicado a su reflexión y estudio .Huelga decir que en el mismo habrían de ser las propias mujeres la “palabra de Dios”. Hay ya no pocas teólogas, con preparación y títulos académicos iguales, y aún superiores, a los que puedan exhibir los varones, con la seguridad de que, al menos la gracia de Dios es asexual.
. La importancia de la mujer en la vida, y tanto o más en la de la Iglesia, es tal, que la demanda de un concilio, con cuanto este lleva consigo de investigación, de proyección de ideas y de presencia y actuación del Espíritu Santo, lo justifica y lo urge y así son ya muchos los que lo comparten. Clama al cielo que la Iglesia llegue a perder –y pierda- el tren de la historia en cuanto se refiere a la mujer, instalada a satisfacción en todos los órdenes de la vida, menos precisamente en el religioso, del que por más señas está oficialmente poco menos que “ex comulgada”.
. Sería aberrante que se diera la más leve sensación en la Iglesia de que el protagonismo y el acaparamiento del poder por parte del hombre –por muy Papas, obispos y curas que sean-, de alguna manera anidaran en la persistente negativa a la participación de la mujer en las responsabilidades ministeriales eclesiásticas.
. El problema es de apasionante y tremenda actualidad, y por su convocación son ya muchos hombres, y muchas más mujeres, quienes claman, y de alguna manera se hacen presentes y son protagonistas, en este comentario. Los criterios y ulterior situación y trato que todavía experimenta la mujer en los estamentos eclesiásticos y las escasas, o nulas, posibilidades de promoción que padece, en gran parte explican que la Iglesia oficialmente no haya podido adherirse con su firma al documento a favor de los derechos humanos, aunque a partir del Papa Juan XXIII, y en términos generales, lo apoye y defienda.
. En relación con la mujer, la Iglesia católica mantiene criterios, leyes, normas, cánones y comportamientos impropios de lo exigido en los tiempos actuales por la mayoría de países, instituciones y entidades, siendo una de las reivindicaciones que justifican guerras, revueltas y “cruzadas”, sin ahorrase derramamientos de sangre. En uno de los temas concretos y significativos como es el de la aspiración de la mujer al sacerdocio católico, la esperanza quedó definitivamente zanjada con palabras tan solemnes y pontificales como estas: “ La Iglesia sostiene que no es admisible ordenar mujeres para el sacerdocio por razones verdaderamente fundamentales, como el ejemplo de Cristo que escogió a sus apóstoles solo entre varones, y que dio a su Iglesia su constitución esencial y su antropología teológica, seguida siempre por la tradición de la Iglesia misma que así lo estableció…Declaro que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”
. En tiempos fervorosamente judíos del Antiguo Testamento,”ayuda adecuada del varón”, y “fuente de tentación y pecado”, resultaban ser religiosa y civilmente actividades y razón de ser de la mujer, quien durante la menstruación y parto habría de ser considerada y tratada como “impura”, con incapacidad de establecer trato o contacto alguno con lo “religioso”. El judío piadoso habría de recitar diariamente esta oración: “Bendito seas, mi Dios, porque no me has creado pagano, ni me has hecho mujer, ni tampoco ignorante”. “La mujer, adoctrinaba la Torá, es inferior al varón en todo”.
. Del marchito y desedificante florilegio recopilado entre los venerables escritos de los Santos Padres y teólogos católicos, son representativas frases como las firmadas por doctores tan eminentes como San Agustín, Tertuliano, Orígenes o Santo Tomás de Aquino: “ El varón, en cuanto tal, es superior a la mujer”; “Toda mujer debería sentir vergüenza con solo pensar que es mujer”; “ El verdadero varón que ignora el pecado, herencia de la fragilidad femenina “; “Todas las mujeres que agradan a Dios adquieren el rango de hombres”; “Si se investiga por qué Dios ha creado a la mujer, no se encuentra más que una razón profunda: la procreación de los hijos”; “Mulier: tota in útero” ; “La mujer es la puerta del diablo”;”Solamente el varón es la imagen de Dios”; “La mujer será siempre mujer, es decir, estulta, aunque a veces se ponga la máscara de persona”.
. Canònica y litúrgicamente para la mujer no han cambiado hoy los tiempos en la Iglesia, ni en leyes y ni en comportamientos oficiales jerárquicos, con graves incidencias en la sociedad en la que el pueblo- pueblo se llega a pensar que es posible que de los malos tratos que con dramática frecuencia conducen a la mujer a la muerte, tengan alguna explicación los descalificadores juicios que de ella se hicieron, y se siguen haciendo.
. El testimonio de Cristo Jesús respecto a la mujer, aun en el contexto judío de la época, fue cierta y espectacularmente `positivo y ejemplar. La aseveración no del todo demostrada de que solo eligió apóstoles a varones, y es esto lo que elimina eviternamente a la mujer del sacerdocio, es tan feble como la de que su elección de apóstoles casados habría de consentir y recomendar tal estado, y no el celibatario, para los ministros sagrados.
. Están tan fuera de tiempo, de lugar y de teología la disciplina y el comportamiento eclesiástico respecto a la mujer, que se precisa la convocatoria nada menos que de un concilio ecuménico dedicado a su reflexión y estudio .Huelga decir que en el mismo habrían de ser las propias mujeres la “palabra de Dios”. Hay ya no pocas teólogas, con preparación y títulos académicos iguales, y aún superiores, a los que puedan exhibir los varones, con la seguridad de que, al menos la gracia de Dios es asexual.
. La importancia de la mujer en la vida, y tanto o más en la de la Iglesia, es tal, que la demanda de un concilio, con cuanto este lleva consigo de investigación, de proyección de ideas y de presencia y actuación del Espíritu Santo, lo justifica y lo urge y así son ya muchos los que lo comparten. Clama al cielo que la Iglesia llegue a perder –y pierda- el tren de la historia en cuanto se refiere a la mujer, instalada a satisfacción en todos los órdenes de la vida, menos precisamente en el religioso, del que por más señas está oficialmente poco menos que “ex comulgada”.
. Sería aberrante que se diera la más leve sensación en la Iglesia de que el protagonismo y el acaparamiento del poder por parte del hombre –por muy Papas, obispos y curas que sean-, de alguna manera anidaran en la persistente negativa a la participación de la mujer en las responsabilidades ministeriales eclesiásticas.