Discriminaciones Post Mortem
Los “kikos” son, y se hacen, frecuentemente noticia. El “Camino Neocatecumenal” es recorrido con asiduidad por informaciones, unas veces de signo abiertamente religioso, y otras, no tanto. Las hemerotecas así lo demuestran. Aún más, se asegura que los presagios-presentimientos que se vislumbran en los horizontes sociológico-religiosos, por diversidad de razones y señales, suscitarán en mayor proporción el interés de quienes demanden referencias y reseñas fáciles, comprensibles y menos misteriosas y arcanas. Lo religioso, como tal, es -tiene que ser- , siempre, y por definición, transparente y diáfano. La sistemática relación religión – misterio no es de por sí ni teológica, ni pastoral.
Y en todos los noticiarios nacionales se hizo recientemente noticia el hecho de la “intensa presión vecinal” ejercida en el barrio madrileño de Carabanchel, en la parroquia de Santa Catalina Labouré, dirigida por los “kikos”-, decididos a “construir un complejo que incluía un aparcamiento privado, una cripta y un cementerio”. Los organismos municipales no les concedieron la correspondiente licencia, con mención particular para el cementerio, pese a que en el citado barrio son varias las sacramentales, camposantos o necrópolis que se ubican.
. Merecería la calificación de irreligiosa y de anticristiana, la determinación por parte de los responsables de una Congregación, sociedad o movimiento que se intitule “católico, apostólico y romano”, de discriminar a los muertos, reservando para ellos un lugar especial sagrado, alejados del resto del común de los fieles. Discriminaciones “post mortem” tienen descalificación idéntica – tal vez más grave- que las consentidas y sostenidas durante la vida.
. La Iglesia, que en su liturgia, y programación y vivencia del “Año Cristiano”, les reserva a los muertos veneración y recuerdo religiosos, precisa una revisión de disciplinas y procedimientos en el trato con los difuntos. Las distinciones jerárquicas eternizadas en lugares sagrados, con símbolos, ornamentos y parafernalias monumentales, que justifican cuantiosos gastos suntuosos, no se explican en la actualidad a la luz de la fe y de la sensatez ciudadana.
. Los cementerios “clasistas” que abundan en recintos sagrados, con referencias a obispos, dignatarios eclesiásticos y a “generosos donantes cristianos”, difícilmente pueden constituirse en otras tantas lecciones de catequesis, cuya contemplación y visita favorezcan la formación- información a favor del desarrollo de la fe cristiana. Las lecciones de historia y de arte que pueden ofrecer estos cementerios son capítulo aparte, que sobrepasan los límites de nuestro comentario en esta ocasión.
. La capacidad de igualarnos a todos ante los ojos de Dios, pudiera, y debiera, resplandecer mucho más en la doctrina y en la praxis impartida por la Iglesia, tanto en su liturgia como en su disciplina. La de la muerte, y su preparación, sigue siendo asignatura pendiente dentro y fuera de la Iglesia.
. Desde convencimientos tan veraces y generalizados, la sola y lejana posibilidad de que en algún movimiento católico, como el popularmente conocido como el de los “kikos”, se acepte y se trabaje por construir “cementerios aparte”, no parece adecuado, conciliar y cristiano. Más aún, diríase que a sus “moradores” difuntos, con medidas como estas, se les dificultaría la gloriosa y esencial aspiración cristiana de compartir y protagonizar el dogma de la con- resurrección con Cristo Jesús. Resurrección sin con-resurrección no es doctrina cristiana.
A los “kikos” y asimilados parece faltarles un “hervor” teológico , que esperamos subsane el contacto con la realidad de la vida y la correspondiente dosis de lejanía de la jerarquía, cuya protección y tutela les parece a muchos infantil y excesiva.
Y en todos los noticiarios nacionales se hizo recientemente noticia el hecho de la “intensa presión vecinal” ejercida en el barrio madrileño de Carabanchel, en la parroquia de Santa Catalina Labouré, dirigida por los “kikos”-, decididos a “construir un complejo que incluía un aparcamiento privado, una cripta y un cementerio”. Los organismos municipales no les concedieron la correspondiente licencia, con mención particular para el cementerio, pese a que en el citado barrio son varias las sacramentales, camposantos o necrópolis que se ubican.
. Merecería la calificación de irreligiosa y de anticristiana, la determinación por parte de los responsables de una Congregación, sociedad o movimiento que se intitule “católico, apostólico y romano”, de discriminar a los muertos, reservando para ellos un lugar especial sagrado, alejados del resto del común de los fieles. Discriminaciones “post mortem” tienen descalificación idéntica – tal vez más grave- que las consentidas y sostenidas durante la vida.
. La Iglesia, que en su liturgia, y programación y vivencia del “Año Cristiano”, les reserva a los muertos veneración y recuerdo religiosos, precisa una revisión de disciplinas y procedimientos en el trato con los difuntos. Las distinciones jerárquicas eternizadas en lugares sagrados, con símbolos, ornamentos y parafernalias monumentales, que justifican cuantiosos gastos suntuosos, no se explican en la actualidad a la luz de la fe y de la sensatez ciudadana.
. Los cementerios “clasistas” que abundan en recintos sagrados, con referencias a obispos, dignatarios eclesiásticos y a “generosos donantes cristianos”, difícilmente pueden constituirse en otras tantas lecciones de catequesis, cuya contemplación y visita favorezcan la formación- información a favor del desarrollo de la fe cristiana. Las lecciones de historia y de arte que pueden ofrecer estos cementerios son capítulo aparte, que sobrepasan los límites de nuestro comentario en esta ocasión.
. La capacidad de igualarnos a todos ante los ojos de Dios, pudiera, y debiera, resplandecer mucho más en la doctrina y en la praxis impartida por la Iglesia, tanto en su liturgia como en su disciplina. La de la muerte, y su preparación, sigue siendo asignatura pendiente dentro y fuera de la Iglesia.
. Desde convencimientos tan veraces y generalizados, la sola y lejana posibilidad de que en algún movimiento católico, como el popularmente conocido como el de los “kikos”, se acepte y se trabaje por construir “cementerios aparte”, no parece adecuado, conciliar y cristiano. Más aún, diríase que a sus “moradores” difuntos, con medidas como estas, se les dificultaría la gloriosa y esencial aspiración cristiana de compartir y protagonizar el dogma de la con- resurrección con Cristo Jesús. Resurrección sin con-resurrección no es doctrina cristiana.
A los “kikos” y asimilados parece faltarles un “hervor” teológico , que esperamos subsane el contacto con la realidad de la vida y la correspondiente dosis de lejanía de la jerarquía, cuya protección y tutela les parece a muchos infantil y excesiva.