Fútbol y homilía

Tengo la seguridad de que en las misas del domingo próximo, en el que se dirimen y sancionan oficial e internacionalmente los méritos de los diversos equipos nacionales de fútbol, declarando campeón a uno de ellos, -con posibilidades muy serias de que éste sea el de España-, de alguna manera tal noticia podría y debería ser también comentada en momentos tan solemnes. Las misas y su celebración jamás se distanciarán de la vida y cuanto a ella y a sus protagonistas afecte de manera masiva y espectacular deberá hacerse presente, ilustrada e interpretada a la luz de la “Palabra de Dios” contenida en los textos bíblicos. Hablar -reflexionar- de otra cosa que no sea el fútbol en la homilía de las misas del domingo haría sospechar a muchos que las misas no son de este mundo, ni son asambleas participadas por el pueblo -Pueblo de Dios- , ni reunión o convivencia entre cristianos, que a la vez también son ciudadanos, lo que, tal y como lo demandan los tiempos, de alguna manera son partidarios -sí, partidarios- de unos colores concretos.

Ideas con raigambre y formulación homilética pueden ser, y son, entre otras, las siguientes en el caso particular de este domingo.
. El milagro del éxito, fuera y dentro de la Iglesia y de la vida, es obra de muchos. Es decir, de un equipo. No importa la procedencia de sus miembros. Aún más, de su variedad dependerá en gran parte su riqueza, valía, mérito y valor. En tiempos de pluralismos autonómicos, con exacerbantes tentaciones para algo más, el principio de la unidad en la pluralidad es de capital importancia y anticipa cualquier clase de triunfo. Los recientes éxitos futbolísticos de España responden en gran proporción a este principio. Su rechazo, abandono o no fiabilidad y aplicación en su desarrollo y consecuencias lleva impúdicamente al desastre.

. En la vida y, por supuesto, en cualquier catequesis, evangelización y misión de la Iglesia, el principio futbolero es de actualidad y eficiencia permanentes. Es principio y fundamento de Iglesia. “Donde dos o más…”, “reunirse”, y hacerlo “en nombre de Dios”, es decir para llevar a cabo su misión y conferirle continuidad salvadora, es obra divina. Cualquier otra obra, acción, plan o propósito al que le falte alguno de estos elementos o perspectivas, tendrá que adscribírsele a Satanás, espíritu del mal.

. De vez en cuando marca un gol algún miembro del equipo, por inspiración e iniciativa personal, sin ayuda ajena, al margen o en contra de cualquier técnica reconocida, ensayada y practicada por los más sesudos y originales expertos. Pero esto no es lo normal, si bien jamás será lícito y procedente cercenar cualquier individualidad, estro o iniciativa, siempre y cuando la misma esté sistemáticamente dispuesta a subordinarse y a proyectarse hacia el bien de la comunidad y su éxito se le adjudique de por sí al sistema que, por serlo y ejercerse dentro de los límites de la racionalidad, entraña determinadas excepciones.

. Pero en el atractivo, supremo, con-creador y co-redentor juego de la vida y de la pertenencia y actividad en la Iglesia, el entrenador es figura clave. La ciencia, la sabiduría, la disponibilidad, el sentido de la oportunidad, la seriedad, la ausencia de frivolidad y frivolidades, el ejemplo, la carencia de protagonismos y noticias, la humildad, la autoridad… y otros valores que caracterizan y definen a Vicente del Bosque, son elementos constituyentes del alma y del comportamiento de cuantos “entrenadores” jerárquicos y litúrgicos, con Orden sagrado o sin él, precisan y reclaman la vida y la Iglesia para cumplir con sus objetivos y fines.

. Pero además, en todo éxito son de excepcional importancia el estímulo y aplauso, la confianza y la alegría, el aliento y el ánimo de la masa-pueblo que haya detrás y que vive los acontecimientos como sus beneficiarios y destinatarios soberanos y supremos. España -toda España-, expresándolo además con cantos y símbolos muy populares, ha vivido y vive el triunfo de su equipo nacional de manera exultantemente festiva, orgánica y comunitaria, corporativa, dinámica y comprometida. Como si fuera -y así lo es- su protagonista…

Estas y otras ideas, hechas presentes y actualizadas en la homilía de la santa misa de este domingo, favorecerán en grado eminente y muy inteligible, su condición de celebración participativa y litúrgica en la radiante y difusiva alegría de los vencedores, pero en similar proporción que en el respeto al vencido o a los vencidos.
Tornará más misa la misa -la litúrgica y la de la vida- el convencimiento y apreciación de que en una y otra todos ejercitaremos nuestra tarea con vocación de participantes activos, aunque unos lo hagan como porteros, otros como defensas o medios y otros “en punta”… Eso sí, todos en equipo y con la reconfortante misión de contribuir a agrandar la alegría en unos tiempos tan preocupantemente tristes como los que se viven...

Foto: © m_bartosch
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