Guadalupe, Por Fin

Líbreme Dios de que, por aquello de los “gajes del oficio”, tuviera yo que verme obligado a ejercer de cronista en algo así como en un escarche contra el “Excelentísimo y Reverendísimo Sr. Arzobispo Primado” de Toledo, organizado por el clero y la feligresía de la Iglesia de Extremadura. La devoción entrañada en la raíz de los sentimientos del pueblo respecto a la Virgen de Guadalupe, su patrona, tanto canónica como civil, podría llevar a tal convencimiento, con irrefrenable incapacidad de “vuelta atrás”, pese a quien pese, y además, al amparo de motivaciones que siempre se considerarían y definirían como “fervorosas” .

A estas alturas de la racionalidad, de la cultura, de la conciencia religiosa, del respeto a las personas, instituciones y pueblos, de la co-responsabilidad del laicado en la Iglesia, de la colegialidad, de la Conferencia Episcopal, de la religiosidad popular, de la estética, ascética y mística, ¿ es explicable que no se haya resuelto ya el problema de la integración administrativa eclesiástica del monasterio- santuario de Guadalupe – “Patrimonio de la Humanidad”- a la Comunidad Autónoma de Extremadura, desgajándose de la archidiócesis de Toledo, por más señas de carácter político, capital de Castilla –la Mancha?

¿Qué otra explicación, aparte de las histórico- feudales, con caducidad ya colmada y rebasada con creces y secularismos, puede aportarse para justificar tamaña tacañería jerárquica en el pueblo de Dios y en su extra-radio, negándole a la “pobrecita” – también en lo eclesiástico-, Extremadura, el patronazgo de su Virgen que lo es -`pudo serlo- nada menos que de la Hispanidad, con méritos sobrados, consumado tal expolio merced a la otrora “todopoderosidad” de la Sede Primada de Toledo, pontificada, en ocasiones, por sus arzobispos paganamente intitulados “Terceros Reyes de España”?.

¿Es, o no, explicable, que en no pocos sectores del pueblo extremeño, cunda el convencimiento de que la Iglesia, en sus niveles jerárquicos, no contribuya “franciscanamente” a la práctica y ejercicio de la igualdad entre unas regiones –Comunidades Autónomas- y otras, consintiendo, por ejemplo, que los obispos de algunas de ellas disfruten del “privilegio” de ser oriundos de las mismas, mientras que otras tengan que ser “pastoreadas” -¿colonizadas?- por vascos, catalanes, valencianos “et sic de coeteris”?

“Puede catalogarse mínimamente de educado y de religioso, que en la Conferencia Episcopal Española, cuyo portavoz y Secretario del Episcopado precisamente en la actualidad es extremeño, se siga dando “la callada por respuesta” a la interminable pregunta del anquilosamiento del tema de la orfandad extremeña del patronazgo guadalupano de la Virgen, con la argucia de que ello conllevaría el arreglo de los límites territoriales del resto de las diócesis?

Por fin, y sin que mi insistencia en la pregunta a la luz de cuanto no tenga ninguna relación con la fe y con el misterio – sin IVA o con IVA- ¿cuáles son las cuentas generadas por las limosnas del Real Monasterio- Santuario de Guadalupe, y cuales son las cantidades que les corresponden a la Curia Metropolitana de Toledo, todavía en pugna periclitada con la de Tarragona, discutiéndose su “Primacía” eclesiástica?

De todas maneras, resultan reconfortantes, esperanzadoras y catequizadoras expresiones como las siguientes, patrocinadas por el Papa Francisco y su estilo pastoral: “La Iglesia no puede tragarse “camellos” de ninguna clase y condición”. “Jamás será, ni aparentará ser, dura de corazón o presuntuosa”. “En ella, los “primados” lo serán de servicio y no de poder, de honor y de jurisdicción”. “No se puede ser cristiano renunciando a ser persona”. “La educación es un servicio, sin distinciones jerárquicas”. “La Iglesia no es jamás para el Papa y para los obispos: estos serán siempre para la Iglesia”. “Ninguna crítica desde fuera, por radical que sea, podrá sustituir, y ni siquiera superar, a la de dentro”. “Los absolutismos jerárquicos están trasnochados y más cuando alardearon y alardean de ser únicos dueños y señores de la función legislativa, ejecutiva y judicial”. “La Iglesia exige y reclama la libertad hacia fuera, que no respeta dentro de ella misma” “Pasó ya el tiempo de la existencia de una moral aristocrática para los nobles, y de otra moral para el resto del pueblo…” ¿Cuándo serán los obispos tan educados, como para estar en permanente y ministerial disposición de responder a las preguntas del pueblo de Dios, entre las que algunas -todas- sus sílabas, son portadoras de inspiración al dictado del Espíritu Santo?

Guadalupe es algo más que una idea, un episodio o un lugar de la geografía extremeña. Es un signo. Es un santuario y un patronazgo. Un patronazgo de un pueblo preterido, y a la cola de todos los índices de desarrollo hoy vigentes. El dato de que también la Iglesia, en sus más altas instancias jerárquicas, siga contribuyendo a desprotección tan inclemente y absurda, es y será noticia anti evangélica, impropia de su misión salvadora, y escándalo para creyentes e incrédulos, sean extremeños o no.

NOTA: Con reciente sentencia judicial a favor de los organizadores y protagonistas de escarches de tipo político, a los de connotaciones religiosas, tal y como están los tiempos anticlericales, serían muchos a quienes hasta con total impunidad se les facilitarían los caminos “patrioteros”, ensamblados de entusiasmos y exaltaciones “celestiales”. La diócesis de Barbastro- Monzón acaba de recibir apoyo expreso del Vaticano en el litigio por la devolución de los bienes histórico- artísticos de las parroquias aragonesas, depositados en Lérida. ¿Para cuando la noticia de que actitud similar vaticana haya sido aplicada en relación con Guadalupe?
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