Hijos ¿Cuantos?

Por la infalible referencia evangélica a que “por las obras los conocereis”, colmada concluyentemente por la sabiduría popular de que “obras son amores ,que no buenas razones” , es tarea asequible aproximarse al convencimiento de si son o no cristianas determinadas personas e instituciones, o si el índice de veracidad de lo que proclaman es alto, bajo o inexistente. Lo que sí resulta incontrovertible es que a las palabras-palabras y a las palabras-sonidos fonéticos jamás les podrá reservárseles ni una exigua fracción de legitimidad y de autenticidad. Las palabras engañan, mienten y estafan. Las obras refrendan, abonan y acreditan la realidad de los hechos, de las instituciones y de las personas.

. Y ocurre que en la reflexión acerca de la religiosidad de personas e instituciones se hace uso de un listado - mandamiento baremo de valores a los que , aunque coincidente en parte con los reconocidos oficialmente ,el pueblo les confiere determinada importancia según los casos y las circunstancias.

. Nuestra reflexión, y a título de ejemplo, se limita en esta ocasión a destacar el dato de que la pluralidad de los hijos –familia numerosa- es reputado automáticamente como signo de religiosidad y de vida cristiana y en mayor o menor proporción a como sea de copioso el censo familiar que se ordene en torno a la mesa y en el marco de las fotos. Tal apreciación suele ser la que despunta y sobresale para la valoración religiosa y pertenencia comprometida y consciente de algunos cristianos a determinada institución seglar que se presenta y actúa bajo la denominación canónica de prelatura conocida como el Opus Dei.

. Lejos de mí dar ocasión aquí y ahora a que se cuestione la legitimidad del número de hijos como infalibles e incontestables señales y representaciones de sustantividad actuante de la fe, del fervor y de las creencias cristianas ,desplazando otros signos a planos secundarios o subalternos. Tal y como hoy están las cosas y las escalas de valores, para la formación y mantenimiento integral de una familia numerosa se precisan buenas dosis de fe y de esperanza. Pero conste que familias conscientemente no numerosas también pueden contar con la marca y atributo de cristianas, lo mismo si pertenecen en la Iglesia a una organización concreta, como si no pertenecen a ninguna.

.Y es que a los hijos, con cuanto son y representan –y no solo por tener vida propia ,sino por muchas más razones-, no les será dado jamás significar otra cosa que el infinito amor de los padres que los engendraron a la vida como flor y como fruto de ese amor que ,con la calificación de compartido y “a fondo perdido”, llega a ser fecundo y el único verazmente capacitado para procrear personas ,cooperando en la sublime actividad hacedora propia de Dios. Los términos “creación”,”amor”,” Dios” y “padres” se dan cita en el tálamo y en la mesa familiar con todas las brillantes consecuencias de las relaciones humanas y divinas.

. Pero conste que no todos los hijos pudieron ser, y lo son, del amor. Hay hijos que lo fueron solo después de haber hecho acto de presencia por razones o sinrazones distintas al amor, necesitando ser posteriormente” adoptados “, aunque sin necesidad de someterlos y someterse al establecido proceso de las prescripciones legales . Los hijos “non natos” del amor, difícilmente serán portadores de certificadas y fervorosas creencias. Los hijos a los que primordialmente valora en el matrimonio su solo número no podrán facilitar ni hacer creíble la noticia de que sus padres son excelentes cristianos, merecedores de pertenecer a asociaciones o a congregaciones selectas en el organigrama moral de la Iglesia.

Los hijos, como seres humanos potencialmente libres, se bastan y sobran a sí mismos para certificar su bondad ante Dios y ante la sociedad y no necesariamente la bondad de sus padres. La posibilidad o la intención, aunque remota ,de su manipulación religiosa rondaría las lindes de la gentilidad y del ateismo, además de hacerse y hacerle a la causa un flaco favor misionero.
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