IGLESIA Y EX – IGLESIA
Lo mismo desde dentro que desde fuera de la Iglesia- institución, muchos son los que cuestionan su futuro con el esquema de salvación universal que se predica -Palabra de Dios-, pero que se intenta aplicar en consonancia con los cánones, mandamientos eclesiásticos ,la liturgia e interpretaciones, que se dicen prevalentes. Como lo religioso, y más lo cristiano, sigue interesando a tantos, aunque algunos datos y apreciaciones puedan apuntar en otras direcciones, ofrecemos seguidamente y en síntesis estas reflexiones:
. Difícilmente puede hallarse en la historia de las religiones otra propuesta tan universal e integralmente salvadora como la predicada y vivida por Cristo Jesús, de la que la Iglesia fundada por Él habría de ser fiel aval y continuadora, de tal forma que su exacto cumplimiento y encarnación se convertiría en justificación apodíctica y en cabal reseña y noticia.
. La enseñanza y vida de Cristo Jesús tuvo y tiene continuadores que identifican a la Iglesia, aunque con el reconocimiento humilde y veraz de que tal testimonio no siempre pudo ser perceptible ni siquiera por los mismos cristianos. El hecho de que todo proceso de institucionalización y, por tanto, de estructuras y funcionariados incluye de por sí aceptar y canonizar riesgos y comportamientos en ocasiones hasta contrarios a la idea fundacional, no rebaja absolutamente en nada el criterio de tantos de que a su costa jamás podrá ser justificable desfigurar la imagen de Cristo Jesús y su obra.
. Para ello y con urgencia se precisa de algo así como una refundación similar, y aún más profunda a la que pretendió personalizar el Concilio Vaticano II, pero cuyo solo intento significó nada menos que todo un retroceso. En la Iglesia se demanda hoy un estudio y reflexión penitencial de no pocos capítulos de su historia, con la sacrosanta intención de que no se repitan, sobre todo, si alguno en la actualidad está en plena , aunque disfrazada, vigencia.
. La identificación o concordancia con cualquier clase de poder descalifica a la Iglesia y más a quienes son sus máximos representantes, sus legados, sucesores y lugartenientes. A la Iglesia en sus más altas esferas, y en tantos otros niveles, le sobran burocracia, símbolos y signos, empaque, prosopopeyas, coramvobis, posiciones doctrinales y lenguaje críptico, que son y se interpretan como arrogantes y ajenos al resto del común de los mortales, propios de una clase aparte.
. “Ejercida la autoridad, y más la eclesiástica, en nombre de Dios” , tal y como es doctrina común en la enseñanza catequética, el concepto de autoridad dentro de la Iglesia demanda a grito limpio una nueva concepción, significado y praxis aunque solo fuera para aprobar el examen de evangelio en sus fases primarias correspondientes a la Primera Comunión. “En el nombre de Dios” no es posible condenar, ni dar por condenados para toda la eternidad, a quienes más o menos oficialmente se asevera en la institución eclesiástica.
. Se implora mayoritariamente ya en la Iglesia que los conceptos “religión “, “religioso”, “practicantes “ y otros , no se apliquen con exclusividad y eminencia a quienes son adictos y frecuentadores a los actos litúrgicos y piadosos, devotos y aún místicos, y no a aquellos que con intensidad mayor intentan ser y ejercer de solidarios, misericordiosos con los demás, simpáticos con todos, afectuosos, alegres, desprendidos, altruistas, magnánimos…
. No cejaremos en la idea de que el Año Cristiano oficial de la Iglesia y el permanente proyecto de ampliación al que está sometido, sea revisado al menos con la intención de que no sean propuestos determinados protagonistas como otros tantos ejemplos para hoy. La historia- la humana y la divina- precisan de interpretaciones adecuadas y la lectura de la “vida y milagros” de algunos ” santos” y “santas” no puede suscitar reacciones propias de héroes paganos o de fanáticos, convencidos de que únicamente la muerte y el infierno habrían de ser el destino de judíos, musulmanes, idólatras, incrédulos, gentiles, masones, ateos …,no ahorrándose ni palabras ni actitudes martiriales para refrendar tales convencimientos, sin encaje alguno ni en la doctrina de Cristo ni en su ejemplo.
. A la Iglesia lo sobran truenos, amenazas y castigos eternos sobre las que sustenta la conveniencia y necesidad de que al menos seamos felices, nos salvemos y salvemos, ejerzamos la solidaridad y nos esforcemos en llevar a la práctica la unión – común que es fruto y expresión del sacramento de la Comunión, signo y fundamento de la religión cristiana, a la vez que imprescindible y beneficiosa aportación para la humanidad creyente o increyente.
. Con la mayor humildad y arrepentimiento posibles, con conocimiento de causa y con documentación, es de provecho reconocer que ,como institución, el funcionamiento de la Iglesia no es ni superior ni inferior en calidad y capacidad de servicio que a la de cualquier otra de carácter cívico, social o político , de las que hay constancia en los correspondientes registros oficiales.
. Difícilmente puede hallarse en la historia de las religiones otra propuesta tan universal e integralmente salvadora como la predicada y vivida por Cristo Jesús, de la que la Iglesia fundada por Él habría de ser fiel aval y continuadora, de tal forma que su exacto cumplimiento y encarnación se convertiría en justificación apodíctica y en cabal reseña y noticia.
. La enseñanza y vida de Cristo Jesús tuvo y tiene continuadores que identifican a la Iglesia, aunque con el reconocimiento humilde y veraz de que tal testimonio no siempre pudo ser perceptible ni siquiera por los mismos cristianos. El hecho de que todo proceso de institucionalización y, por tanto, de estructuras y funcionariados incluye de por sí aceptar y canonizar riesgos y comportamientos en ocasiones hasta contrarios a la idea fundacional, no rebaja absolutamente en nada el criterio de tantos de que a su costa jamás podrá ser justificable desfigurar la imagen de Cristo Jesús y su obra.
. Para ello y con urgencia se precisa de algo así como una refundación similar, y aún más profunda a la que pretendió personalizar el Concilio Vaticano II, pero cuyo solo intento significó nada menos que todo un retroceso. En la Iglesia se demanda hoy un estudio y reflexión penitencial de no pocos capítulos de su historia, con la sacrosanta intención de que no se repitan, sobre todo, si alguno en la actualidad está en plena , aunque disfrazada, vigencia.
. La identificación o concordancia con cualquier clase de poder descalifica a la Iglesia y más a quienes son sus máximos representantes, sus legados, sucesores y lugartenientes. A la Iglesia en sus más altas esferas, y en tantos otros niveles, le sobran burocracia, símbolos y signos, empaque, prosopopeyas, coramvobis, posiciones doctrinales y lenguaje críptico, que son y se interpretan como arrogantes y ajenos al resto del común de los mortales, propios de una clase aparte.
. “Ejercida la autoridad, y más la eclesiástica, en nombre de Dios” , tal y como es doctrina común en la enseñanza catequética, el concepto de autoridad dentro de la Iglesia demanda a grito limpio una nueva concepción, significado y praxis aunque solo fuera para aprobar el examen de evangelio en sus fases primarias correspondientes a la Primera Comunión. “En el nombre de Dios” no es posible condenar, ni dar por condenados para toda la eternidad, a quienes más o menos oficialmente se asevera en la institución eclesiástica.
. Se implora mayoritariamente ya en la Iglesia que los conceptos “religión “, “religioso”, “practicantes “ y otros , no se apliquen con exclusividad y eminencia a quienes son adictos y frecuentadores a los actos litúrgicos y piadosos, devotos y aún místicos, y no a aquellos que con intensidad mayor intentan ser y ejercer de solidarios, misericordiosos con los demás, simpáticos con todos, afectuosos, alegres, desprendidos, altruistas, magnánimos…
. No cejaremos en la idea de que el Año Cristiano oficial de la Iglesia y el permanente proyecto de ampliación al que está sometido, sea revisado al menos con la intención de que no sean propuestos determinados protagonistas como otros tantos ejemplos para hoy. La historia- la humana y la divina- precisan de interpretaciones adecuadas y la lectura de la “vida y milagros” de algunos ” santos” y “santas” no puede suscitar reacciones propias de héroes paganos o de fanáticos, convencidos de que únicamente la muerte y el infierno habrían de ser el destino de judíos, musulmanes, idólatras, incrédulos, gentiles, masones, ateos …,no ahorrándose ni palabras ni actitudes martiriales para refrendar tales convencimientos, sin encaje alguno ni en la doctrina de Cristo ni en su ejemplo.
. A la Iglesia lo sobran truenos, amenazas y castigos eternos sobre las que sustenta la conveniencia y necesidad de que al menos seamos felices, nos salvemos y salvemos, ejerzamos la solidaridad y nos esforcemos en llevar a la práctica la unión – común que es fruto y expresión del sacramento de la Comunión, signo y fundamento de la religión cristiana, a la vez que imprescindible y beneficiosa aportación para la humanidad creyente o increyente.
. Con la mayor humildad y arrepentimiento posibles, con conocimiento de causa y con documentación, es de provecho reconocer que ,como institución, el funcionamiento de la Iglesia no es ni superior ni inferior en calidad y capacidad de servicio que a la de cualquier otra de carácter cívico, social o político , de las que hay constancia en los correspondientes registros oficiales.