EL PUENTE DEL DIABLO

“Hicieron este puente la Comunidad de Teruel i el lugar de Rubielos: año 1670”. Así reza una lápida colocada en el puente del Camino Viejo de La Fonseca a Rubielos de Mora, en la actual provincia de Teruel, aunque a tal puente desde siempre se le llamó del Diablo, no lejos de otro, popularmente, y en virtud de las sagradas leyes de las compensaciones “religiosas”, también toponímicas, que es apodado del Ángel, para tranquilizar las conciencias de jerarquías y laicos.

Es raro encontrar una comarca, pueblo o lugar rural en el que el diablo no se haya hecho presente de alguna manera. Apenas si hay pueblo o ciudad, por altos que sean sus índices de prosperidad y cultura, sin diablo. Él es constante y provocadora referencia social, familiar y, por supuesto, religiosa, que se manifestó y se manifiesta con multitud de formas y con variedad de nombres, bíblicos o no tanto. Las tradiciones y leyendas están transidas de episodios protagonizados por “El Maligno” por antonomasia.

El turolense Puente del Diablo, o de La Fonseca, sobre el río Mijares, por más señas en la carretera de La Venta del Aire, es sólida obra de mampostería con un arco rebajado, de considerables proporciones, sobre el que las pasadas generaciones alojaron el recuerdo de una leyenda relacionada con el diablo -¡Ave María Purísima¡- protagonizada en este caso, y como no podía ser menos, por una pastora. De ella se refiere que era la encargada de guardar los míticos toros de Fonseca, viéndose obligada a cruzar todos los días el río, con peligro de perder la vida, dado que sus aguas con frecuencia les llegaban “hasta más arriba de la cintura”, como puntualiza la leyenda.

Al borde de la desesperación, en cierta ocasión proclamó la pastora que “para `pasar el río de esa manera, más vale que me lleve el diablo…” Con puntualidad y formalidad endiabladas, Satanás se le hizo automáticamente presente y le manifestó que si construía en su honor y con su nombre un puente “antes de que cantaran tres pollos –uno negro, otro blando y otros “royo” o rojo-, ella debería acompañarle”. Pese a la celeridad exigida, la pastora consiguió salvarse, gracias a que los tres gallos cantaran, cuando tan solo le faltaba para terminar la obra colocar una piedra.

Aguas abajo se conservan los estribos de otro puente, posiblemente romano, encaramados en las paredes verticales del cañón del río Mijares, y que hoy son celebradas referencias ecológicas en el itinerario Rubielos-Albentosa, con mención especial para la masía de Casa Mancurro, hoces del río Rubielos, fuente del Pó, Masía de San Miguel, molino bajomedieval de La Losa, Peña Blanca, vetusta y altiva carrasca de Iserte con más de 400 años de antigüedad, 14 metros de altura , 44,9 metros de perímetro del tranco y 25 metros de diámetro de copa, Peñas de San Miguel y Cuevas, río Palomarejas…

Dentro del pueblo, es preciso recorrer el itinerario, o ruta, de los oficios, con los emblemas de cada uno de ellos tallados en dovelas de piedra o en dinteles y ménsulas, palacios de marqueses y condes, casas solariegas, portales y ex -colegiata.

Original, devota y campestre ruta en tiempos de veneraciones ecológicas, es la conocida como de las ermitas, con visitas a las de Santa María de los Olmos, estaciones del Vía Crucis, convento de Agustinas, de Santa Ana, del Calvario, Cruz de Término, de San Roque, de los Mártires San Abdón y San Senén, otra Cruz de Término y más ermitas como las de Santa Bárbara, de San Antonio y de San Miguel, sin dejar de mencionar y admirar un precioso ejemplar de ara votiva romana…
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