Santos Canonizados

Santos hay muchos. Todos, -casi todo,- son –somos- santos. Por supuesto que no todos son, o están, canonizados. Si así fuera, los “Años Cristianos” y los “Santorales” tendrían que multiplicar indefinidamente sus páginas y sus festividades. Además, las inversiones procedimentales en euros, o en otras monedas, serían de auténtico escándalo. Con el evangelio en la mano, y a la luz de los más elementales estudios teológicos, los trámites curiales hoy obligados para las canonizaciones- beatificaciones de los ya “Siervos de Dios”, están de más y no todos son justos.

Los santos- santos los designó y eligió en la primitiva Iglesia el pueblo de Dios. Ante la imposibilidad de exageraciones, y aún abusos, las “Sagradas Congregaciones para las Causas de los Santos” acapararon tal facultad, sin que ello comportara la corrección radical de excesos y arbitrariedades, tanto o más graves, y extralimitados. La historia del “santoral oficial” está tachonada de capítulos lamentables, que difícilmente aguantan un análisis de religiosidad a la luz de la fe y de los documentos.

El pueblo- pueblo, por citar algún ejemplo, ni comprende, ni comprenderá, que también el dinero haga engrosar “Año Cristiano”, que los clérigos en sus diversos niveles jerárquicos sobrepasen en número al de los laicos, que los hombres ocupen puestos y representaciones también “celestiales” más importantes y considerables que las mujeres, y que la nómina –letanía de los ricos descomedidamente desborde a la de los pobres. Se comprueba así mismo con facilidad desoladora que los tipos-modelos- referencias de santidad canonizada resulten sistemáticamente tan conservadores y tan “píos” y “jaculatoriosos”, sin que apenas el buen humor, la alegría, la animación y la jovialidad se desborden de los retablos o de las capillas en las que la devoción situara sus imágenes, símbolos y representaciones.

El pueblo fiel y piadoso de verdad, se rebela ante los despilfarros festivos organizados alrededor de no pocos santos, contabilizables en dinero y en facultades milagreras- milagrosas, que a algunos les son atribuidas. Los “santos conseguidores” son promocionados, a veces indebidamente, por los responsables de los santuarios, templos, capillas y ermitas en los que son acogidos, en un afán desmedido de pietismos hasta irreligiosos. Las especialidades en solucionar problemas concretos del paro, desahucios, novios o novias, enfermedades por raras que sean, se multiplican de modo y manera ostentosa, hasta rondar límites de paganería idólatra y fetichista, en contradicción con el dogma y, a veces, en abierto pugilato con los médicos profesionales del ramo. El oficio- ministerio, y razón de ser, de los santos no es ni solo ni fundamentalmente conseguir e impetrar. Es el de la mediación ante Dios y el de la ejemplaridad de sus vidas.

La vida real de los santos, tal y como nos es ofrecida en el “Año Cristiano” oficial, es urgente y necesario expoliarla de multitud de leyendas, de incongruencias, milagrerías y portentos miríficos y singulares. Ellos no favorecen la devoción verdadera. La desdoran e irreverencian. Jamás será lícito catequizar al pueblo de Dios con la imposible verdad de que en la declaración de santidad esté comprometida la infalibilidad de los Papas, con la correspondiente creencia de que el “ascenso- entronización en los altares” lleve implícito algún dogma de fe. Aún con declaraciones solemnes y oficiales, para ser y ejercer de cristianos, no es obligado creer y tener que ser devoto de “santos”, con cuya totalidad de ejemplos de vida y selección para ocupar un puesto en el santoral, no se esté `personalmente de acuerdo. Manifestar la increencia y la disconformidad con determinados santos y su canonización, no aminora de por sí el sentido y el sentimiento católicos.

. En los últimos tiempos, y dada la baratura y “moda” de las canonizaciones – beatificaciones, y las politiquerías “intra” y “para” eclesiásticas,, junto con la mayor ilustración – educación de la fe por parte de los laicos, resultan felizmente frecuentes los casos de cristianos- cristianos que disienten de los procedimientos curiales seguidos en la selección y promoción de los candidatos a la santidad “oficial” ritual, con explícita mención para algún Papa y algún “Fundador” y sus respectivos sucesores…”Escandalizarse” ante el escándalo de estas disconformidades, no sería propio de cristianos cultos y leales al santo evangelio y a la dirección de los vientos que suscitan y promueven el Espíritu Santo y la sintonía con las demandas de los tiempos nuevos que definen la historia y la concepción y sentido de la verdadera obra de Dios.

. La de las beatificaciones- canonizaciones, y los órganos curiales oficiales que hasta el presente las hicieron posibles, será tarea que afrontará el Papa Francisco con evangelio, respeto y sentido común. Es cuestión de tiempo, cuyos pasos acelerará la piedad auténticamente religiosa, despojada de atuendos, de procedimientos rutinarios y de burocracias, dignas de mejor causa, al servicio del pueblo y como signos- sacramentos cabalmente eclesiales.

. En el austero ciclo cuaresmal y penitencial de la pederastia, el “Comité de la ONU sobre los Derechos del Niño”, al exigirle a la Iglesia que ponga a los sacerdotes pederastas ante la justicia, se atrevió a despojar de la calificación hagiográfica a la mismísima “Santa Sede”.
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