Virgenes y Mártires
Los datos referidos a España asustan, intimidan y echan a temblar. Las explicaciones acobardan, desprestigian y escandalizan. Los medios de comunicación dan referencia de que cada cuatro días se registra la noticia de la muerte de al menos una mujer, a consecuencia de los malos tratos, o de la llamada “violencia de género”, en conformidad con la misteriosa, insensible y aséptica terminología que administrativamente se emplea en los organismos ministeriales relacionados con el tema. De los “otros” malos tratos “matrimoniales” – de los íntimos, reservados y secretos-, ni hay, ni puede haber, estadísticas, pese a su gravedad e indecencia, y de ser causa última y convincente de los titulares que ensangrientan las secciones de “sucesos”. (¡¡). Con estremecedora alusión a los datos de la terrible actividad mortífera de la ETA, en los años de su tarea “ejecutoria”, el listado de mujeres “ejecutadas” en el marco de la “convivencia doméstica”, lo supera con creces y abochornamiento en todo orden de cosas y valoraciones.
Las explicaciones que expertos/as señalan en tan sacrosanta materia en la actualidad son de signo diverso, sin jamás descartar la buena intención que anime su estudio. Los frutos, no obstante, son desconsoladores. y en la mayoría de los casos, desautorizan tanto su planteamiento como la aplicación de sus medidas. Las estadísticas no mienten y testifican con amplitud, la profundidad y dimensión del drama familiar y social. En esta ocasión, con determinante dolor, piedad y sentido religioso, apunto algunos de los razonamientos, o explicaciones, sobre las que no pocos basan hechos tan irracionales, inhumanos y abyectos.
. La formación que se dice religiosa y cristiana respecto a la creación -hombre y mujer- y la vocación- función y tarea de uno y otro sexo, demandan sin conmiseración alguna para la vetustez falsamente histórica, replanteamientos urgentes, profundos e inteligentes. No es ni humano ni cristiano seguir acudiendo a argumentos de autoridad de textos veterotestamentarios, y algunos del Nuevo Testamento, en el intento de colocar – recolocar- a la mujer en su lugar social, familiar y menos, religioso y evangélico.
. Los tiempos cambiaron y, aunque en reducida proporción, cambian a favor de la mujer, mientras que los palimpsestos de los libros “sagrados” por antonomasia siguen empeñados en adoctrinar “infaliblemente” al personal en la minoría de edad perpetua de la mujer con insistencia en la divinización del hombre, como ser superior en todos los sentidos y “en conformidad con el plan y ordenamiento de Dios, su Creador.
. Teólogos, antropólogos, historiadores y biblistas han de fundir, y confundir, sus investigaciones, estudios, dudas y descubrimientos con el propósito de re-crearnos y devolvernos lo mas aproximada y verazmente posible el plan de Dios sobre el hombre y sobre la mujer, arrebatándoles a los intelectualmente frívolos, pero social y orgánicamente fuertes, apriorismos y razonamientos imposibles de ser expresión de la voluntad de Dios, creador del Universo, y este, redimido por Cristo Jesús.
. Adentrarse con sabiduría, inteligencia y la gracia de Dios por tantos textos y episodios sagrados en los que se destaca y “religiosiza” el carácter, la representación y el papel de la mujer, por mujer, como esclava, cosa o nuda propiedad del hombre, es ministerio inaplazable y función católica y apostólica y, por supuesto, humanística, familiar y. social. Hay que tachar, suprimir, censurar, y aún raspar, los textos “sagrados” de muchas referencias femeninas, que son serio obstáculo para la evangelización y el desarrollo de la fe. La inteligibilidad de la Biblia , y su interpretación, son, en ocasiones, una invención interesada más de los hombres, a quienes ni los detuvo el santo temor de Dios, ni la fidelidad a su palabra en el explicable ámbito de unas circunstancias concretas de tiempo y lugar.
. El machismo pervive en la Iglesia, y es uno de los más sucios, insinuantes y obscenos argumentos con los que todavía, fieles y jerarcas, excusan, o no condenan, inmisericordemente, comportamientos antisociales, que de alguna manera siguen conduciendo a la mujer a la inmolación en el calvario de los malos tratos, de su destrucción y de su muerte, a veces, y dramáticamente, en presencia de sus propios hijos.
. El desarrollo del capítulo de las mujeres –casadas- “vírgenes y mártires”, está por describir todavía, a consecuencia, sobre todo, de la falta de hidalguía y caballerosidad de algunos, así como del exceso, piedad y clemencia de algunas.
Con principios tan fundamentales y enraizados en el pueblo, como los considerados todavía como “religiosos”, fuente y explicación de tantas otras discriminaciones, difícilmente puede pensarse en añorar esquemas pasados, y aún actuales, como referencia constructiva y válida de la institución familiar
Las explicaciones que expertos/as señalan en tan sacrosanta materia en la actualidad son de signo diverso, sin jamás descartar la buena intención que anime su estudio. Los frutos, no obstante, son desconsoladores. y en la mayoría de los casos, desautorizan tanto su planteamiento como la aplicación de sus medidas. Las estadísticas no mienten y testifican con amplitud, la profundidad y dimensión del drama familiar y social. En esta ocasión, con determinante dolor, piedad y sentido religioso, apunto algunos de los razonamientos, o explicaciones, sobre las que no pocos basan hechos tan irracionales, inhumanos y abyectos.
. La formación que se dice religiosa y cristiana respecto a la creación -hombre y mujer- y la vocación- función y tarea de uno y otro sexo, demandan sin conmiseración alguna para la vetustez falsamente histórica, replanteamientos urgentes, profundos e inteligentes. No es ni humano ni cristiano seguir acudiendo a argumentos de autoridad de textos veterotestamentarios, y algunos del Nuevo Testamento, en el intento de colocar – recolocar- a la mujer en su lugar social, familiar y menos, religioso y evangélico.
. Los tiempos cambiaron y, aunque en reducida proporción, cambian a favor de la mujer, mientras que los palimpsestos de los libros “sagrados” por antonomasia siguen empeñados en adoctrinar “infaliblemente” al personal en la minoría de edad perpetua de la mujer con insistencia en la divinización del hombre, como ser superior en todos los sentidos y “en conformidad con el plan y ordenamiento de Dios, su Creador.
. Teólogos, antropólogos, historiadores y biblistas han de fundir, y confundir, sus investigaciones, estudios, dudas y descubrimientos con el propósito de re-crearnos y devolvernos lo mas aproximada y verazmente posible el plan de Dios sobre el hombre y sobre la mujer, arrebatándoles a los intelectualmente frívolos, pero social y orgánicamente fuertes, apriorismos y razonamientos imposibles de ser expresión de la voluntad de Dios, creador del Universo, y este, redimido por Cristo Jesús.
. Adentrarse con sabiduría, inteligencia y la gracia de Dios por tantos textos y episodios sagrados en los que se destaca y “religiosiza” el carácter, la representación y el papel de la mujer, por mujer, como esclava, cosa o nuda propiedad del hombre, es ministerio inaplazable y función católica y apostólica y, por supuesto, humanística, familiar y. social. Hay que tachar, suprimir, censurar, y aún raspar, los textos “sagrados” de muchas referencias femeninas, que son serio obstáculo para la evangelización y el desarrollo de la fe. La inteligibilidad de la Biblia , y su interpretación, son, en ocasiones, una invención interesada más de los hombres, a quienes ni los detuvo el santo temor de Dios, ni la fidelidad a su palabra en el explicable ámbito de unas circunstancias concretas de tiempo y lugar.
. El machismo pervive en la Iglesia, y es uno de los más sucios, insinuantes y obscenos argumentos con los que todavía, fieles y jerarcas, excusan, o no condenan, inmisericordemente, comportamientos antisociales, que de alguna manera siguen conduciendo a la mujer a la inmolación en el calvario de los malos tratos, de su destrucción y de su muerte, a veces, y dramáticamente, en presencia de sus propios hijos.
. El desarrollo del capítulo de las mujeres –casadas- “vírgenes y mártires”, está por describir todavía, a consecuencia, sobre todo, de la falta de hidalguía y caballerosidad de algunos, así como del exceso, piedad y clemencia de algunas.
Con principios tan fundamentales y enraizados en el pueblo, como los considerados todavía como “religiosos”, fuente y explicación de tantas otras discriminaciones, difícilmente puede pensarse en añorar esquemas pasados, y aún actuales, como referencia constructiva y válida de la institución familiar