Asociación de Teólogas Españolas
Hace unos días la Asociación de Teólogas Españolas (me corrige el ordenador por teólogos, tan inusual le parece el vocablo) celebró su reunión anual en la que recordaron los inicios hace más de 30 años. En aquellos tiempos, ya había un pequeño número de mujeres que habían estudiado teología y decidimos que era el momento de fundar una asociación civil que nos sirviera de paraguas para hacer teología feminista, formar equipos, sortear charcos y seguir avanzando
Al principio se nos achacó exceso de protagonismo ya que podíamos estar dentro de la asociación de teólogos varones sin problemas. Pero los motivos que nos llevaron a independizarnos era la necesidad de presentar nuestros puntos de vista ya que la realidad se ve desde muchos ángulos y el nuestro era completamente distinto al de nuestros compañeros. Por otro lado, nos parecía enriquecedor para el mundo teológico escuchar la voz de algunas mujeres ya que, como éramos pocas, nuestros argumentos se diluían entre las voces masculinas
A la sociedad civil lo que más extrañó de nuestras propuestas era la posibilidad de pensar a Dios en femenino. Sabíamos que Dios no tiene género, pero siempre se había hablado de su persona en términos masculinos y paternales y creíamos que había llegado la hora de optar por otros vocablos femeninos, que enriquecerían, sin suplantar nada, la visión de la divinidad.
En el periódico el País, se publicó el 14 de agosto de 1994, una entrevista a toda página del corresponsal religioso Juan Arias - ya sabemos que en agosto los periódicos tienen menos noticias - en el que se mostraba asombrado de que hubiéramos montado un escándalo semejante hablando de Dios como mujer. Estaba convencido de la dificultad que tendríamos de cambiar los siglos de una visión masculina de la divinidad, pero en principio aceptaba la idea y no ponía reparos
La misma sorpresa mostró don Pedro Laín Entralgo, gran médico, filósofo e historiador cuando le pedí que prologara mi libro Dios también es madre. Me confesó que nunca había pensado en la idea de que Dios pudiera ser mujer, pero que le convencían mis argumentos - era un buen amigo - y se avino a prologar la obra
Guardo un artículo que apareció en la tercera de ABC dos años más tarde, el 8 de mayo de 1996, que se titulaba Teología de la mujer firmado por Alfonso de la Serna. Al autor le parecía insólito que mujeres, esposas y madres, nos dedicáramos a este menester tan inusual. Se asombraba de que pusiéramos en tela de juicio la visión andocéntrica de la persona divina, una teoría dada por hecha en la sociedad. Terminaba el artículo aceptando el hecho de que las mujeres somos imagen y semejanza de Dios porque en su Ser no puede haber distinciones de género.
Y mientras tanto ¿Cuáles fueron las opiniones de la jerarquía eclesiástica? Tengo que pensar que a muchos obispos no les gustó la idea ya que veían en ella el germen de un movimiento de reivindicación feminista y estaban en lo cierto. Es conocido que los que gobiernan en todos los campos prefieren que sus súbditos sean ignorantes ya que el conocimiento impugna con frecuencia leyes injustas, apuntaladas sin aportar suficientes razones válidas. El resultado de la visión negativa de la jerarquía fue que muchas profesoras de universidades pontificias fueron apartadas de su labor; a otras, que eran religiosas, se les obligó a retractarse de sus afirmaciones en las que consideraban posible la ordenación femenina; algunas recibieron un mensaje de los generales de distintas órdenes diciendo que les habían prohibido llamarlas para dar conferencias, charlas o cursos…, (alguno me mandó la carta que había recibido para demostrar que haber cancelado un curso, cuya fecha habíamos fijado, era por una orden superior); una larga lista de condenas que demuestra el poco calor con el que recibió la Iglesia jerárquica nuestro movimiento, aunque debo confesar que siempre hubo excepciones
A sor Juana Inés de la Cruz, cuya biografía novelada estoy escribiendo, le prohibieron estudiar en el siglo XVII. Mi madre, una mujer inteligente, pero hija de su tiempo, cuando terminé el bachillerato a mediados del siglo pasado y le dije que quería matricularme en la universidad me contestó que a los hombres no les gustaban las mujeres inteligentes y cultas. A lo que respondí que eso eran sus problemas y no los míos. Y parece que muchos obispos, 40 años después de la frase materna, seguían pensando lo mismo
Gracias a Dios el mundo evoluciona, aunque con frecuencia hay que darle un empujón para que escoja un buen camino. Hoy no se asombra nadie de que la figura de Dios pueda presentar rasgos femeninos, ni a ninguna persona se la condena por defender la posibilidad del orden para las mujeres. Me ilusiona pensar que la Asociación de Teólogas Españolas, la ATE, haya contribuido con su empujoncito y granito de arena a ese progreso