La Bohème
No ha habido en España tradición de ópera pues su elevado precio limitaba el espectáculo a las personas adineradas. Hoy los grandes teatros han querido agrandar su público y mejorar sus economías con lo que han vendido sus producciones a miles de salas de cine, lo que les ha permitido montar unos escenarios grandiosos y pagar a los mejores cantantes del mundo. En Madrid, y creo que en toda España, hay una gran oferta, en directo o diferido, con mucha aceptación porque las salas de cine, en un momento de crisis cinematográfica, están muy llenas.
Nos convidaron unos amigos a ver La Bohème, una obra de Puccini que se había puesto en Salzburgo. Había caído el director en poner en escena un mundo hippie contemporáneo, feo, gris y de mal gusto que imagino quería comparar con la buhardilla parisina original pero la música, los cantantes y la letra son tan bellos, que se olvida el escenario.
¿Por qué traigo al blog este tema? Porque salí reconfortada. Siempre lo hago cuando escucho una música que me gusta pero, en este caso, era también por la manera de obrar los protagonistas. Gentes en paro, carentes de dinero y de familia de la que echar mano que se apoyaban unos a otros. Incluso cuando vuelve al grupo una joven moribunda que les ha abandonado por una pareja con más medios económicos, no dudan en acogerla. Y como son conscientes de que la queda muy poca vida, gastan todo lo que tienen en satisfacer sus últimos gustos.
A mi marido le gusta una serie americana de moda que se llama House of Cards y que gira en torno al matrimonio de un vicepresidente de los EEUU. Los dos al unísono ponen todo de su parte para alcanzar la presidencia y cuando digo todo es porque incluyo el asesinato, la difamación, la infidelidad conyugal, la traición a los amigos… Esta ética les permite acorralar al presidente y escalar hasta la cúspide del poder. Espero que en la tercera parte, que todavía no han emitido en España y que trata de su presidencia, acabe defenestrado. Soy un poco infantil pero me molesta que ganen los malos.
Otra enorme oferta del cine actual está fundada en la violencia, mafias, guerras, espías, torturas… A mis nietos son las películas que más les gustan y confieso que alguna es entretenida pero a todas les sobra muchos litros de salsa de tomate. Estoy anticuada pero añoro las grandes cintas de mi juventud como Lo que el viento se llevó y óperas como La Bohème porque salías emocionada de la sala y con alguna lágrima en el ojo pero no con la pesadilla de un cohete que va a explotar a tu lado o de un rifle que te sigue a dos kilómetros de distancia para mandarte al otro barrio.
Nos convidaron unos amigos a ver La Bohème, una obra de Puccini que se había puesto en Salzburgo. Había caído el director en poner en escena un mundo hippie contemporáneo, feo, gris y de mal gusto que imagino quería comparar con la buhardilla parisina original pero la música, los cantantes y la letra son tan bellos, que se olvida el escenario.
¿Por qué traigo al blog este tema? Porque salí reconfortada. Siempre lo hago cuando escucho una música que me gusta pero, en este caso, era también por la manera de obrar los protagonistas. Gentes en paro, carentes de dinero y de familia de la que echar mano que se apoyaban unos a otros. Incluso cuando vuelve al grupo una joven moribunda que les ha abandonado por una pareja con más medios económicos, no dudan en acogerla. Y como son conscientes de que la queda muy poca vida, gastan todo lo que tienen en satisfacer sus últimos gustos.
A mi marido le gusta una serie americana de moda que se llama House of Cards y que gira en torno al matrimonio de un vicepresidente de los EEUU. Los dos al unísono ponen todo de su parte para alcanzar la presidencia y cuando digo todo es porque incluyo el asesinato, la difamación, la infidelidad conyugal, la traición a los amigos… Esta ética les permite acorralar al presidente y escalar hasta la cúspide del poder. Espero que en la tercera parte, que todavía no han emitido en España y que trata de su presidencia, acabe defenestrado. Soy un poco infantil pero me molesta que ganen los malos.
Otra enorme oferta del cine actual está fundada en la violencia, mafias, guerras, espías, torturas… A mis nietos son las películas que más les gustan y confieso que alguna es entretenida pero a todas les sobra muchos litros de salsa de tomate. Estoy anticuada pero añoro las grandes cintas de mi juventud como Lo que el viento se llevó y óperas como La Bohème porque salías emocionada de la sala y con alguna lágrima en el ojo pero no con la pesadilla de un cohete que va a explotar a tu lado o de un rifle que te sigue a dos kilómetros de distancia para mandarte al otro barrio.