¿Chocolate o internet?
Adentrados en la cuaresma me ha atrevido a hacer mi encuesta personal a familiares y amigos sobre el tema de la vigilia y otras prácticas penitenciarias durante estos cuarenta días. Es un buen momento para sacar del cajón las promesas religiosas que se formularon a primeros de año y… no se cumplieron. Descubro que casi nadie da importancia a la ingesta de pescado los viernes pues supone una tradición que se conserva, pero sin relevancia.
Los resultados que he obtenido demuestran que en las mujeres se une el fervor religioso junto al deseo de perder peso. Sus promesas pasan por suprimir el chocolate, los bollos, los dulces, el pan, el alcohol (éste sobretodo en los varones)... Algunas hablan de dejar de fumar lo que resulta muy meritorio porque al mono que deja la abstinencia, se añade la puesta de kilos adicionales.
Las personas que son más religiosas apuestan por fomentar costumbres que refuercen su relación con Dios, prometen orar más, ir a misa, leer libros espirituales o la Biblia. Los más modernos se inclinan por otras cosas, ofrecen suprimir horas de televisión, dejar la serie preferida o no entrar en las redes sociales, pues dejan de abrir su página de Facebook y ya no cuelgan fotos en Instagram.
Son pocos los que abandonan las renuncias y adoptan por hacer cosas positivas. Algunos descubren que en el campo de la convivencia se abren muchas posibilidades, todas aquellas que se refieren a adoptar las actitudes que mejoren nuestras relaciones con terceras personas. Ser amable, no criticar, sonreír, mostrar compasión, misericordia o, como aconsejaba el papa, abandonar la indiferencia, son posturas que nos favorecen personalmente y, a la par, mejoran nuestro mundo, muy necesitado de reformas positivas. Una combinación de renuncia y actitud positiva es la privación de un bien para dárselo al que lo necesita.
Si no nos vemos capaces de adoptar alguna de estas resoluciones, bienvenida sea la promesa de suprimir el chocolate o el uso de internet. Más vale algo que nada.
Los resultados que he obtenido demuestran que en las mujeres se une el fervor religioso junto al deseo de perder peso. Sus promesas pasan por suprimir el chocolate, los bollos, los dulces, el pan, el alcohol (éste sobretodo en los varones)... Algunas hablan de dejar de fumar lo que resulta muy meritorio porque al mono que deja la abstinencia, se añade la puesta de kilos adicionales.
Las personas que son más religiosas apuestan por fomentar costumbres que refuercen su relación con Dios, prometen orar más, ir a misa, leer libros espirituales o la Biblia. Los más modernos se inclinan por otras cosas, ofrecen suprimir horas de televisión, dejar la serie preferida o no entrar en las redes sociales, pues dejan de abrir su página de Facebook y ya no cuelgan fotos en Instagram.
Son pocos los que abandonan las renuncias y adoptan por hacer cosas positivas. Algunos descubren que en el campo de la convivencia se abren muchas posibilidades, todas aquellas que se refieren a adoptar las actitudes que mejoren nuestras relaciones con terceras personas. Ser amable, no criticar, sonreír, mostrar compasión, misericordia o, como aconsejaba el papa, abandonar la indiferencia, son posturas que nos favorecen personalmente y, a la par, mejoran nuestro mundo, muy necesitado de reformas positivas. Una combinación de renuncia y actitud positiva es la privación de un bien para dárselo al que lo necesita.
Si no nos vemos capaces de adoptar alguna de estas resoluciones, bienvenida sea la promesa de suprimir el chocolate o el uso de internet. Más vale algo que nada.