Éxito económico de los mormones
En España no son muy conocidos, los mormones o la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que es otra de sus denominaciones, aunque se esfuerzan por predicar, de dos en dos, por las casas. Todos sus miembros tienen la obligación de hacerlo durante un periodo de su vida, dos años al cumplir los 18 los varones y año y medio las mujeres, al llegar a los 21. Esas parejas, que vemos por las calles, parecen un poco anticuadas pues van perfectamente vestidos de negro y con corbata, una vestimenta que se da de bruces contra la que llevan los jóvenes de nuestro mundo. Creo que a las mujeres no se les pide que evangelicen fuera de su ciudad por razones obvias.
Como su fundador en 1830 era un norteamericano, Joseph Smith, tienen más arraigo en los Estados Unidos, donde un 2% de la población se confiesa mormona, especialmente en el estado de Utah que tiene un nivel de vida superior a la media. Aunque se esfuerzan por hacer publicidad de que son “como todo el mundo”, lo cierto es que se diferencian del resto de los mortales de su entorno. No beben, tienen familias numerosas (aunque su religión autoriza cuatro mujeres la legislación americana lo prohíbe), matrimonios estables y… una reserva de tres meses de comida en la despensa por si llega Harmaguedon, la batalla que se desarrollará en el final de los tiempos Ap 16, 16.
Pero resulta sorprendente lo alto que han llegado, para ser tan pocos, en el mundo económico. Para nosotros Mit Romney, candidato a la presidencia de los Estados Unidos que fundó un gigante farmaceútico, Huntsman Corporation; J.W.Marriot, dueño de la cadena de hoteles con este nombre; Eric Varvel y Harris Simmons altos cargos en el mundo de la banca y algunos gurús de Harvard como Clayton Christensen… son algunos de sus prohombres de éxito que nos pueden resultar familiares.
¿Tienen que ver sus creencias religiosas con sus triunfos económicos? Puede, pues creen que Dios creó al mundo desde el caos y no de la nada y por eso priman las organizaciones efectivas. Defienden la posibilidad de que todas las personas puedan subir la escala social trabajando mucho, en cuya cima se encuentra Dios. Desde los tres años tienen cargos en la iglesia, son diáconos a los 12 y en la medida que se hacen mayores adquieren mayores obligaciones que incluyen la aportación del 10% de sus ingresos. Con ese dinero, aparte de obras de caridad, ayudan a sus colegios y universidades de forma que a los estudiantes les resulta más fácil sufragar sus gastos y sube el nivel educativo de sus comunidades. Su labor misionera fuera de su país les hace conocer otras lenguas, algo inusual en los Estados Unidos, y acostumbrarse a la vida fuera del entorno familiar, a sacarse las castañas del fuego cuando vienen mal dadas.
En mi adolescencia me enseñaron que los calvinistas, que creían en la predestinación, trabajaban más que los católicos porque el éxito en la vida era un signo de la salvación futura. Hoy me parece que influyen otras cosas como el clima, que en nuestro país es más suave que en el norte de Europa e invita a salir de casa. Pero está claro que una vida ordenada que gire en torno a Jesucristo, dentro de cualquier denominación cristiana (algunos no creen que los mormones sean cristianos), impulsa a desarrollar los talentos con los que hemos sido agraciados.
Como su fundador en 1830 era un norteamericano, Joseph Smith, tienen más arraigo en los Estados Unidos, donde un 2% de la población se confiesa mormona, especialmente en el estado de Utah que tiene un nivel de vida superior a la media. Aunque se esfuerzan por hacer publicidad de que son “como todo el mundo”, lo cierto es que se diferencian del resto de los mortales de su entorno. No beben, tienen familias numerosas (aunque su religión autoriza cuatro mujeres la legislación americana lo prohíbe), matrimonios estables y… una reserva de tres meses de comida en la despensa por si llega Harmaguedon, la batalla que se desarrollará en el final de los tiempos Ap 16, 16.
Pero resulta sorprendente lo alto que han llegado, para ser tan pocos, en el mundo económico. Para nosotros Mit Romney, candidato a la presidencia de los Estados Unidos que fundó un gigante farmaceútico, Huntsman Corporation; J.W.Marriot, dueño de la cadena de hoteles con este nombre; Eric Varvel y Harris Simmons altos cargos en el mundo de la banca y algunos gurús de Harvard como Clayton Christensen… son algunos de sus prohombres de éxito que nos pueden resultar familiares.
¿Tienen que ver sus creencias religiosas con sus triunfos económicos? Puede, pues creen que Dios creó al mundo desde el caos y no de la nada y por eso priman las organizaciones efectivas. Defienden la posibilidad de que todas las personas puedan subir la escala social trabajando mucho, en cuya cima se encuentra Dios. Desde los tres años tienen cargos en la iglesia, son diáconos a los 12 y en la medida que se hacen mayores adquieren mayores obligaciones que incluyen la aportación del 10% de sus ingresos. Con ese dinero, aparte de obras de caridad, ayudan a sus colegios y universidades de forma que a los estudiantes les resulta más fácil sufragar sus gastos y sube el nivel educativo de sus comunidades. Su labor misionera fuera de su país les hace conocer otras lenguas, algo inusual en los Estados Unidos, y acostumbrarse a la vida fuera del entorno familiar, a sacarse las castañas del fuego cuando vienen mal dadas.
En mi adolescencia me enseñaron que los calvinistas, que creían en la predestinación, trabajaban más que los católicos porque el éxito en la vida era un signo de la salvación futura. Hoy me parece que influyen otras cosas como el clima, que en nuestro país es más suave que en el norte de Europa e invita a salir de casa. Pero está claro que una vida ordenada que gire en torno a Jesucristo, dentro de cualquier denominación cristiana (algunos no creen que los mormones sean cristianos), impulsa a desarrollar los talentos con los que hemos sido agraciados.