Monasterio benedictino virtual
Nada más terminar un libro de Christine Valters Paintner me interesé por su persona y busqué su biografía en Internet. Aparece con un Doctorado en Espiritualidad Cristiana, un master en Dogmática y una formación de dirección espiritual. Trabajó como agente de pastoral y tras un año sabático, exigido por una enfermedad, se familiarizó con el yoga y el mindfulness los que añadió a sus ejercicios espirituales.
Desde niña estuvo en círculos cercanos a los benedictinos y asumió la condición de oblata benedictina que su marido, John, comparte. Confiesa que fue la dimensión estética de la vida monástica la que capturó su imaginación, mucho antes de comprender su lado religioso. Años después descubrió a Hildegarda de Bingen y quedó prendada de su dimensión creativa, su amor a la música y su escritura poética. Fue ella la responsable de su amor por la vida monástica y su decisión de hacerse oblata.
Como tiene un corazón peregrino decidió en el 2012, junto a su marido, vender todos sus bienes en Estados Unidos y afincarse en Europa de donde era originaria su familia. Tras meses de búsqueda decidieron instalarse en la costa oeste de Irlanda, un lugar donde florecieron los monasterios celtas y donde ha fundado una abadía pensada para monjes en el mundo que, como ella, quieran ser monjes urbanos y, a tiempo parcial, ermitaños. Es la abadesa de Abbey of the Arts mientras que su marido es el prior.
Todas las personas interesadas en esta aventura se pueden integrar en su monasterio que ofrece reflexiones diarias, semanales, retiros y foros donde se pueden discutir los temas que van surgiendo. Lo básico es gratuito. Su pensamiento habla del silencio, de la bondad del cuerpo al que incita a bailar o a realizar posturas de yoga, invita a la realización de oraciones personales, a la integración con la naturaleza y a realizar dibujos que, independientemente de su valor artístico, ofrezcan símbolos para el alma.
Me ha parecido interesante, en estos momentos en los que faltan vocaciones religiosas, su oferta de un camino para los que no pueden o no se sienten llamados a abandonar el mundo pero se inclinan por una vida espiritual más intensa. Supone vivir en un monasterio globalizado junto a personas de diferentes países y culturas a los que preocupan distintos temas que los nuestros. En resumen, una senda que puede ser muy enriquecedora para los que tengan un conocimiento básico de inglés que les permita leerlo.
Desde niña estuvo en círculos cercanos a los benedictinos y asumió la condición de oblata benedictina que su marido, John, comparte. Confiesa que fue la dimensión estética de la vida monástica la que capturó su imaginación, mucho antes de comprender su lado religioso. Años después descubrió a Hildegarda de Bingen y quedó prendada de su dimensión creativa, su amor a la música y su escritura poética. Fue ella la responsable de su amor por la vida monástica y su decisión de hacerse oblata.
Como tiene un corazón peregrino decidió en el 2012, junto a su marido, vender todos sus bienes en Estados Unidos y afincarse en Europa de donde era originaria su familia. Tras meses de búsqueda decidieron instalarse en la costa oeste de Irlanda, un lugar donde florecieron los monasterios celtas y donde ha fundado una abadía pensada para monjes en el mundo que, como ella, quieran ser monjes urbanos y, a tiempo parcial, ermitaños. Es la abadesa de Abbey of the Arts mientras que su marido es el prior.
Todas las personas interesadas en esta aventura se pueden integrar en su monasterio que ofrece reflexiones diarias, semanales, retiros y foros donde se pueden discutir los temas que van surgiendo. Lo básico es gratuito. Su pensamiento habla del silencio, de la bondad del cuerpo al que incita a bailar o a realizar posturas de yoga, invita a la realización de oraciones personales, a la integración con la naturaleza y a realizar dibujos que, independientemente de su valor artístico, ofrezcan símbolos para el alma.
Me ha parecido interesante, en estos momentos en los que faltan vocaciones religiosas, su oferta de un camino para los que no pueden o no se sienten llamados a abandonar el mundo pero se inclinan por una vida espiritual más intensa. Supone vivir en un monasterio globalizado junto a personas de diferentes países y culturas a los que preocupan distintos temas que los nuestros. En resumen, una senda que puede ser muy enriquecedora para los que tengan un conocimiento básico de inglés que les permita leerlo.