Nuevas perspectivas sobre el matrimonio

Creo interesante leer todo lo que se publica en temas referentes a los asuntos que se van a tratar en el nuevo sínodo y, por eso, me parece oportuno publicar este escrito de Fray Beto que, a partir de una experiencia personal en una parroquia brasileña, nos ofrece sus ideas sobre el matrimonio.

1 - Entré en una parroquia para la celebración de la boda de unos novios amigos míos, para la cual había recibido permiso de su párroco. Al dirigirme a la sacristía para prepararme, me encontré con una señora que me preguntó si la pareja se había confesado. Le respondí que ni lo sabía ni lo quería saber.
“Si no se han confesado con vd ni tampoco se confiesan aquí, tanto si solicitan boda con misa como sin ella, no puedo participar en dos sacrilegios”.

Intenté saber qué sacrilegios eran esos. La información fue rápida: el primero era ya inevitable: los novios van a casarse en pecado mortal; el segundo es dejar que los novios comulguen en esta situación. “Este voy a impedirlo, pues no habrá Misa”.
Como los novios casi siempre se retrasan un poco, pensé que habría algo de tiempo para una breve catequesis. Le dije entonces que sus cuidados por las almas de los otros eran loables, pero su celo me parecía mal informado y nada claro. Poco informado, porque los novios, si quisieran confesarse, tenían mucho de dónde escoger. Hacer un juicio sobre el secreto estado de la conciencia de otra persona - digamos, por ejemplo, que está en pecado mortal -, además de un atrevimiento insensato, es algo prohibido por Jesús de Nazaret (Mt.7,1-5). Esto, por un lado. Por otro, parece ignorar que la celebración de los sacramentos cristianos implica la presencia pascual de la acción de Cristo, que alcanza todos los tiempos y lugares. Dios y su gracia no dependen de los sacramentos, porque de ser así, ¡servirían para limitar el alcance de la acción del Espíritu de Dios!

Recordé también a aquella celosa señora que el mayor de los sacramentos –signos de la gracia divina- es la Eucaristía. Además, en el tejido simbólico del sacramento está inscrito, de principio a fin, la celebración de la misericordia, el ofrecimiento del perdón de Dios y la participación recíproca del perdón entre los participantes en la misa. No se trata de algo meramente ritual, sino de la propia sustancia de la Eucaristía. Este intento de catequesis sacramental tuvo un comentario directo: “veo que el señor padre también anda perdido en las modernidades, ¡pero es lo suficientemente mayor para tener juicio!”

Todavía añadí: yo me confieso pecador, pero incluso si tengo que ir a una taberna a comprar pan y vino, esta boda será con Misa, como pidieron los novios.
Quejándose, allá que fue a preparar las cosas para la celebración y asistirme con el canto de la Iglesia a “aquel sacrilegio”. La conversación no era secreta. Contó con la afligida presencia del sacristán.

2. La excelente acogida que ha tenido por parte de muchas parroquias no puede sufrir con el testimonio de un caso lamentable. No podemos, sin embargo, olvidar que muchas parejas se alejaron de la iglesia, para siempre, cuando intentaban un acercamiento.

Estamos en el tiempo de preparación del Sínodo de los Obispos sobre la Familia. Las expectativas son, como de costumbre, muy diversas. Espero que la reflexión de la jerarquía vaya reconociendo que el sentido de la fe de los fieles, sensus fidei, especialmente de los novios y casados - en sus diferentes expresiones - debe ser el lugar principal de información para las orientaciones pastorales. Estas deben asumir, sobre todo, un carácter metodológico, que se resista a conclusiones definitivas. Este camino ayudaría a superar el escepticismo de los que ya no esperan nada nuevo. Cuentan, apenas, con una renovada terquedad en la indisolubilidad absoluta del matrimonio. Esta no debe olvidar ni la misericordia de Dios ni los límites de la condición humana. Una segunda celebración cristiana del matrimonio de los divorciados, que lo buscan seriamente, no tendrá que ser bloqueada por el miedo de andar saltando en las bodas.

En esta cuestión el recurso a la declaración de Jesús olvida algo elemental, justamente la pregunta que los fariseos le hacen para tenderle una trampa:¿es lícito repudiar a la propia mujer por cualquier motivo? Sin esta pregunta es imposible entender la respuesta. Lo que Jesús hace es una defensa a ultranza de las mujeres, sin los subterfugios de Moisés. Los discípulos entendieron muy bien el alcance de la respuesta: si es así la condición del marido con la mujer no vale la pena casarse (Mt 19, 3-12).

3. En relación con el citado Sínodo, las preocupaciones deben centrarse en el primado de las personas concretas y en los itinerarios de sus múltiples relaciones. Al elaborar las orientaciones de la fe cristiana en terrenos tan complejos y movedizos como los de las familias que constituir, apoyar, defender y rehacer, no se puede recurrir a formulaciones descontextualizadas. La construcción de una familia de sólidos lazos afectivos, al contrario de lo que se suele afirmar, es lo que busca la mayoría de las personas. La alta temperatura de la pasión juvenil no es la única medida del crecimiento del amor.

Las instituciones de pastoral familiar de la iglesia ganan en realismo cuando son elaboradas por los novios y casados en sus diversas metamorfosis. No se trata de relativismo, del todo vale, sino de la fidelidad a la perspectiva de Cristo operante en las instituciones más sagradas. El sábado es para el ser humano, no el ser humano para el sábado.

Las doctrinas y las instituciones de la iglesia solo valen en la medida en que a la luz del evangelio respetan y promueven el bien de la familia.
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