Y se armó... el Belén
No ha dejado a nadie indiferente el nacimiento que el Vaticano ha colocado en la plaza de San Pedro. Son grandes figuras, mayores que el cuerpo humano, hechas de cerámica en una escuela de arte en Castelli (Italia), zona de los Abruzo, entre los años 1965-1975, muy distintas de los pesebres tradicionales. Los cuerpos son cilíndricos, como si estuvieran hechos de columnas, y sus cabezas están coronadas con esferas. Para que se pueda apreciar la originalidad de este conjunto el pastor es sustituido por un astronauta y su ofrenda no es un cordero, sino la luna. Una luz de neón sustituye a la estrella y de las costillas de un gran ángel salen destellos luminosos
Ni que decir tiene que los calificativos descalificando este pesebre han sido mayores que las alabanzas, pero también debemos pensar que la Natividad debe tener lugar en nuestras vidas donde ya no abundan los pastores y los corderos. Este pesebre nos abre a la creatividad y hay que reconocer que toda persona que se asoma a la plaza de San Pedro se asombra por lo original. Indudablemente a los que sientan un atractivo por el arte moderno les gustará más que a los que se inclinan por el clásico, pero en gustos no hay nada escrito. Tampoco, muchas iglesias modernas se parecen a las iglesias tradicionales, a las catedrales góticas o romanas, pero.… son templos
¿Ha querido el Papa abrirse a los nuevos tiempos? ¿A los aires del mundo en el que vivimos? Si fuera así, demostraría que, como quiso el Vaticano, el evangelio está llamado a abrirse a las nuevas generaciones, a su cultura y a sus artistas ya que la Iglesia está llamada a vivir dentro del mundo del siglo XXI
En el sitio oficial que exhibe el pesebre aparece una frase “un Pesepre per (ri) nascere” una natividad para ser renacida pues el Belén original es el pasado y hemos de tener presentes sus claves para la aventura de la Iglesia que sigue avanzando a la espera de la llegada anunciada del Reino
La verdad es que a mi me ha parecido horroroso, pero soy persona de edad menos abierta a los aires más jóvenes. Eso sí, debo de reconocer que me ha dado en que pensar pues si seguimos con nuestra evangelización y liturgia que huele a naftalina las nuevas generaciones no entenderán nada