No se enojen, señoras
Tras su felicitación pascual a unas religiosas (desconozco si lo eran con votos o simplemente con inquietudes) una de las últimas frases del papa fue: “No se enojen, señoras. Les ha tocado la mejor parte” ¿Qué motivó esta petición? ¿Vio mala cara en sus oyentes? ¿Se dio cuenta el mismo de que algunas palabras de su discurso pudieran ser mal interpretadas?
La alocución del pontífice divide a la Iglesia en dos partes, una para los varones y otra para las mujeres y es en esta última donde coloca la atención. No hay mucha novedad, las mujeres tenemos el deber de dar la vida, de ofrecer ternura, paz y alegría, una posibilidad de la que carecen los varones. Y nos ofrece un modelo que es el de María, una mujer fiel que siempre obedeció, ayudó en Caná, sufrió con su hijo, emigró a Egipto… Además la Iglesia es una institución femenina que las mujeres debemos construir.
Imagino que al terminar sus palabras se dio cuenta de que había construido dos pirámides. En la primera se encontraba Jesucristo en la cúspide y en un segundo escalón, los sacerdotes y los varones. La segunda era más bajita y estaba coronada por María a la que seguían en un estadio aún más bajo el resto de las mujeres. Ayer cuando escuchaba el evangelio y la homilía del Pastor, mi marido comentó ¿dónde entran aquí las mujeres? Le traté de explicar lo de las dos pirámides pero no lo entendió.
El posible enojo femenino viene de que las cosas en el mundo han cambiado y las pirámides ya no son tan nítidas. Tampoco las cualidades femeninas se tienen en exclusiva sino que han ido apareciendo en el transcurso de una vida dedicada a la ética del cuidado. Las mujeres que ahora se incorporan a la vida pública piden a los varones que aprendan esos oficios que antes sólo ellas practicaban. Ellos pueden copiar a María y nosotras a Cristo porque ya no hay roles predeterminados.
El mayor error que cometieron los primeros discípulos de Jesús fue pedir que se nombraran personas para encargarse de las mesas pues “ellos se tenían que dedicar a cosas más importantes”. Los diáconos elegidos para este menester pronto cayeron en el mismo desinterés y tuvieron que ser las mujeres las que acogieron al que sufre. Esta derivación venía de la sociedad civil pero el cristianismo de Jesús nació para romperla: todos teníamos que lavar los pies de los hermanos, no sólo las mujeres.
No se hubieran enojado las féminas que escucharon al papa si las hubiera puesto de modelo para todo el estamento eclesial porque dar ternura, compasión, compañía… son cualidades insertas en el genoma humano y solo hace falta un poco de interés y de ejercicio para que broten. Pero para ello se tienen que colocar dentro de esas cosas importantes que hay que hacer.
La alocución del pontífice divide a la Iglesia en dos partes, una para los varones y otra para las mujeres y es en esta última donde coloca la atención. No hay mucha novedad, las mujeres tenemos el deber de dar la vida, de ofrecer ternura, paz y alegría, una posibilidad de la que carecen los varones. Y nos ofrece un modelo que es el de María, una mujer fiel que siempre obedeció, ayudó en Caná, sufrió con su hijo, emigró a Egipto… Además la Iglesia es una institución femenina que las mujeres debemos construir.
Imagino que al terminar sus palabras se dio cuenta de que había construido dos pirámides. En la primera se encontraba Jesucristo en la cúspide y en un segundo escalón, los sacerdotes y los varones. La segunda era más bajita y estaba coronada por María a la que seguían en un estadio aún más bajo el resto de las mujeres. Ayer cuando escuchaba el evangelio y la homilía del Pastor, mi marido comentó ¿dónde entran aquí las mujeres? Le traté de explicar lo de las dos pirámides pero no lo entendió.
El posible enojo femenino viene de que las cosas en el mundo han cambiado y las pirámides ya no son tan nítidas. Tampoco las cualidades femeninas se tienen en exclusiva sino que han ido apareciendo en el transcurso de una vida dedicada a la ética del cuidado. Las mujeres que ahora se incorporan a la vida pública piden a los varones que aprendan esos oficios que antes sólo ellas practicaban. Ellos pueden copiar a María y nosotras a Cristo porque ya no hay roles predeterminados.
El mayor error que cometieron los primeros discípulos de Jesús fue pedir que se nombraran personas para encargarse de las mesas pues “ellos se tenían que dedicar a cosas más importantes”. Los diáconos elegidos para este menester pronto cayeron en el mismo desinterés y tuvieron que ser las mujeres las que acogieron al que sufre. Esta derivación venía de la sociedad civil pero el cristianismo de Jesús nació para romperla: todos teníamos que lavar los pies de los hermanos, no sólo las mujeres.
No se hubieran enojado las féminas que escucharon al papa si las hubiera puesto de modelo para todo el estamento eclesial porque dar ternura, compasión, compañía… son cualidades insertas en el genoma humano y solo hace falta un poco de interés y de ejercicio para que broten. Pero para ello se tienen que colocar dentro de esas cosas importantes que hay que hacer.