El error de Mónica Lewinsky
Casi todos conocemos la historia de la becaria de 22 años Mónica Lewinsky y el presidente Clinton de 49. Sus conversaciones telefónicas fueron grabadas por una amiga, Linda Tripp, que también le aconsejó no mandar al tinte un traje con manchas de semen. Cuando Mónica intentó negar sus relaciones fue su “amiga” la que las destapó mandando las pruebas a Kenneth Starr, un personaje que estaba investigando al presidente pues quería su renuncia.
¿Por qué recuerdo hoy esta sórdida historia? Porque he escuchado una cinta que me ha llegado por internet en la que Mónica cuenta lo que le pasó después de estos hechos. Dura 20 minutos y se llama el precio de la vergüenza http://www.ted.com/talks/monica_lewinsky_the_price_of_shame. Aconsejo a mis lectores que comprendan el inglés que la escuchen.
Esta chica se enamoró de su jefe con la mala suerte de que era el presidente de los EEUU y, por ello, muy odiado por sus enemigos ¿A cuántas chicas jóvenes no les pasa lo mismo? ¿Son tan deleznables? Ella no defiende su actuación pero comenta que a partir de aquel momento se le destrozó la vida, su foto salió en toda la prensa mundial, nadie le quiso dar trabajo y cuando se la mentaba lo hacían con todos los epítetos homologables a prostituta. Sólo la recogió su familia y algún amigo que tuvieron que luchar para devolverle las ganas de vivir y evitar que se suicidara. En la charla nos da los nombres de personajes americanos que no tuvieron la suerte de contar con esas manos que impidieron que pusieran fin a sus vidas.
Sus palabras nos llaman la atención sobre todas las historias que circulan por la red y que, en un porcentaje muy alto, tratan de humillar a una persona. Publican fotos de desnudos que no estaban pensadas para muchos ojos, se ríen de las meteduras de pata, de la gordura, la delgadez, la bizquera o la cojera, revelan relaciones de infidelidad, persiguen con saña a algún político que ha hecho algo mal… Todos podemos pensar en mil casos que aparecen todos los días en los medios de comunicación y en las redes sociales. Y parece que esta proliferación del acoso de todo tipo y de airear los escándalos, no tiene como motivo la limpieza de la sociedad sino el morbo del que todos nos dejamos llevar. Cada vez que cliqueamos sobre una de estas historias le estamos dando dinero al que las publica, sin pensar en el daño que estamos haciendo a muchas personas.
El que esté exento de pecado que tire la primera piedra y con esto no defiendo que no se levante la manta cuando algo huele a podrido. Pero creo que hoy en nuestro mundo hay muchas personas que, como Mónica Lewinsky, tienen ganas de suicidarse porque aquello que hicieron mal se lo recuerdan todos los días y a todas horas, arruinando su vida y la de su familia. Y aquí entramos en el famoso derecho al olvido del que podríamos escribir ríos de tinta.
¿Por qué recuerdo hoy esta sórdida historia? Porque he escuchado una cinta que me ha llegado por internet en la que Mónica cuenta lo que le pasó después de estos hechos. Dura 20 minutos y se llama el precio de la vergüenza http://www.ted.com/talks/monica_lewinsky_the_price_of_shame. Aconsejo a mis lectores que comprendan el inglés que la escuchen.
Esta chica se enamoró de su jefe con la mala suerte de que era el presidente de los EEUU y, por ello, muy odiado por sus enemigos ¿A cuántas chicas jóvenes no les pasa lo mismo? ¿Son tan deleznables? Ella no defiende su actuación pero comenta que a partir de aquel momento se le destrozó la vida, su foto salió en toda la prensa mundial, nadie le quiso dar trabajo y cuando se la mentaba lo hacían con todos los epítetos homologables a prostituta. Sólo la recogió su familia y algún amigo que tuvieron que luchar para devolverle las ganas de vivir y evitar que se suicidara. En la charla nos da los nombres de personajes americanos que no tuvieron la suerte de contar con esas manos que impidieron que pusieran fin a sus vidas.
Sus palabras nos llaman la atención sobre todas las historias que circulan por la red y que, en un porcentaje muy alto, tratan de humillar a una persona. Publican fotos de desnudos que no estaban pensadas para muchos ojos, se ríen de las meteduras de pata, de la gordura, la delgadez, la bizquera o la cojera, revelan relaciones de infidelidad, persiguen con saña a algún político que ha hecho algo mal… Todos podemos pensar en mil casos que aparecen todos los días en los medios de comunicación y en las redes sociales. Y parece que esta proliferación del acoso de todo tipo y de airear los escándalos, no tiene como motivo la limpieza de la sociedad sino el morbo del que todos nos dejamos llevar. Cada vez que cliqueamos sobre una de estas historias le estamos dando dinero al que las publica, sin pensar en el daño que estamos haciendo a muchas personas.
El que esté exento de pecado que tire la primera piedra y con esto no defiendo que no se levante la manta cuando algo huele a podrido. Pero creo que hoy en nuestro mundo hay muchas personas que, como Mónica Lewinsky, tienen ganas de suicidarse porque aquello que hicieron mal se lo recuerdan todos los días y a todas horas, arruinando su vida y la de su familia. Y aquí entramos en el famoso derecho al olvido del que podríamos escribir ríos de tinta.