La primavera

Los que hemos tenido la posibilidad de abandonar la ciudad este fin de semana nos habremos dado cuenta de que ha llegado la primavera pues los árboles frutales están vestidos de flor y vemos yemas surgir de las especies caducas. La naturaleza se viste con un traje verde, nuevo y brillante pues ha vuelto a una vida lujuriosa tras el parón del invierno y nos llena de esperanzas en el futuro inmediato.

Creo que las estaciones del año tienen también un mensaje espiritual, nos enseñan que los ciclos de la tierra son semejantes a los de nuestra vida y nos invitan a florecer, a dar fruto y a invernar a la espera de un tiempo mejor. No creo casual que el equinoccio de primavera, que este año se ha celebrado el 20 de marzo, sea el nuevo año en la tradición persa pues es un tiempo para hacer balance, renovarnos y acoger la nueva vida que surge alrededor nuestro.

El invierno es tiempo para la calma y el reposo, para consumir lo que como buenas hormigas hemos cosechado durante el verano, pero la primavera nos exige mirar y escuchar la explosión de nueva vida que surge alrededor nuestro. Nos invita a dejar despachos, fábricas y cocinas para salir al campo y no volver a casa hasta que no nos hayamos hartado de ver florecer para volver florecidos. Nos invita a olvidar nuestros proyectos, a dejarlos a un lado para entrar en el espacio profundo de nuestro yo, un campo en el que podremos descubrir nuevas posibilidades que antes no conocíamos.
En la Biblia hebrea las promesas de Dios se expresan en imágenes de un desierto que florece, de una tierra desértica en la que nacen flores como símbolo de generosidad y esperanza en nuevas posibilidades. La imaginación de Dios es más expansiva que la nuestra pues jamás pensaríamos que en las arenas del desierto pudieran surgir rosas ¿Qué piensas puede florecer en tu vida?
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