El silencio de María
El otro día volvió a caer en mis manos una lectura piadosa de esta cuaresma que hablaba del silencio de María. La verdad es que “me sabe mal”, como dicen unos amigos catalanes, una pastoral que gira en torno a esa idea. No encuentro por ningún lado motivaciones bíblicas, ni históricas, lo que me hace pensar que las razones son otras. Sófocles decía que la mayor virtud de las mujeres era el silencio, una frase que se repitió sin tregua en la sociedad patriarcal y que adoptó Pablo, cuando prohibió que las mujeres hablaran en las asambleas. Todos tenían claro que la palabra era el arma que tenían los débiles y era conveniente que no la manejaran.
Es verdad que tenemos pocos datos de la madre de Jesús, entre otras cosas porque las mujeres en el siglo I de nuestra era, salvo que fueran poderosas, no tenían interés. Nuestra fuente de información son los evangelios y allí me parece que queda clara una imagen de mujer muy distinta a la de ese silencio proclamado. Lucas, en el relato de la anunciación, no describe una niña vergonzosa que se queda muda de miedo, sino todo lo contrario ya que la joven es capaz de preguntar a su interlocutor, por los detalles de su embarazo.
Sigue el evangelio con la visita a su prima Isabel, en cuya casa María pronuncia un texto revolucionario, el Magnificat, que un político conservador francés, Charles Maurras, aconsejó que no se tradujera por la carga que llevaban sus palabras, un manifiesto de cambio radical de la sociedad. El evangelio de Juan corrobora esta personalidad, cuando en Caná, la madre se permite contradecir a su hijo y pedirle al maestresala que siga sus intenciones, lo que aceleró la llegada de su hora. Es cierto que, muerto Jesús, María desaparece de la escena pero cabe la posibilidad de que hubiera muerto ya que para su tiempo era una mujer de edad. De cualquier manera la falta de datos no es razón suficiente para hablar de su silencio, ni tampoco el hecho de que meditara en su corazón lo que estaba viviendo.
Hay muchos apóstoles que no pronuncian un solo vocablo en los evangelios y a nadie se le ocurre afirmar que fueran silentes, lo que me hace ser escamona del interés de esa pastoral mariana. Predicando el silencio de María se anulaban las palabras revolucionarias que nacían de su boca pero a la vez que se cortaban las alas de muchas mujeres a las que se ofrecía un patrón de conducta a imitar..., un papel silente y alejado de todos los púlpitos, tanto civiles como religiosos.
Hoy a las mujeres se nos puede echar en cara, que hemos hecho dejación de los deberes que nos obligaban a denunciar situaciones injustas de la sociedad o incluso que no instiguemos a la Iglesia, para que lleve a cabo reformas que aceleren la hora, siguiendo el ejemplo mariano. Por eso creo, que seguir hablando del silencio de María no se sostiene en pleno siglo XXI cuando la sociedad es consciente de la necesidad de dar entrada en sus órganos de gobierno a las mujeres, lo que conlleva el uso de su palabra ¿No ha llegado el momento de arrinconar un presunto silencio de María?
Es verdad que tenemos pocos datos de la madre de Jesús, entre otras cosas porque las mujeres en el siglo I de nuestra era, salvo que fueran poderosas, no tenían interés. Nuestra fuente de información son los evangelios y allí me parece que queda clara una imagen de mujer muy distinta a la de ese silencio proclamado. Lucas, en el relato de la anunciación, no describe una niña vergonzosa que se queda muda de miedo, sino todo lo contrario ya que la joven es capaz de preguntar a su interlocutor, por los detalles de su embarazo.
Sigue el evangelio con la visita a su prima Isabel, en cuya casa María pronuncia un texto revolucionario, el Magnificat, que un político conservador francés, Charles Maurras, aconsejó que no se tradujera por la carga que llevaban sus palabras, un manifiesto de cambio radical de la sociedad. El evangelio de Juan corrobora esta personalidad, cuando en Caná, la madre se permite contradecir a su hijo y pedirle al maestresala que siga sus intenciones, lo que aceleró la llegada de su hora. Es cierto que, muerto Jesús, María desaparece de la escena pero cabe la posibilidad de que hubiera muerto ya que para su tiempo era una mujer de edad. De cualquier manera la falta de datos no es razón suficiente para hablar de su silencio, ni tampoco el hecho de que meditara en su corazón lo que estaba viviendo.
Hay muchos apóstoles que no pronuncian un solo vocablo en los evangelios y a nadie se le ocurre afirmar que fueran silentes, lo que me hace ser escamona del interés de esa pastoral mariana. Predicando el silencio de María se anulaban las palabras revolucionarias que nacían de su boca pero a la vez que se cortaban las alas de muchas mujeres a las que se ofrecía un patrón de conducta a imitar..., un papel silente y alejado de todos los púlpitos, tanto civiles como religiosos.
Hoy a las mujeres se nos puede echar en cara, que hemos hecho dejación de los deberes que nos obligaban a denunciar situaciones injustas de la sociedad o incluso que no instiguemos a la Iglesia, para que lleve a cabo reformas que aceleren la hora, siguiendo el ejemplo mariano. Por eso creo, que seguir hablando del silencio de María no se sostiene en pleno siglo XXI cuando la sociedad es consciente de la necesidad de dar entrada en sus órganos de gobierno a las mujeres, lo que conlleva el uso de su palabra ¿No ha llegado el momento de arrinconar un presunto silencio de María?