El solsticio de invierno

En el hemisferio norte se celebra el 21 de diciembre el solsticio de invierno que coincide con la noche más larga del año, el día con menos luz. Es como si la naturaleza se quedara suspendida y en espera, un momento privilegiado para meditar lo que supone la oscuridad en nuestras vidas, donde no podemos dejar que triunfen las tinieblas.

En estos días hasta la Nochebuena podemos imaginar que nuestra existencia avanza por un bosque cerrado, un bosque que se desnuda de hojas y nos ofrece una alfombra para nuestros pies cansados. La falta de claridad nos obliga a andar lentamente para evitar los obstáculos y esa cadencia permite que nuestros sentidos despierten y sean capaces de descubrir las pequeñas señales que Dios nos manda, las que fuimos incapaces de ver por el exceso de luz

La noche es sinónimo de frío, de soledad y de silencio unos sustantivos que nos permiten dibujar el mapa de nuestro dolor, meditar en lo que ha consistido: ausencia de compañía, de cariño, de presencia humana, carencia de recursos, de proyectos… En nuestras ciudades hay muchos hogares monoparentales, muchos ancianos y personas que viven en un perpetuo solsticio de invierno lo que supone una buena ocasión para alegrar sus vidas. Pero también es un buen momento para pensar en el invierno de nuestra vida espiritual para meditar en la noche oscura ya que hemos podido ser invadidos por la indiferencia o por la duda pero tenemos que tener bien claro que una religión, cuando es verdadera, no está exenta de dudas. Esta falta de luz nos da la posibilidad de invernar, de cesar toda actividad superflua y de recordar aparte de nuestras penas todos los momentos felices de los que hemos disfrutado

Sólo faltan tres días para que se termine la falta de luz en el mundo occidental. Los primeros cristianos hicieron que el nacimiento de Cristo coincidiera con las fiestas del Sol Invictus que supone el principio de los días más largos. Los seguidores de Cristo tenemos la esperanza de que el bebé, nacido en Belén, suponga un renacimiento en nuestras vidas, el fin de las noches oscuras o al menos la esperanza de que contamos a nuestro lado con la presencia de Dios en figura humana. Pero hasta que llegue ese momento, hasta que veamos la luz al final del túnel, dejemos que la noche nos invada pues disfrutaremos más cuando vislumbremos la claridad y exclamemos Feliz Navidad.
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