Me too

Ha sido muy comentado el discurso de Oprah Winfrey en la gala de la entrega de los Globos de Oro. Una mujer muy guapa, de raza negra, con unos orígenes humildes que ha sabido a fuerza de trabajo y cualidades llegar al tope de los medios de comunicación. Sus palabras brillantes, con un inglés perfecto y bien entonado han sido en defensa, fundamentalmente de las mujeres, pero también de todas las víctimas del sistema. Tan bien lo hizo que muchos periódicos al día siguiente la veían como posible presidenta de los Estados Unidos, una idea que no le gustó nada al presidente Trump pues ironizó sobre el tema.

Sus palabras han coincidido en el tiempo con un escrito encabezado por Catherine Deneuve y otras artistas francesas que se quejaban de la campaña contra los varones acosadores pues creían que parte del galanteo entre hombre y mujer dependía de estos actos. Reconozco que no he leído el documento y sólo lo conozco por los medios.

Pero a pesar de reconocer mi ignorancia, me inclino más por las palabras de Oprah pues aunque ahora, muchas mujeres que consintieron los avances, se muestren indignadas hay que reconocer que han existido muchos abusos por las personas que ostentaban el poder y podían destruir una carrera o hacer que alcanzara metas más altas si aceptaban el juego sexual.

Recuerdo en mi adolescencia unos vagones de metro atestados que aprovechaban hombres sin escrúpulos para acercarse a nuestros cuerpos y tocarnos impunemente. Tampoco me gustaban los famosos piropos que muchas veces incluían en sus palabras defectos de las jóvenes o no tan jóvenes que pasaban junto a los piropeadores. Era una moda que ha pasado gracias a Dios.

No me parece que estas prácticas contribuyan al juego de las relaciones entre los sexos pues nacen viciadas. Es legítimo que el varón trate de demostrar interés en la mujer y viceversa, un interés que debe de parar si el acercamiento no es correspondido. Y ahí nace el problema pues algunos se ven con derechos a satisfacer sus gustos a pesar de que la otra parte le rechace. Todos los días en nuestro país aparece la noticia de una mujer muerta a manos de su pareja, un hecho que me invita a pensar lo que sería en décadas pasadas cuando este comportamiento quedaba impune. Y todavía hoy es una conducta moralmente aceptada en muchos países sudamericanos, africanos o asiáticos.

Por eso, me uno a la campaña del Me too (yo también) pues siento en mis carnes el sufrimiento de estas mujeres, guapas o feas, negras o blancas, pobres o ricas, gordas o delgadas… Y no comparto el documento, políticamente correcto, que han publicado las artistas francesas reconociendo que en este juego del amor valen ciertos avances pero que hay una barrera que no se puede atravesary es la negativa de una de las partes a seguir adelante.
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