Ochenta años, con la cabeza y el corazón en su sitio

Mi amigo y vecino bloguero Nicolás Carrera, el del Nido de Poesía, acaba de cumplir ochenta años. Nico, además de experto en virguerías informáticas, es poeta, lector y conocedor de un amplísimo caudal de poesía contemporánea española e hispanoamericana. Se mueve en su blog como un generoso degustador de las más variadas formas de la lírica actual. Lo hace con la penetración y el respeto de un buen creyente.

Desde aquí le felicito en esa cifra redonda de su vida y le dedico, este modesto comentario.

NOSTALGIA


A veces, miro hacia atrás, al tiempo que se fue, y me aprieta hacia dentro un sentimiento de nostalgia. Es como un viento recio de lejanía y ausencia, de vida casi borrada que me arrasa el pecho como un campo en otoño. No volverán, Señor, los años que se fueron. Tantas horas hermosas, tantos sueños aún no cumplidos, pero movidos ya entonces por el soplo de la esperanza impaciente, tantas personas que quise y a las que el tiempo, la distancia o la muerte misma alejaron de mí… Hubo horas de luz y de verdad… ¿Cabe, Señor, mayor vértigo que el que agita las sombras de nuestro pozo interior cuando nos asomamos al borde del tiempo pasado? Siento a veces asustado la irresistible atracción de ese vacío en que se hunde la oscuridad de lo que nunca retorna.

Hoy pongo en ti, Señor, ese humano dolor de lo pasado. Me pongo en ti con él, con lo que fui, con lo que ahora soy, con lo que quiero ser en ti y por ti desde hoy y para siempre.

Suspendido en el tiempo tengo a veces la sensación de flotar como sin peso y como de estar a punto de perderme en la nada… Pero sé que tú me sostienes… Cada gesto de bondad que me ayudas a hacer, cada latido de amor, cada palabra ardiendo que dirijo hacia ti es algo que apuntas en la cuenta de tu corazón eterno… Lo sé, Señor. Sé que nada bueno que hagamos se pierde para siempre…. Pero hoy el vendaval del tiempo que huye me ha zarandeado, ha lanzado mi mente y mi corazón a la deriva.

Sálvame de mí, Señor. Sálvame del tiempo que pasa. Sálvame de la nada de tus criaturas sin ti.


En el día de mi cumpleaños, como un regalo tuyo, arrímame a tu pecho. Apriétame bien fuerte a tu amor eterno.

(De "Feliz cumpleaños / La fieta de la vida", Madrid, San Pablo, 2001, p. 93-94).
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