La muerte por los ojos
El poema que va a continuación me lo sugirió un conocido cuadro de la muerte de Simón Bolívar, el célebre militar y estadista suramericano. Cuando lo escribí se conmemoraba una fecha redonda de este acontecimiento y podía verse reproducida la pintura en algunos periódicos. Fue sólo el estímulo y el pretexto para avivarme un sentimiento común y universal.
YACE SIMÓN BOLÍVAR
Yace Simón Bolívar en la cama prestada
y hay un artista al fondo que pinta su agonía.
Es demasiado joven
el gran libertador que la fiebre esclaviza
y a quien la tisis llena de cadenas el pecho.
Bien se afana el galeno, pero pierde
la esperanza y el pulso en la muñeca inerte
y nubla su mudez de desaliento.
A la diestra del cuadro
un clérigo levanta su mano absolutoria,
y a la izquierda, de pie, hay siete caballeros, que inmóviles
dejó ya para siempre la tristeza.
Uno de ellos se vuelve y se lleva a los ojos
la mano, ¿para celar sus lágrimas
o convertir el trance en invisible?
Por gracia del artista
aquí quedó Bolívar muriendo para siempre,
y quedaron
el resto de los hombres en su papel de vivos.
Ciento setenta años perduran la agonía,
la dura espera y el abatimiento.
Hace ya muchos años,
de los diez caballeros que la escena retrata
encontró cada cual su propia muerte.
Y también el pintor, aunque cauto quedara
de este lado del cuadro.
Tan cierta es la verdad de esta pintura
que representa muertos y se ofrece
sólo y siempre
a la contemplación de otros muertos futuros.
Nadie habrá que la mire
y no le entre la muerte por los ojos.
(De “escribe por tu herida”,
Obra poética, p. 484).