La muerte por los ojos

En este mes de noviembre no va mal la pequeña provocación de un poema sobre la muerte. ¿Necrofilia? Nada de eso. Amamos la vida como nadie. Lo hemos dejado bien claro en la pasión y el tono de otros poemas. Pero no estamos por entrar en los convencionalismos de una sociedad actual que oculta la muerte. Se prefiere escribir “falleció” a “murió”. Se elige la expresión “no está ya aquí” o “no está entre nosotros” en vez de “ha muerto”. Pero vano es el intento de negar una realidad que no admite ni ocultamientos ni excepciones. ¿Para entregarnos a una especie de orgía lúgubre? Ni mucho menos. Repito: amamos la vida. Contamos con más motivos aún para amarla quienes tenemos a Dios como a su dueño y origen.

El poema que va a continuación me lo sugirió un conocido cuadro de la muerte de Simón Bolívar, el célebre militar y estadista suramericano. Cuando lo escribí se conmemoraba una fecha redonda de este acontecimiento y podía verse reproducida la pintura en algunos periódicos. Fue sólo el estímulo y el pretexto para avivarme un sentimiento común y universal.


YACE SIMÓN BOLÍVAR



Yace Simón Bolívar en la cama prestada
y hay un artista al fondo que pinta su agonía.
Es demasiado joven
el gran libertador que la fiebre esclaviza
y a quien la tisis llena de cadenas el pecho.
Bien se afana el galeno, pero pierde
la esperanza y el pulso en la muñeca inerte
y nubla su mudez de desaliento.
A la diestra del cuadro
un clérigo levanta su mano absolutoria,
y a la izquierda, de pie, hay siete caballeros, que inmóviles
dejó ya para siempre la tristeza.
Uno de ellos se vuelve y se lleva a los ojos
la mano, ¿para celar sus lágrimas
o convertir el trance en invisible?
Por gracia del artista
aquí quedó Bolívar muriendo para siempre,
y quedaron
el resto de los hombres en su papel de vivos.
Ciento setenta años perduran la agonía,
la dura espera y el abatimiento.
Hace ya muchos años,
de los diez caballeros que la escena retrata
encontró cada cual su propia muerte.
Y también el pintor, aunque cauto quedara
de este lado del cuadro.
Tan cierta es la verdad de esta pintura
que representa muertos y se ofrece
sólo y siempre
a la contemplación de otros muertos futuros.
Nadie habrá que la mire
y no le entre la muerte por los ojos.

(De “escribe por tu herida”,
Obra poética, p. 484).
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