"50 años el enfrentamiento más grave entre el franquismo y la Iglesia" El caso Añoveros: En la Iglesia no se puede ser imparcial
"Hoy se cumplen 50 años del llamado 'caso Añoveros', que se produjo debido a la lectura de la homilía del obispo de Bilbao, Antonio Añoveros, un episodio que originó el enfrentamiento más grave entre el franquismo y la Iglesia"
"Nombrado obispo de Bilbao, una diócesis con una fuerte conciencia social y política, escribió la homilía 'El cristianismo, mensaje de salvación para los pueblos', que hablaba del derecho del pueblo vasco a conservar su identidad y los obstáculos que tenía para alcanzarla al tener restringido el uso de su lengua"
"El 'caso' se solucionó por una intervención personal de Franco, que nunca quiso ningún conflicto con la Iglesia, y mucho menos aun en aquellos momentos tan críticos"
"A los 50 años de esta valiente homilía del obispo Añoveros a favor de los derechos lingüísticos del pueblo vasco, somos muchos los cristianos valencianos que desearíamos de nuestros obispos, una defensa clara y valiente de la lengua propia del País Valenciano"
"El 'caso' se solucionó por una intervención personal de Franco, que nunca quiso ningún conflicto con la Iglesia, y mucho menos aun en aquellos momentos tan críticos"
"A los 50 años de esta valiente homilía del obispo Añoveros a favor de los derechos lingüísticos del pueblo vasco, somos muchos los cristianos valencianos que desearíamos de nuestros obispos, una defensa clara y valiente de la lengua propia del País Valenciano"
Hoy, 24 de febrero de 2024, se cumplen 50 años del llamado “caso Añoveros”, que se produjo debido a la lectura de la homilía del obispo de Bilbao, Antonio Añoveros, un episodio que originó el enfrentamiento más grave entre el franquismo y la Iglesia.
Añoveros nació en Pamplona el 13 de junio de 1909. Estudió Derecho en la Universidad de Zaragoza, fue ordenado presbítero el 1933 y fue también capellán militar durante la guerra civil, donde destacó por su solicitud en la administración de los sacramentos a todos aquellos que se lo pedían, por lo que se hubo de enfrentar diversas veces a los militares de la llamada “zona nacional”.
En sus años de ministerio pastoral en Tafalla, ya después de la guerra, tuvo una gran preocupación por los más necesitados. El 1952 fue nombrado obispo auxiliar de Málaga y el 1954 pasó a ser obispo coadjutor, con derecho de sucesión, del obispo de Cádiz, Tomás Gutiérrez. Su cercanía a los más desfavorecidos le llevó a rechazar una importante subvención para restaurar la catedral de Cádiz. El obispo Añoveros consideraba que una ciudad con tanta escasez de viviendas sociales, no había de dedicar tanto dinero a la reforma de la catedral.
En un contexto de represión franquista, Añoveros en Cádiz escribió una homilía donde hablaba del sentido social de la Iglesia, de la no interferencia entre el poder político y el eclesiástico y de los curas obreros. Añoveros decía: “La jerarquía, la Iglesia ha de estar muy cerca de los oprimidos, de los que sufren”.
En 1971 Añoveros fue nombradoobispo de Bilbao, una diócesis con una fuerte conciencia social y política. De hecho, el 1960, 339 sacerdotes vascos habían firmado un documento contra el franquismo, el 1968 otro grupo se encerró en el seminario de Derio, y el 1970, las ikastolas dependientes de la Iglesia tenían 12000 alumnos.
Con este contexto, fuertemente politizado, el obispo Añoveros, preocupado por la problemática del País Vasco, escribió la homilía, “El cristianismo, mensaje de salvación para los pueblos”, un texto que fue leído en todas les parroquias de la diócesis de Bilbao, el domingo 24 de febrero de 1974.
El texto decía entre otros puntos: “El pueblo vasco, igual que los otros pueblos del Estado español, tiene derecho a conservar su propia identidad, cultivando y desarrollando su patrimonio espiritual, dentro de una organización sociopolítica que pueda reconocer su justa libertad”.
Esta apuesta valiente del obispo Añoveros a favor de su pueblo, continuaba así: “En las actuales circunstancias, el pueblo vasco tiene serios obstáculos para alcanzar estos derechos. El uso de la lengua vasca, tanto en la enseñaza como en los medios de comunicación, está sometido a notorias restricciones”.
El Gobierno de Arias Navarro reaccionó de una manera despótica a la lectura de la homilía, acusando a Añoveros de haber atacado la unidad de España, consagrada por las “Leyes Fundamentales”. Así, el miércoles 27 de febrero, el jefe superior de la policía de Bilbao arrestaba en su domicilio al obispo Añoveros, con el pretexto que habían de asegurar su integridad personal. Posteriormente, el Gobierno dispuso un avión en el aeropuerto de Sondica, con el objetivo de expulsar del Estado al obispo, con lo que se produjo la crisis más grave que ha existido entre la Iglesia y el Régimen franquista.
El obispo Antonio Añoveros manifestó que no abandonaría la diócesis de forma voluntaria, y que solo lo haría, si el Gobierno utilizaba la fuerza, o si el papa Pablo V le pedía que dejara la diócesis.
Por su parte el cardenal Tarancón, presidente de la CEE, convocó al Comité Ejecutivo del episcopado y redactó una nota donde se recordaba la pena de excomunión que el canon 2334 decretaba, para aquellos que “directa o indirectamente impidiesen la jurisdicción eclesiástica de un obispo”. Tarancón, en caso que fuese expulsado el obispo Añoveros, daría a conocer esa nota a través de los medios de comunicación.
Por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores llegó a redactar una nota de ruptura de les relaciones con el Vaticano.
El “caso Añoveros” se solucionó por una intervención personal de Franco, que nunca quiso ningún conflicto con la Iglesia, y mucho menos aun en aquellos momentos tan críticos. Con todo, el enfrentamiento del Gobierno de Arias Navarro por esta homilía del obispo Añoveros, cuestionó el statu quo en les relaciones Iglesia-Estado.
A los 50 años de esta valiente homilía del obispo Añoveros a favor de los derechos lingüísticos del pueblo vasco, somos muchos los cristianos valencianos que desearíamos de nuestros obispos, una defensa clara y valiente de la lengua propia del País Valenciano, que, desgraciadamente, la misma jerarquía excluye de los templos, muchas veces excusándose en una pretendida neutralidad o imparcialidad. Pero nuestros obispos habrían de recordar que en la vida no se puede ser neutral. O se defiende el valenciano (o catalán) en la Iglesia o si no es así, se está atacando y destruyendo la lengua de Sant Vicent Ferrer.
Nuestros obispos habrían de imitar el ejemplo de los sacerdotes encarnados en nuestra tierra y en nuestra lengua, como lo fueron los presbíteros ya fallecidos, José Enrique Sala, Vicent Micó, Pere Rioutort, Vicent Faus, Joan Llidó, Julio Ciges, Alexandre Alapont, Vicent Sorribes, o Josep Antoni Comes, que utilizaron con naturalidad la lengua de Sant Vicent Ferrer en la liturgia. O como lo hacen en la actualidad, entre otros, Vicent Estarlich, Llorenç Gimeno, los hermanos Josep Mª i Vicent Ruix, Honori Pascual, Jesús Corbí, Jordi Cerdà, Manuel Martín, August Monzon, Jesús Belda, Emili Marín, Vicent Cardona o Vicent Sarrió.
En la Iglesia (y a los obispos les gusta mucho la equidistancia), no se puede ser imparcial. Como no lo fue Jesús, que optó siempre por los débiles y los oprimidos. No por los poderosos. Por eso nuestros obispos, con valentía, habrían de defender nuestra lengua y nuestra cultura (como lo hizo Añoveros en pleno franquismo) y más si cabe en estos momentos, donde el gobierno de la Generalitat del País Valenciano (PP y VOX) y diversos ayuntamientos con estos partidos, están intentando destruir y acabar con la lengua de Sant Vicent Ferrer, la lengua “propia” de los valencianos, como la define el Estatuto de Autonomía del País Valenciano.
Somos muchos los cristianos valencianos, que creemos que la Iglesia ha de estar al lado de los ciudadanos en la lucha por unas mejores condiciones de vida. Y es que la Iglesia, como hizo Añoveros, ha de saber denunciar, con valentía, las injusticias de nuestro mundo, para así hacer posible una sociedad más fraterna, más libre y más justa. Y como también hizo Añoveros, a los cristianos valencianos nos gustaría que nuestros pastores se encarnasen en nuestra sociedad, en la lengua y en la cultura del pueblo que los acoge y al que han de servir. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que hablando y celebrando la fe en la lengua del pueblo?
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