Se unen a los “ríos de lágrimas y de sangre” de los ucranianos Todas las lágrimas del papa Francisco

Todas las lágrimas del papa Francisco
Todas las lágrimas del papa Francisco

Las lágrimas del papa el pasado 8 de diciembre ante el monumento a la Inmaculada, me han recordado la sala de las lágrimas, al lado de la capilla Sixtina, donde una vez elegido obispo de Roma, al final del conclave, el papa va a rezar un momento

Las lágrimas del papa se unen también a las lágrimas de las mujeres que han perdido un hijo o que lo tienen en la cárcel. El llanto del papa se une al llanto de las mujeres que son agredidas o que sufren viendo el hambre o el frío que tienen sus pequeños y también a las lágrimas de los que lloran la muerte de sus seres queridos en esta pandemia que no se acaba del todo. Las lágrimas del papa se unen a las lágrimas de los que, todavía niños, huyen de sus países en pateras, jugándose la vida en el Mediterráneo

Pero las lágrimas del papa también son un grito a vivir la Navidad, que ya se acerca, pensando en los más pobres y desvalidos, y para compartir con ellos lo que somos y lo que tenemos

Fue el pasado 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen, cuando vimos una imagen muy poco frecuente: el papa llorando.

Como cada año (aunque en 2020 y en 2021 lo hizo en privado, sin gente), el papa visitó el monumento a la Inmaculada, en la plaza de España, en Roma. Francisco hizo una oración interrumpida por la emoción, manifestada en sus lágrimas. Sucedió cuando el papa dijo en su oración, que le habría gustado presentar a la Virgen “el agradecimiento del pueblo ucraniano por la paz que llevamos tanto tiempo pidiendo al Señor”. Y fue en este momento cuando el papa tuvo que interrumpir su oración por la emoción y las lágrimas que  corrían por sus mejillas. Y es que, desgraciadamente, esta paz no ha llegado aún a esta tierra martirizada por la invasión de las tropas rusas.

Cabe recordar que cuando Putin invadió Ucrania, en febrero pasado, enseguida el papa convocó una jornada de oración y ayuno para el 2 de marzo, miércoles de ceniza. El papa quería compartir su dolor, “por el empeoramiento de la situación en Ucrania”, porque “como yo, tanta gente de todo el mundo siente angustia y preocupación” por esta guerra.

Las lágrimas del papa el pasado 8 de diciembre ante el monumento a la Inmaculada, me han recordado la sala de las lágrimas, al lado de la capilla Sixtina, donde una vez elegido obispo de Roma, al final del conclave, el papa va a rezar un momento.

El Papa rompe a llorar al recordar la "martilleada Ucrania" durante su ofrenda a la Inmaculada
El Papa rompe a llorar al recordar la "martilleada Ucrania" durante su ofrenda a la Inmaculada

Las lágrimas del papa en su oración ante la Inmaculada, se unen a los “ríos de lágrimas y de sangre” de los ucranianos, como recordaba Francisco el pasado 6 de marzo, en los primeros días de esta guerra cruel y tan injusta.

Las lágrimas del papa se unen también a las lágrimas de las mujeres que han perdido un hijo o que lo tienen en la cárcel. El llanto del papa se une al llanto de las mujeres que son agredidas o que sufren viendo el hambre o el frío que tienen sus pequeños y también a las lágrimas de los que lloran la muerte de sus seres queridos en esta pandemia que no se acaba del todo. Las lágrimas del papa se unen a las lágrimas de los que, todavía niños, huyen de sus países en pateras, jugándose la vida en el Mediterráneo. Las lágrimas del papa se unen también a las lágrimas de las jóvenes obligadas a prostituirse. Las lágrimas del papa son las lágrimas de los que tienen los ojos resecos de tanto de llorar, de los ancianos que viven solos, de los que han caído en la depresión o de los que tienen un cáncer en fase terminal.

Las Bienaventuranza, que son como el núcleo de todo el Evangelio, llama bienaventurados o felices a los que lloren, “porque Dios los consolará” (Mt 5:4). Y es que es el consuelo de Dios, lo que nos aguanta y nos anima en medio del dolor y de las lágrimas.

En este tiempo de Adviento y sobre todo en la plegaria de los Maitines de Niche Buena, antes de la Misa del Gallo, resuenan con fuerza en nuestros corazones, las palabras del profeta Isaías: “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios” (Is 40:1). Es también Isaías que nos anima a avanzar en la esperanza, a pesar de nuestro desconsuelo: “Como una madre consuela a sus hijos, yo también os consolaré” (Is 66:13). Y todavía, San Pablo también nos anima a confiar en el Dios que “nos consuela en medio de nuestros sufrimientos” (2C 1:3).

Por eso, en medio de una sociedad con tanto dolor y tanto desconsuelo, conviene enjugar las lágrimas de los que sufren y animar a los que ya no pueden más. Pero también es importante manifestar nuestra solidaridad con todos los crucificados y torturados de nuestro mundo y de nuestro tiempo, y estar a su lado, poniéndonos en su piel, como nos pide San Pablo: “Llorad con los que lloran” (Rm 12:15).

Las lágrimas del papa fueron mucho más elocuentes que sus palabras, porque eran unas lágrimas que salían del corazón de un padre que sufre por la violencia y el horror que viven los ucranianos.

Pero las lágrimas del papa también son un grito a vivir la Navidad, que ya se acerca, pensando en los más pobres y desvalidos, y para compartir con ellos lo que somos y lo que tenemos. Las lágrimas del papa nos llaman a vivir una Navidad diferente a la de los otros años, más austera, dejando de lado los gastos frívolos, innecesarios y superfluos, así como las compras compulsivas (que llenan nuestras casas pero nos dejan el corazón y los bolsillos vacíos), para vivir una Navidad al lado de los que lloran y sufren y de los que han perdido el sentido y la ilusión de vivir.

Las lágrimas del Papa
Las lágrimas del Papa

Como cada 8 de diciembre, el papa depositó una corona de flores en la imagen de la Inmaculada, en Roma. Pero esta ofrenda floral no se puede comparar en nada, al lado de la auténtica ofrenda del papa: sus lágrimas. Como en el caso de la viuda pobre, que ofreció al tesoro del templo dos monedas de las más pequeñas, un gesto elogiado por Jesús, (Lc 21:1-4), también las lagrimas del papa han sido la mejor ofrenda que Francisco podía haber hecho a la Inmaculada. Una ofrenda, el llanto del papa, llena de ternura que se ha convertido en la mejor oración por la paz en Ucrania, y que la Virgen Madre habrá acogido con amor.

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