La comisaría de Copacabana recibió una denuncia por hurto cada diez minutos Atascos, desorganización y robos, cruces de los jóvenes en la JMJ de Río

Los cerca de tres millones de peregrinos que "invadieron" Río de Janeiro durante la visita del papa Francisco y la Jornada Mundial de la Juventud vivieron un verdadero Vía Crucis en la "ciudade maravilhosa", que tuvo entre sus "estaciones" más penosas las enormes dificultades para trasladarse y los robos constantes.

El primer capítulo del calvario ocurrió poco antes de que el arzobispo de Río, Orani Tempesta, pronunciara la misa de apertura de la Jornada, cuando un fallo en el sistema eléctrico del Metro obligó a cerrar todas las estaciones por unas dos horas y dejó a millares de fieles y voluntarios a merced de autobuses insuficientes y repletos, confinados a casi una hora de encierro dentro de los vagones o condenados a horas de espera en las paradas de autobús.

El desperfecto originó el caos, registrándose algunos intentos de invasión de las garitas de seguridad de las estaciones del subterráneo, empujones, correrías y disturbios. Para los fieles, la peor consecuencia fue el llegar tarde, o no llegar, a la misa.

La falta de autobuses suficientes tanto ese día como a lo largo de toda la semana llevaron a centenas de peregrinos a armar verdaderos campamentos en las aceras, en las proximidades de las paradas de autobús, a la espera de transporte que a medida que la noche avanzaba, cuando pasaba, si pasaba, lo hacía repleto. A otros les tocó en suerte enfrentar largas filas en el metro, primero para comprar el boleto, después para ingresar a los andenes, más tarde, en el destino, para salir de las estaciones.

"No tengo opción. El autobús está lleno y demora mucho. Tengo que aguardar otro más (porque el que pasa está lleno). Es esperar o ir a pie", resumió una turista brasileña la situación de millares.

El padre sudafricano Maximilian Kallal Jacobs admitió que Río "es maravilloso, lindo", pero se vio obligado a viajar todos los días 25 kilómetros entre la Ilha do Governador, donde está hospedado, hacia el sur de la capital fluminense, donde se desarrollan las actividades, calificó la infraestructura como "terrible".

"A veces tuve que tomar, dos, tres autobuses para llegar a algún lugar. No pude andar en metro. Llegué a estar más de una hora en la fila, desistí", disparó.

Otra "pesadilla" para los fieles fueron los robos. Según un informe publicado por el portal G1 de la red Globo, cada diez minutos la comisaría de Copacabana recibió una denuncia por hurto.

Desde la 00:00 hora del viernes 26 hasta el mediodía del sábado 27, en la víspera del cierre del evento, la comisaría que tiene jurisdicción sobre la playa y el barrio más famoso de Brasil registró 210 denuncias de hurtos a peregrinos. Sólo el viernes, las denuncias por hurtos a fieles que participaban de la Jornada fueron 179.

La mayoría de los casos ocurrió en la rambla de la playa "tarjeta postal" de Río, donde estaba localizado el palco en el que el papa Francisco pronunció misas y discursos, y se concentraron casi todas las actividades.

"Vine para la Jornada Mundial de la Juventud pero me olvidé que estaba en Río", dijo un peregrino de 30 años proveniente de la ciudad de Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, distante unos 430 kilómetros.

"Pero nada de eso abate mi fe. La fiesta es muy bonita", añadió. El alcalde de Río, Eduardo Paes, pese a que anunció que multará a la empresa que administra el metro por el desperfecto, minimizó los problemas de infraestructura, llegó incluso a manifestar su "orgullo" por la misma y rebatió con firmeza un artículo del diario "Chicago Sun-Times", que detallaba los problemas logísticos y de infraestructura de la capital fluminense.

El diario aludió a la derrota, ante Río, de la disputa por organizar los Juegos Olímpicos en 2016 con un irónico y titular a toda página: "¿Perdimos para esto?" "Tengo mucho orgullo de la infraestructura de mi ciudad. Chicago perdió porque no tiene la capacidad de recibir como nosotros, no tiene nuestra alegría".

(Rd/Agencias)

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