El débil es pisoteado en sus derechos
El texto del profeta Amós: Am 5,7-24 [clikando en la cita podéis acceder a él], aunque corresponde a una situación del siglo VIII a.C., sigue siendo, por desgracia, actual.
El profeta denuncia en Israel, en el reino del Norte, las flagrantes injusticias que sufre el pueblo, de una manera especial de los poderes político y judicial.
La «justicia», a veces, tiene el color del dinero: ésta es la situación de Israel que delinea el texto bíblico. Contra esta realidad clama el profeta Amós.
El país está lleno de tribunales injustos, arbitrarios: el débil es pisoteado en sus derechos, el pobre es oprimido, los jueces admiten sobornos, las prevaricaciones son habituales, los tributos son insoportables... La situación de injusticia y despotismo es intolerable.
Los que tienen la responsabilidad de administrar justicia son corruptos, se venden por dinero. En este entorno, el pastor de Técoa exhorta, a estos jueces, a buscar el bien y no el mal, a amar la justicia y aborrecer la iniquidad; ésta es la condición necesaria para que no caiga sobre ellos la justicia implacable de Dios. El castigo no se hará esperar. Los actos de culto, los sacrificios rituales, las solemnidades religiosas, no complacen a Yahvé, si no van acompañados de un cambio de actitud, de una apuesta por el bien.
El Señor detesta, desprecia, aborrece, no le complacen, aparta de si, no quiere ni mirar ni oír este culto exterior vacío, afirmará el profeta. Un culto que no responde a un estilo de vida donde prevalece la justicia, no tiene ningún valor. Lo que Dios espera de ellos, y también de todo su pueblo, es que el juicio y la justicia fluyan como agua impetuosa y como torrente inagotable. La voluntad de Dios es el bien, la justicia, el amor: que cada ser humano sea respetado y amado por lo que es, por su dignidad humana, y no por lo que tiene.
Javier Velasco-Arias